LA FRASE

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miércoles, 21 de marzo de 2012

MOYANO EN SU LABERINTO


Por Raúl Degrossi

La relación de Moyano con el gobierno pasó progresivamente del enfriamiento y la  guerra verbal con declaraciones cruzadas (entre el cierre de listas y el inicio del segundo mandato de Cristina), al corrimiento del dirigente camionero a las filas de la oposición; mientras desde el gobierno -seguramente por orden de Cristina, que comenzó por cumplir ella misma- impera el silencio de radio.

Eso ha ido creando en torno a Moyano una situación de creciente vacío (incluso dentro del propio sindicalismo, aun en el propio núcleo que hoy conduce la CGT), en la medida que muchos antiguos compañeros de ruta -aunque por ahora no lo digan en público- no comparten la estrategia de confrontación que ha elegido.  

Que Moyano y la CGT no forman parte del núcleo del dispositivo político oficialista -sin abrir juicio de valor al respecto- es un hecho constatable: el asunto es que todos los días el propio Moyano forma un poco más parte del entramado opositor, y no podrá decir que no hay en eso -al menos en parte- una decisión propia.

Los lugares, los interlocutores y los tópicos que Moyano viene eligiendo desde un tiempo a esta parte para manifestar su inquina con el gobierno (y sobre todo con Cristina) no son azarosos ni inocentes: tal como está planteada la disputa política en la Argentina, nadie que tenga el peso (institucional y personal) de Moyano puede desconocer que hay cosas de las que no se vuelve, porque marcan que se han traspasado ciertos límites.

La concurrencia asidua a los programas de TN, su autovictimización comparándose con Ernestina Herrera de Noble, las asimilaciones frecuentes del gobierno con el menemismo y la dictadura, las amabilidades recíprocas con tipos como Buzzi no son hechos inocentes o inadvertidos, ni -sobre todo- políticamente gratuitos.

Lo mismo que las alianzas que parece estar dispuesto a hacer para permanecer al frente de la CGT con tipos como Barrionuevo o el "Momo" Venegas: no hay pliego de reclamos insatisfechos (por más legítimos que puedan ser) que justifiquen llegar a esos extremos; a menos que uno tenga otros propósitos, que van más allá de lo puramente reivindicativo.

Y hablando de reclamos: no es un dato menor que el núcleo central de lo que Moyano le reclama al gobierno (por caso la suba del mínimo no imponible o la generalización del pago de las asignaciones familiares) no interpela a la mayoría o al conjunto de sus representados (los trabajadores): uno de cada tres están en negro, y de los otros dos, uno no alcanza los niveles salariales que determinan que pague Ganancias, o deje de percibir las asignaciones familiares.

Lo apuntado no indica una toma de postura sobre la legitimidad de los planteos, sino de la constatación de hechos que determinan el contexto en el que se producen; que es el que determina a su vez la posibilidad de que nucleen o no en torno suyo a un sujeto social relevante: es muy probable que la mayoría de los trabajadores (que votaron a Cristina masivamente) entiendan que el panorama económico enfrenta turbulencias, pero confíen en el rumbo trazado por el gobierno y entiendan que no todas las cuestiones pendientes puedan ser resueltas ya mismo; o que por el contrario hay otras que son más prioritarias, como preservar el empleo o eliminar los altos niveles de informalidad.

Esa lectura divergente (entre la percepción de Moyano, la de sus propios representados y la del gobierno) está en el núcleo de la disputa que Moyano plantea (y que en mi opinión, ha perdido antes de empezar) por apropiarse de buena parte del 54 % de Cristina; y desde esa plataforma de legitimidad lanzar sus reclamos.
     
Por no decir que la credibilidad de esos reclamos se resiente a diario -y sin que el gobierno mueva un dedo para desacreditar a Moyano- cuando se mezclan con las quejas por su situación personal en la justicia, o se insiste en la metodología de amenazar con paros nacionales a cada rato y por cualquier cosa; como hace su hijo Pablo. 

No deja de ser curioso que los tres reclamos más importantes de Moyano al gobierno (los dos señalados más arriba, más la situación de las obras sociales) exigen un esfuerzo financiero del Estado en momentos en que hay dificultades en ese aspecto: es como si el camionero sostuviera su propia paritaria con Cristina, y como no la puede cerrar como pretende, amenaza con tirar del mantel.

Como tampoco deja de ser curioso que cada vez hable menos del proyecto de participación en las ganancias: es como si estuviera diciendo que su problema es más con el gobierno (y por ende político), que con los empresarios (y por ende, sindical).

Es posible que la estrategia que ha elegido Moyano sea funcional a la de Cristina (si es que la hay) para garantizarse una afirmación de su liderazgo para transitar sin sobresaltos un mandato complejo, al final del cual no tiene la posibilidad de la reelección.

Si hay tal estrategia de Cristina, y si resulta a futuro fortaleciendo al dispositivo político oficialista y no debilitándolo, son cosas que están por verse: lo cierto es que hoy no hay canales de comunicación entre las partes, ni formales ni -al parecer- informales.

Decía yo que el planteo de Moyano (aun con ropaje sindical) es político, y es allí donde revela su mayor endeblez; no ya porque hoy por hoy es poco sensato discutir el liderazgo de Cristina hacia el interior del kirchnerismo, sino porque -también hoy por hoy- las posibilidades de acumulación polìtica en el peronismo por fuera del kirchnerismo son nulas; y más aun lo son en la oposición. 

Tampoco creo que Moyano sea tan necio como para creer de verdad que de golpe se ha vuelto rubio y de ojos celestes.

Y para terminar lo más curioso de este caso es que Moyano -para dirimir su disputa con Cristina- apela al peronómetro; cuando la historia del sindicalismo peronista marca que, cada vez que disputó poder político, perdió invariablemente.

Desde Cipriano Reyes con el primer Perón hasta Vandor con el exiliado en Madrid, pasando por Lorenzo Miguel que intentó  hegemonizar la conducción del peronismo en crisis de la post dictadura, todos terminaron invariablemente fracasando en la empresa.

Curiosamente quien encarnara el antecedente más inmediato de una figura que ocupara un rol similar al de Moyano (Saúl Ubaldini) entendió el dilema y no se lanzó a la disputa, aun cuando la situación era entonces la inversa: desde los sectores políticos del peronismo le tiraban de la campera reclamando la asunción de un liderazgo vacante, para lo cual el hombre tenía por entonces un sujeto social concreto detrás suyo.

Algo que está por verse si Moyano logra, y en que medida.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Muy bueno, una cosa, Ubaldini sí intentó, como candidato a Gobernador de Bs As, y sacó el 2%.
Un abrazo.

La Corriente Kirchnerista de Santa Fe dijo...

Es cierto, pero fundamentalmente el post refiere a conducir el peronismo, suerte electoral (con resultados parecidos) intentaron varios.