El discurso de Lula ayer en Sao Bernado Do Campo antes de entregarse para ser detenido fue una verdadera lección de política, con mayúsculas, del principio al fin. Una versión completa en español, acá. Debería usarse en la formación política de los militantes, y de no pocos dirigentes.
Aplicando aquello que decía Marechal que los laberintos se sale por arriba, Lula dejó al régimen golpista de Témer y los que verdaderamente mandan hoy en Brasil (los grandes medios, los grandes grupos económicos y la justicia a su servicio) en una encerrona: convirtió el pedido de detención del juez Moro en su contra, en un arma política formidable en contra del sistema corrupto que gobierna el país, y que quiere proscribirlo para que no gane las elecciones. Lula preso gana, y libre también.
Si Lula no puede ser candidato y el gobierno o la derecha brasileña ganan la elección, no habrá triunfo más ilegítimo. Si no obstante encarcelarlo pierden, no habrá derrota más estruendosa. Y si es candidato y gana, no habrá victoria más rotunda: la única forma digna que les queda para vencerlo es hacerlo en elecciones limpias, con él como candidato.
Haciendo abstracción de su situación personal y cual personaje de Oesterheld, Lula apeló al héroe colectivo: a que aparezcan uno, dos, miles de Lulas que lleven a las grandes mayorías del pueblo brasileño a ganar las elecciones. Un llamado a que la organización política trascienda al líder providencial, un lugar del que Lula se corrió, aunque al hacerlo su figura se agigante cada vez más.
Claro que un Lula no se consigue todos los días, pero hay que aprovechar lo que enseña, también acá: para los que viven pidiendo autocríticas (de los otros) y reconocimiento público de errores, Lula la hizo, pero arremangándose y recorriendo de una punta a otra del país, yendo en busca del Brasil profundo, pobre y marginado al que debió su fuerza electoral, y su vigencia política.
Diciendo sin decir, estaba reparando los errores y los desvíos de los gobiernos del PT, cuando se ponía más el acento en conseguir el "investment grade" o en no malquistarse con los sectores financieros o los grandes medios, o en componendas con la corrupta partidocracia tradicional brasileña; en lugar de respaldarse en el pueblo llano, en las organizaciones de base, en los sindicatos, en definitiva en aquéllos que hicieron de Lula lo que es hoy.
Por eso fue a donde fue, por eso estuvo con quienes estuvo (dialogando incluso con dirigentes de otras fuerzas políticas de izquierda y centroizquierda), por eso eligió esperar la detención en el sindicato que lo vio nacer como dirigente, organización en la que dijo, aprendió todo lo que sabe en el mundo de la política.
Un volver a nacer desde cero, desde la base, desde las fuentes, pero con la experiencia concreta de más de una década de gobiernos del PT frescas en la memoria de los sectores más postergados de la sociedad brasileña; y la experiencia más cercana -y dolorosa- de lo que vino después: cualquier semejanza con lo que pasó acá con la "campaña del miedo" y la gestión del gobierno de Macri, no es pura casualidad.
Lula enumeró ayer los grandes logros de su gobierno ante una multitud que los conoce y los agradece, y que por eso lo rodeó de afecto; y dice bien: esos logros son los que lo llevarán a la cárcel, como preso político de un sistema corrupto que utiliza al poder judicial como herramienta, y que no tolera ceder el más mínimo privilegio, para que los que nada tienen, logren algo.
Los errores que no mencionó, es muy claro por lo que dice y hace, que los tiene a la vista; esencialmente haber creído que se puede pactar -explícita o implícitamente- con la derecha: por hacer un parangón con la Argentina, Lula y los gobiernos del PT no discutieron no disputaron la renta agropecuaria, ni intentaron romper la concentración mediática, o enfrentarse a los grandes intereses de la banca o las finanzas internacionales.
Pero esa actitud contemporarizadora -por la cual en otros tiempos acá lo ponían como ejemplo y modelo a seguir muchos de los que ahora se alegran por su detención- no le granjeó la simpatía del establishment estando en el poder, ni la clemencia cuando lo dejó; como quedó demostrado. Una lección para que aprenda no solo el PT en Brasil, sino los que acá tratan de articular un "oposición de diseño" como dice Cristina, para que el sistema los tolere como posible recambio del macrismo.
Por supuesto que por aquello tantas veces dicho del dedo y la luna, no faltan acá quienes rescatan que Lula "respeta las instituciones y por eso se entregó a la justicia", sin reparar en que lo hace dando un profundo mensaje político que pone en su justo lugar a esas instituciones, y a esa justicia: un mascarada vacía de contenido, puesta al servicio de los deseos y los intereses de los más poderosos.
Y tampoco faltaron los revolucionarios de café que se las saben todas, que oscilaron entre el "no hay que defender a Lula porque es corrupto, representa a la derecha y traicionó a los trabajadores", y las críticas al líder del PT por no haber convocado a la resistencia civil o a incendiar todo; olvidando que eso era justamente lo que la derecha brasileña estaba esperando, para poder descargar toda la furia del aparato represivo, en un país virtualmente militarizado y con parte de sus fuerzas armadas amenazando con dar un golpe si Lula no iba preso; y con un pueblo que no se ha caracterizado hasta acá por reaccionar en las calles masivamente contra las políticas regresivas del gobierno de Témer.
Sirvan también ambos ejemplos, para aprender acá a detectar pelotudos, cuando se los escucha decir lo mismo, en circunstancias parecidas. Claro que también están los que se preguntan por qué Lula va preso, y Cristina no; pero esos no son pelotudos: son hijos de puta, que es distinto.
Aplicando aquello que decía Marechal que los laberintos se sale por arriba, Lula dejó al régimen golpista de Témer y los que verdaderamente mandan hoy en Brasil (los grandes medios, los grandes grupos económicos y la justicia a su servicio) en una encerrona: convirtió el pedido de detención del juez Moro en su contra, en un arma política formidable en contra del sistema corrupto que gobierna el país, y que quiere proscribirlo para que no gane las elecciones. Lula preso gana, y libre también.
Si Lula no puede ser candidato y el gobierno o la derecha brasileña ganan la elección, no habrá triunfo más ilegítimo. Si no obstante encarcelarlo pierden, no habrá derrota más estruendosa. Y si es candidato y gana, no habrá victoria más rotunda: la única forma digna que les queda para vencerlo es hacerlo en elecciones limpias, con él como candidato.
Haciendo abstracción de su situación personal y cual personaje de Oesterheld, Lula apeló al héroe colectivo: a que aparezcan uno, dos, miles de Lulas que lleven a las grandes mayorías del pueblo brasileño a ganar las elecciones. Un llamado a que la organización política trascienda al líder providencial, un lugar del que Lula se corrió, aunque al hacerlo su figura se agigante cada vez más.
Claro que un Lula no se consigue todos los días, pero hay que aprovechar lo que enseña, también acá: para los que viven pidiendo autocríticas (de los otros) y reconocimiento público de errores, Lula la hizo, pero arremangándose y recorriendo de una punta a otra del país, yendo en busca del Brasil profundo, pobre y marginado al que debió su fuerza electoral, y su vigencia política.
Diciendo sin decir, estaba reparando los errores y los desvíos de los gobiernos del PT, cuando se ponía más el acento en conseguir el "investment grade" o en no malquistarse con los sectores financieros o los grandes medios, o en componendas con la corrupta partidocracia tradicional brasileña; en lugar de respaldarse en el pueblo llano, en las organizaciones de base, en los sindicatos, en definitiva en aquéllos que hicieron de Lula lo que es hoy.
Por eso fue a donde fue, por eso estuvo con quienes estuvo (dialogando incluso con dirigentes de otras fuerzas políticas de izquierda y centroizquierda), por eso eligió esperar la detención en el sindicato que lo vio nacer como dirigente, organización en la que dijo, aprendió todo lo que sabe en el mundo de la política.
Un volver a nacer desde cero, desde la base, desde las fuentes, pero con la experiencia concreta de más de una década de gobiernos del PT frescas en la memoria de los sectores más postergados de la sociedad brasileña; y la experiencia más cercana -y dolorosa- de lo que vino después: cualquier semejanza con lo que pasó acá con la "campaña del miedo" y la gestión del gobierno de Macri, no es pura casualidad.
Lula enumeró ayer los grandes logros de su gobierno ante una multitud que los conoce y los agradece, y que por eso lo rodeó de afecto; y dice bien: esos logros son los que lo llevarán a la cárcel, como preso político de un sistema corrupto que utiliza al poder judicial como herramienta, y que no tolera ceder el más mínimo privilegio, para que los que nada tienen, logren algo.
Los errores que no mencionó, es muy claro por lo que dice y hace, que los tiene a la vista; esencialmente haber creído que se puede pactar -explícita o implícitamente- con la derecha: por hacer un parangón con la Argentina, Lula y los gobiernos del PT no discutieron no disputaron la renta agropecuaria, ni intentaron romper la concentración mediática, o enfrentarse a los grandes intereses de la banca o las finanzas internacionales.
Pero esa actitud contemporarizadora -por la cual en otros tiempos acá lo ponían como ejemplo y modelo a seguir muchos de los que ahora se alegran por su detención- no le granjeó la simpatía del establishment estando en el poder, ni la clemencia cuando lo dejó; como quedó demostrado. Una lección para que aprenda no solo el PT en Brasil, sino los que acá tratan de articular un "oposición de diseño" como dice Cristina, para que el sistema los tolere como posible recambio del macrismo.
Por supuesto que por aquello tantas veces dicho del dedo y la luna, no faltan acá quienes rescatan que Lula "respeta las instituciones y por eso se entregó a la justicia", sin reparar en que lo hace dando un profundo mensaje político que pone en su justo lugar a esas instituciones, y a esa justicia: un mascarada vacía de contenido, puesta al servicio de los deseos y los intereses de los más poderosos.
Y tampoco faltaron los revolucionarios de café que se las saben todas, que oscilaron entre el "no hay que defender a Lula porque es corrupto, representa a la derecha y traicionó a los trabajadores", y las críticas al líder del PT por no haber convocado a la resistencia civil o a incendiar todo; olvidando que eso era justamente lo que la derecha brasileña estaba esperando, para poder descargar toda la furia del aparato represivo, en un país virtualmente militarizado y con parte de sus fuerzas armadas amenazando con dar un golpe si Lula no iba preso; y con un pueblo que no se ha caracterizado hasta acá por reaccionar en las calles masivamente contra las políticas regresivas del gobierno de Témer.
Sirvan también ambos ejemplos, para aprender acá a detectar pelotudos, cuando se los escucha decir lo mismo, en circunstancias parecidas. Claro que también están los que se preguntan por qué Lula va preso, y Cristina no; pero esos no son pelotudos: son hijos de puta, que es distinto.
2 comentarios:
"... y con un pueblo que no se ha caracterizado hasta acá por reaccionar en las calles masivamente contra las políticas regresivas del gobierno de Témer."
No sólo eso: si hay que confiar en las cifras oficiales del mismo PT, había 15.000 personas rodeando el sindicato de metalúrgicos. En términos argentinos, nadie.
uno dos miles de Lulas...
uno dos muchos Vietnams... dijo el Che antes de partir a Bolivia.
yo sé que ustedes recogerán mi palabra y la llevarán como bandera a la victoria, parafraseando a Eva.
algunos esperaban un octubre del 45.
se encontraron con un setiembre del 55.
entre la sangre y el tiempo elijo el tiempo dijo uno y Lula lo sabe.
resistencia es la consigna en toda la patria grande.
pero esta vez aprendimos, y la resistencia no violenta va a ser letal para los sátrapas.
y entonces sí, no vuelven más.
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