LA FRASE

"DE MI ASCENSO A SECRETARIO DE ESTADO SOLO DIRÉ QUE SI UNO ES BUENO EN LO SUYO, EL RECONOCIMIENTO SIEMPRE LLEGA." (MANUEL ADORNI)

domingo, 24 de marzo de 2013

MEMORIA, VERDAD Y JUSTICIA


Este nuevo aniversario del golpe nos sorprende en un contexto político que hace poco analizamos acá, tomando como disparador la elección de Bergoglio como Papa; y la intensa campaña de prensa desplegada para desvincularlo de todas acusación de complicidad con la dictadura.

Un contexto en el que Videla, el supremo genocida, lejos de expresar el más mínimo atisbo de arrepentimiento, llama otra vez a las fuerzas armadas a levantarse contra un gobierno elegido por el pueblo; y en el que otros genocidas notorios (como Menéndez), lucen orgullosos en el pecho la escarapela vaticana; como proclamando a quien quiera oírlos, que actuaron cumpliendo un mandato divino.

Pero -y esto no hay que perderlo de vista- lo hicieron en ambos casos desde la cárcel, o en los estrados de la justicia adonde fueron llevados por la lucha de los organismos de derechos humanos; y por la convicción política de ese gobierno al que quisieran voltear, si pudieran, lo que no es poco.

Claro que la justicia tardó muchos años (demasiados), y en el medio la democracia claudicó muchas veces (demasiadas) en sus convicciones para hacerla realidad, y saldar éticamente esa cuenta pendiente con nuestro pasado más oscuro.

Y claro también que -si sólo dependiera de esa misma justicia- tardaría mucho más en hacer llegar el castigo a los que aun están impunes, empezando por los socios civiles del golpe; o en rigor: sus verdaderos instigadores, y sus beneficiarios directos.

Que no casualmente son los mismos que también -si pudieran- tratarían de tumbar a éste gobierno; porque de ese modo clausurarían todo intento de hacerles pagar sus cuentas en la justicia.

En los 37 transcurridos desde aquél 24 de marzo la memoria se mantuvo activa, aun cuando hubo intentos de todo tipo para y oscurecerla; y la verdad se fue abriendo paso aunque trataran de silenciarla, de un modo que hoy nadie puede decir que no supo lo que pasaba: en todo caso tendrá que decir que lo sabía, y estaba de acuerdo o le pareció necesario el baño de sangre, que es otra cosa.

Hasta en el intento del Vaticano y sus corifeos locales de desvincular al nuevo Papa de todo vínculo con el horror, hay una admisión implícita de culpas por la actuación de la iglesia en los años de plomo: la escarapela blanca y amarilla de los genocidas en el juicio por el campo de concentración de La Perla es también incómoda para ellos.

Bien harían en desplegar la misma energía que ponen para blanquear el pasado del nuevo Papa, en asumir públicamente su rol durante la dictadura, y en comprometerse en serio con la causa de los derechos humanos violados entonces, aportando toda la información de que seguramente disponen; para seguir haciendo justicia. Aunque los alcance.

Ese sí que sería un signo concreto, no sólo de que el nuevo Papa no tuvo nada que ver con la dictadura, sino de que algunas cosas en la iglesia están cambiando.

Pero volviendo a casa, éste 24 de marzo nos sorprende también asistiendo al intento de la versión remixada de aquélla patria financiera de los Chicago Boy's. de socavar al gobierno elegido por el 54 % de los argentinos, por un golpe de mercado. Como si en el medio nada hubiera pasado, como si -al igual que Videla- no tuvieran nada de que arrepentirse.

De modo que nuestra mejor manera de conmemorar este día es impedírselos, porque como decía Cristina en la mansión Seré, cuando se llevan puesto a un gobierno (antes con tanques y fusiles, ahora con corridas, fugas de capitales y devaluaciones), se están llevando puesta a la democracia.

Aunque algunos -en su furia antikirchnerista- se olviden, así como otros no salieron a cruzarlo a Videla, creyendo que sus dardos eran contra un gobierno; y contra el sistema democrático en su conjunto.

Y -como también apuntaba la presidenta- el mejor modo de honrar a los compañeros desaparecidos es aportar lo nuestro para construir ese país con el que ellos soñaron, y por el que lucharon y murieron.  

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