El problema de la
restricción externa y el déficit de cuenta corriente la principal
inconsistencia del modelo económico en curso) se agrava mes a mes como
consecuencia de las inconsistencias internas, y del alza de las tasas
internacionales de interés; que generan la suba del dólar por la mayor demanda
fruto de la aceleración de la fuga de capitales, en un contexto de
desregulación de su flujo. Pero el gobierno no repondrá los controles al flujo
de capitales.
En un contexto de
tasas altas hay menos liquidez mundial, y se corta abruptamente el chorro del
financiamiento vía deuda, que financia a su vez la fuga de capitales y el dólar
barato para turismo y ahorro; dos objetos del deseo de las clases medias que
constituyen el núcleo duro de los votantes de “Cambiemos”. Pero el gobierno no
reimplantará las restricciones al libre acceso a las divisas de quien quiera
comprarlas, mientras pueda; y si lo hiciera, se granjearía el malhumor de sus
propios votantes.
El dólar barato
funcionaba como ancla inflacionaria ancla junto con las paritarias, pero se
soltó, dejando a estas como el único dique de contención que el gobierno
imagina para el alza de los precios. Una suba del dólar, en la Argentina, sin
retenciones y con precios, tarifas e insumos básicos (alimentos, combustibles,
energía) dolarizados solo puede tener como resultado una aceleración de la
inflación. Pero el gobierno no “pesificará” las tarifas, ni repondrá las
retenciones.
El mecanismo de
apelar a la suba de las tasas para bajar el dólar o mantenerlo estable solo
logra atraer parte de los capitales que se fugaron armando la corrida, y
vuelven para obtener ganancias fáciles, al precio de generar una recesión por
el insostenible costo del financiamiento interno. Pero el gobierno no sabe como
desarmar la bomba de las LEBAC´s sin costo (el canje por un bono del Estado
aumentaría el endeudamiento ya de por sí excesivo), y tampoco dará marcha atrás
con las medidas de desregulación financiera, como haber eliminado los pisos y
techos a las tasas activas que pueden cobrar y pagar los bancos.
La recesión
afectará aun más el empleo, así como la inflación golpea a los salarios; lo que
supone que el efecto disciplinador que normalmente tiene un alza de la
desocupación, se encontrará con los pedidos sindicales de activar las cláusulas
gatillo de las paritarias, reavivando la puja distributiva que el gobierno
pretendió desterrar; anclando el dólar, subiendo las tasas y poniéndole techo a
las paritarias. Pero el gobierno no abandonará la idea de decir en público que
la inflación es un fenómeno estrictamente monetario, que se ataca subiendo las
tasas y contrayendo el gasto público.
Si no se activan
las cláusulas gatillo de las paritarias (algo completamente inviable en este
contexto) los trabajadores continuarán resignando salarios y poder adquisitivo,
así como los jubilados, pensionados y beneficiarios de la AUH (que no tienen
paritarias, ni cláusulas gatillo) ya están perdiéndolo por la aplicación de la
nueva fórmula de ajuste de los haberes. Pero el gobierno no está dispuesto a
modificarla, e incluso va al FMI, que le pedirá profundizar el ajuste allí.
Menos poder
adquisitivo de los salarios, jubilaciones, pensiones y AUH (cuyos beneficiarios
son sectores con mayor propensión al consumo, y menor capacidad de ahorro que se
vuelque al dólar) retraerán aun más el consumo y no resolverán el problema de
la demanda de dólares, que es empujada por los que tienen excedentes
disponibles para dolarizar y fugar. Pero el gobierno no retrocederá en su
objetivo estratégico de bajar costos salariales en dólares, y transferir
ingresos del trabajo, a mayor rentabilidad del capital.
Una merma en el
consumo impacta en el nivel de actividad, al igual que la suba de las tasas y
el ajuste en el gasto público, gran porcentaje del cual es gasto social
(salarios, prestaciones de la seguridad social) y subsidios a las tarifas de
los servicios públicos. Pero el gobierno está cerrando un acuerdo con el FMI
para achicar el gasto público y reducir el déficit primario; objetivos
inviables (al menos en términos cuantitativamente relevantes) si no sigue
recortando subsidios, salarios, jubilaciones y AUH, en términos nominales y
reales.
Con la caída del
nivel de actividad, se termina afectando la recaudación impositiva, y por ende
poniendo más en riesgo la búsqueda del equilibrio fiscal; al mismo tiempo que
la devaluación aumenta el peso de los intereses de la deuda sobre los gastos
del Estado, acelerando en dirección a una crisis de pagos de la deuda. Pero el
gobierno no considera siquiera como alternativa recuperar ingresos, afectando impositivamente rentas
extraordinarias de los que ganan con este esquema macroeconómico; y que
obtuvieron beneficios impositivos en estos dos años y medios.
Si bajaran las
tasas para no afectar el nivel de actividad, los inversores se volverían al
dólar agravando la presión sobre el tipo de cambio, la restricción externa y el
peso de los intereses de la deuda sobre las cuentas públicas. Vuelta a empezar.
Contra toda la
evidencia empírica en contrario, el diagnóstico del gobierno -y las medidas que
piensa tomar en su consecuencia- es que el problema es el déficit fiscal, por
eso acudió al FMI y busca apoyos para profundizar el ajuste; lo que no hará
sino aumentar la conflictividad social, haciéndolo inviable e insostenible, en
términos políticos.
Eso es lo que está
viendo hasta la “oposición responsable”, y de allí el faltazo de los
gobernadores a bancar en el Congreso los tarifazos, y su renuencia a entrar en
mayores gestos de apoyo al acuerdo con el FMI; salvo alguno pasado con armas y
bagajes al oficialismo como Urtubey.
Sin horizonte
económico, con menos apoyo político, con menos consenso social, ¿qué le queda
al gobierno para imponer el programa que ha definido como propio y el único
posible, disputando su autoría intelectual con el FMI? La respuesta es
sencilla: la represión; pero dispara otra pregunta ¿Cuánto puede durar un
gobierno respondiendo de ese único modo? El antecedente de De La Rúa en el 2001 no favorece esa salida.
1 comentario:
Ahora, a diferencia del 2001 cuentan con el arma más poderosa que la represión... la onnubilación que ejercen sobre la clase media con el ejército bde infantería que es la comunicación.
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