Sobre la sequía de inversiones,
leemos en Infobae: “El "Informe sobre Inversiones en el mundo 2017" publicado por las Naciones Unidas no proyecta un
panorama alentador para América Latina en términos de inversión extranjera
directa (IED), y dentro de la región, la Argentina no es la excepción. Según el
informe al que accedió Infobae, la tendencia a la baja de los flujos de IED hacia la
región se aceleró y cayeron un 14% en 2016 hasta los USD 142.000 millones. Para
el 2017, la proyección es que esos flujos caigan hasta los USD 130.000 millones
porque "persisten las incertidumbres macroeconómicas y políticas".
La IED era de USD 11.759
millones en 2015 y pasó a USD 5.745 un año más tarde. Esta reducción a la mitad
se dio por la salida del
cepo cambiario: las empresas ya no estaban obligadas a reinvertir sus
utilidades y, de esta forma, pudieron girar dividendos a sus casas matrices.
"La reinversión de
utilidades cayó de los USD 8.000 millones a los USD. 4.000 millones". A contramano de las inversiones
que todavía no llegan con fuerza a la economía real, las inversiones
financieras -como la compra de acciones de empresas o bonos- se cuadriplicaron:
subieron de los 1.000 millones a los 4.000 millones de dólares, "como
resultado de los esfuerzos del Gobierno para impulsar las inversiones".” (las negritas son
nuestras)
La eficacia de la campaña mediática contra el llamado
“cepo cambiario” (y los errores de comunicación nuestros, tal lo explicado acá)
hicieron que muchos argentinos que ni siquiera se veían afectados por esas
medidas en lo más mínimo las vieran como un problema que debía ser urgentemente
resuelto.
Como si uno de los problemas
principales de la economía argentina no fuera la restricción externa (un rasgo
estructural desde los tiempos del modelo primario agroexportador), sino que las
personas no pudieran comprar dólares para ahorrar, o para viajar al exterior;
cuando la primera opción estuvo inhabilitado solo entre fines del 2011 y enero
del 2014, y la otra estuvo siempre disponible, y en ambos casos afectaban a una
porción minoritaria de la sociedad.
El verdadero “cepo cambiario” al
cual se le apuntaba eran las restricciones para el acceso a las divisas (bien
escaso y como tal, de necesaria fijación de prioridades de uso por el Estado,
en el marco de la estrategia económica general) de aquellos que mueven grandes
volúmenes; y tienen fuertes intereses en garantizarse un flujo ininterrumpido
de capitales al exterior, en moneda dura, por vías legales (remisión de
dividendos) o ilegales (fuga).
De allí que las primeras
disposiciones del gobierno de “Cambiemos” para “levantar el cepo” fueran la
eliminación de los encajes bancarios en los que los que traían dólares al país
tenían que dejarlos “calzados” por un tiempo en colocaciones en el sistema
financiero, y la eliminación también de toda restricción a las multinacionales
que operan en el país para que giren dividendos a sus casas matrices.
La vuelta al pleno imperio del
régimen de inversiones extranjeras de la Ley 21.382 de Martínez de Hoz y Videla
(cuya reforma fue una de las principales materias pendientes del kirchnerismo)
empeorada durante el menemismo significó que las
compañías extranjeras no tuvieran que verse forzadas a reinvertir en el país
parte de sus ganancias, por no poder acceder a las divisas para girarlas al
exterior.
Y ya se sabe lo que hace el
capital si no se lo regula: seguir estrictamente la lógica que dicta su propio
interés, que es maximizar los beneficios, sin asumir riesgos. Menos en un país
cuyo gobierno busca explícitamente deprimir los niveles de consumo interno, con
el pretexto de combatir la inflación, y la intención real de deprimir salarios
reales para recomponer tasas de ganancia del capital.
Tanta magnamidad con las multis
se completó con la increíble concesión de un plazo de 10 a los exportadores para que
ingresen y liquiden en el país las divisas del comercio exterior, las únicas de
origen genuino para afrontar la restricción externa; rápidamente reemplazadas
con los dólares provenientes del endeudamiento y la especulación financiera;
que alimentan la bicicleta financiera y la fuga de capitales, y afectan la
competitividad de las exportaciones y el desarrollo industrial del país
depreciando vel tipo de cambio y abaratando las importaciones.
En un contexto de debilidad del
comercio mundial y bajo la plena vigencia de un modelo de valorización
financiera y retracción del consumo en el mercado interno, los resultados que
apunta el informe de la ONU eran algo que cualquiera podía prever que pasaría,
salvo los talibanes del neoliberalismo ofertista, que suponen que puede existir
inversión allí donde no existe demanda que satisfacer.
Las únicas inversiones extranjera
que llueven y prosperan en la Argentina de Macri más allá de algunos nichos
puntuales como pueden ser en el futuro los recursos energéticos no
convencionales y la explotación en Vaca Muerta (y aun así está por verse cuanto
mueven el amperímetro inversor), son las financieras de portafolio, o en algún
caso las excursiones de shopping de capitales extranjeros que compren activos
empresarios nacionales
Lo que por otro lado contribuye a profundizar aun más el grado de
extranjerización y concentración de la ceconomía, y -a futuro- a perpetuar la
restricción externa, en tanto no agregan capital para modificar la estructura
productiva del país y su capacidad de generación de divisas; para moderar esa
restricción o superarla, incrementando las exportaciones con mayor valor
industrial agregado.
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