LA FRASE

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miércoles, 21 de junio de 2017

LOS QUE DIVIDEN AL PERONISMO SANTAFESINO


Aunque no están del todo claras las razones de la renuncia de Ricardo Olivera a la presidencia del PJ provincial, todas las versiones circulantes tienen un punto en común: les adjudican responsabilidad a los senadores provinciales que impulsan la candidatura a diputada nacional de la ex jueza Rodenas; sea porque le habían prometido un lugar en la lista (la versión menos extendida), o porque le echaron en cara -insólitamente- que le cediera el PJ al triunviro de la CGT Schmid para lanzar su candidatura por la tercera lista que competirá en las PASO, junto con la del "Chivo" Rossi.

Como sea, el desenlace no debe sorprender: los senadores (mal que nos pese) son los que conservan el poder real del PJ, y por eso el peronismo santafesino está como está: sin perspectiva alguna de volver al poder en la provincia y en muchas de sus municipalidades más importantes, y desconectado de la discusión política del PJ nacional, sin peso para incidir allí en ningún sentido.

Cosa que a los senadores -por supuesto- no les interesa ni preocupa en lo más mínimo: cómodos en el usufructuo desde hace décadas en sus respectivos feudos locales, se limitan a negociar con el Frente Progresista la cuota de los subsidios anuales a cambio de diluirse como oposición, y colaborar con "la gobernabilidad de la provincia" votándole todo a los gobiernos provinciales en la Legislatura, desde Binner hasta Lifschitz, sin excepción.

Sin preocuparse jamás por construir políticamente nada, siempre a la pesca del sucesor de Reutemann cuando el hombre de la campera roja entró en su ocaso; jugaron bajo cuerda para Del Sel en el 2011, repartieron las cargas entre el ex Midachi y Perotti en el 2015, y hasta unas semanas antes de volver al redil del PJ rosqueaban para armarle algo a Massa en Santa Fe: cualquier bondi que los deje en el lugar de comodidad en el que ya están, los deja bien.

Desde ese lugar se entiende que hayan ido a buscar a una jueza (es decir, por fuera de la política), en un intento por oponerle una candidatura a la de Agustín Rossi, que (dicen ellos) "divide al peronismo".

Sin venir del kirchnerismo ni identificarse abiertamente con los gobiernos de Néstor y Cristina, hay que reconocerle desde acá a Ricardo Olivera que asumió la responsabilidad de conducir el PJ en un momento difícil, cuando el partido ni siquiera podía pagar los sueldos de sus empleados -entre otras cosas- porque estos mismos senadores se negaban a aportar el 8 % de sus sueldos como manda la carta orgánica.

Y le puso empeño militante a la tarea, abriendo las puertas del partido con generosidad para todas las agrupaciones y sectores internos, sin sectarismos ni discriminaciones. Pero está claro que las dificultades eran mayores a su esfuerzo, porque el contexto político interno en el que tocó desempeñarse nunca se modificó; porque hay fuertes nucleos de intereses internos que operan para que así sea.

El PJ santafesino tiene por delante otra elección de pronóstico reservado, con tres listas compitiendo por adentro, al menos en los papeles: lo que harán sus votantes (y algunos dirigentes) en las generales según como les vaya en suerte en las PASO, es otra historia; y los antecedentes no son alentadores sobre la "unidad" posterior a la competencia.

Aunque parezca paradójico, coincidimos con los senadores en algo: el peronismo santafesino se divide, con un matiz: de un lado estamos los que queremos que vuelva a ser una alternativa válida y gane, y del otro están los que -como ellos- les da lo mismo.

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