La reaparición de Mauricio Macri con protagonismo en plena campaña electoral es una muy buena noticia para el gobierno, y pésima para la oposición: mientras sus candidatos tratan de hacer un ejercicio de hipnotismo colectivo para que el pueblo argentino olvide el desastroso gobierno de "Cambiemos" como si esos cuatro años no hubiesen existido, el ex presidente no sólo les recuerda que existieron, sino que les está exigiendo públicamente que reivindiquen la experiencia.
Sin embargo, sería un error para el gobierno focalizar su campaña en responderle a Macri, o ponerse a rebatir las sandeces que dice: desde el momento en que pretende demostrar que su gobierno endeudó menos al país que el de Alberto Fernández, está demostrando que perforó un umbral de razonabilidad mínima del discurso político, que hace que no se pueda pensar en serio en debatir con tamaño personaje, con semejante nivel de alienación de la realidad.
Por otro lado, con el fracaso (como con el éxito) no se discute, y el gobierno de Macri ya fue valorado y juzgado por los argentinos en las elecciones del 2019, cuando le picaron el boleto impiadosamente y en primera vuelta, a su intento reeleccionista financiado por el mismísimo FMI, con un gigantesco aporte de campaña que ahora deberemos devolver todos. Volver sobre esos datos de la realidad -como pretende Macri- es tan absurdo como cuando algunos se ponen a discutir los gobiernos de Néstor y Cristina, que les ganó dos elecciones en primera vuelta y por paliza.
Macri es un problema para la oposición, no para el gobierno. Un jarrón chino que nadie sabe muy bien donde poner, y al que deliberadamente ni siquiera le sugirieron que fuera candidato, desaire que el tipo intentó disimular yéndose de viaje al exterior, cuando cerraban las listas. Y poco pudo influir en el armado de las listas, como no sea para sostener a alguno que otro psiquiátrico, o reclamar lugares para sus ex funcionarios que necesitan fueros, como Darío Nieto o Lombardi.
Sin embargo, hace bien Macri en reclamar por su lugar en el entramado antiperonista: es quien mejor representa al núcleo duro de su electorado, porque ha construido con ellos un vínculo que ninguno de los demás tiene. Por otro lado, en tanto representante del poder real por derecho propio (derecho sucesorio, pero derecho al fin), reapareciendo les recuerda que él está de los dos lados del mostrador de la derecha: del de los representantes del poder económico, y del de su tinglado electoral; que él mismo armó en su momento para volverlo competitivo, y ganar en elecciones abiertas, sin proscripciones ni fraude electoral.
Macri dice que lo que todos los dirigentes de "Juntos por el Cambio" piensan (ahí lo tienen si no al "recién llegado" Martín Tettaz para hacer la comparación, y corroborarlo), pero prefieren callar porque espanta votos, fuera del núcleo duro. Por eso prefieren refugiarse en el discurso de la indignación moral, que es a lo que apela la derecha cuando ha sido descubierta, y no puede traficar sus ideas a cielo abierto.
Pero, reiteramos una vez más: problema de ellos. Macri es un dirigente de nicho, con discurso de nicho, en formato de nicho, con medios y periodistas literalmente pagados de su bolsillo para hacer precisamente lo que está haciendo: reclamar en público que no le birlen su creación, ni se olviden de él, ni lo tiren al canasto de las cosas usadas. Con la autoridad, como dijimos, de seguir siendo el más representativo de ese cuarto o tercio de la sociedad argentina que se reconoce antiperonista, o se autopercibe como tal; aunque en muchos casos por su posición social debiera ser otra cosa.
Aunque con ese registro, esos formatos, ese discurso, no pueda perforar el techo de ese núcleo duro de votos, ni interpelar a nadie por fuera de él, problema que comparte el conjunto de los dirigentes y candidatos de JxC. De allí que sería un grave error para el gobierno enzarzarse en una pelea inútil con un fantasma del pasado, empeñado en no caer en el olvido, si de centralidad política hablamos: nada tenemos que ganar nosotros con eso, no hay votos que buscar ahí.
Bien haríamos, en cambio, en concentrarnos en otros asuntos más urgentes, para sostener las lealtades electorales que nos llevaron de nuevo al gobierno después del gobierno del hijo de Franco, y si fuera posible, acrecentarlos. Pero no es peleando con él que lo vamos a conseguir, sino en todo caso impulsando con decisión y profundidad, políticas que estén en las antípodas de las que lo eyectaron a él de la Casa Rosada, cuando soñaba con quedarse allí largo tiempo, inaugurando un ciclo de hegemonía política como el que en los 90' construyó el menemismo.
3 comentarios:
estoy básicamente de acuerdo, peeero, no jodamos, después del 2001, (aunque ya venía de antes el intento) se formó un núcleo duro enfrentando al kirchnerismo, que, entre la embajada, la prensa servil y la nada misma se inclinó por apoyar a macri, porque no había nada más que pareciera potable. hicieron política en contra del despegue del país y fue así como "ojitos de cielo" terminó de presidente. fue capaz de encolumnar tras de sí a toda la porquería política que se opuso a los k. creo que nadie de los que lo pusieron ahí pudo llegar a imaginarse lo inútil que podría resultar el gato. el pueblo lo bajó de un hondazo en el ´19 y desde entonces toda la oposición sabe que con macri no puede, pero sin macri nadie podrá juntar los pedazos dispersos. en éstas pre elecciones cualquiera se da cuenta que los "herederos" no hacen más que pelearse entre ellos sin encontrar ningún rumbo. le está pasando al JxC lo que le pasó al radicalismo después del ´45, junto a todos los opositores, se fueron destiñendo y siguieron peleándose entre ellos hasta que casi desaparecieron.
Notón. Perspicaz, acertada. Bien, muchachos. Fraternal abrazo peronista.
Macri es un dirigente de nicho.
Prefiero que sea un crematorio.
Publicar un comentario