LA LISTA DEL SÚPER DE LA MESA DE ENLACE

 

Sacáme las retenciones, abríme las exportaciones, subsidiáme más el gas oil y el flete, liberáme los precios de todo, dejáme los avalúos como están, ponéme emergencia agropecuaria, condonáme lo que debo de impuestos, refinanciáme los préstamos bancarios; y con eso más o menos podríamos empezar  a conversar, a ver si te vendo comida, o sigo desabasteciendo.

Faltó por allí una mención a Famatina y la minería a cielo abierto altamente contaminante, pero bueno: nadie es perfecto.

Más o menos así sería la cosa con estos muchachos, aunque hay que reconocer algo: al menos a juzgar por la foto de la conferencia de prensa donde anunciaron un lock out (no es paro, La Nación: el paro lo hacen los trabajadores, no los millonarios panzones aburridos que extrañan los piquetes del 2008), ésta vez no se habrían amparado en la bandera argentina, ni se la habrían apropiado.

Porque a ver, a gente como ésta, que se niega sistemáticamente a pagar impuestos (evade, elude, hace lobby, negrea, miente), quiere que la gente común pague más de lo que ya paga por la comida, fuga la guita del país cuando puede, invierte buena parte de lo que gana en departamentos y casa que quiere alquilar a valores inaccesibles para el hombre común, si hay algo que le importa un carajo, es la Argentina y los argentinos.

Por no mencionar un par de cosas que mencionan estos soretes en su pliego reivindicativo, que son realmente de antología, de un humor tan sutil que se nos escapan.

Como por ejemplo decir que las provincias están aumentando "desmesuradamente" los impuestos cuando eso a ellos no les debería preocupar porque no pagan ninguno, y los que pagan (cuando quieren), como el inmobiliario, cuando los quieren aumentar un cachito (no hablamos tampoco de que Scioli haya hecho la reforma agraria, ni mucho menos) arman todo éste quilombo.

O decir que están preocupados "por la concentración de la tierra en pocas manos", cuando lo que están tratando de hacer es no pagar impuestos por la propiedad de la tierra.

De todos modos, a no desesperar: todo pareciera indicar que -por ahora- no engañan a casi nadie, salvo a los caceroludos porteños.