LA FRASE

"QUE DESDE LA VICEPRESIDENCIA SE SOSTENGA UNA AGENDA QUE NO SEA LA DEL GOBIERNO ES ALGO QUE NUNCA SE HA VISTO." (JULIO COBOS)

sábado, 16 de julio de 2016

OPOSICIÓN, SE BUSCA


Las protestas masivas contra el tarifazo que se extendieron en la noche del jueves por toda la geografía del país tuvieron algunos puntos en común: fueron organizadas pero inorgánicas al mismo tiempo (en tanto los sectores con identificación política clara acompañaron la movida ciudadana, sin protagonizarla) y focalizadas en el rechazo al aumento de las tarifas; aunque quizás ese haya sido el disparador de una situación compleja que venía sumando presión.

Se movilizaron sectores urbanos con predominio de clase media, incluyendo muchos votantes de Macri: en lugares donde “Cambiemos” ganó en forma contundente en el balotaje el “ruidazo” fue masivo y contundente. Una reacción por encima y por afuera del sistema político, que tuvo mayor repercusión greográfica y social que la movida de las centrales sindicales contra los despidos, unos meses atrás.

El gobierno -al menos hasta acá- no acusó recibo, y no parece dispuesto a recapitular en su estrategia de insistir en el ya inviable (en términos sociales) tarifazos, aun “morigerado” con un guiño de la Corte, hacia la cual también se dirigió la protesta del jueves. El blindaje mediático de que goza alcanzó niveles de obscenidad en la corbertura del “ruidazo”, con lo que a corto plazo terminará siendo contraproducente.

Bien dice acá OscarCuervo que las protestas contra el tarifazo marcaron el final de la luna de miel de la sociedad con Macri, incluyendo a parte de sus propios votantes; y la contundencia de la movida podría estar indicando además que los argumentos de la “pesada herencia” o la corrupción kirchnerista podrían tener más eficacia para afectar a Cristina, que para darle al gobierno chance para insistir con el ajuste.

Así parecen haberlo olfateado tanto sectores del oficialismo (como la UCR) para guardar discreta distancia del gobierno del cual son parte y hasta deslizar alguna crítica, como de la “oposición responsable” (Massa, Pichetto, Bossio); para intentar capitalizar el descontento social. Hoy es difícil predecir si lo lograrán, no solo porque hasta acá han sido claves para sostener al gobierno de Macri, sino porque la crisis económica junto con la espectacularización mediática de la corrupción puede decantar en un clima de profunda anti-política en clave 2001; y para colmo en la semana De La Rúa y Cavallo salieron a respaldar al gobierno.

No es sencillo conectar las protestas del jueves contra el tarifazo con otras protestas que se han venido desarrollando por el salario o los despidos, y es probable que muchos de los “protestantes” no estén dispuestos a que se crucen por prejuicios arraigados contra el sindicalismo; pero allí es donde debe aparecer la política, para articular demandas que están íntimamente conectada y para traducirlas electoralmente en un rechazo contundente al proyecto de Macri. De lo contrario todas corren el riesgo de esterilizarse a corto plazo.

Mientras tanto la economía no arranca (antes bien parece profundizar su caída), hasta los “propios” empiezan a reconocer que empeorará y que la mejora ya no es tan cierta ni segura; y sin extendernos en puntualidades, podemos decir que no hay fundamentos visibles para hablar de mejoras, porque el plan no cierra por ningún lado.

El rumbo del gobierno está tan marcado (lo estuvo desde el principio, para el que lo quisiera ver) como su desorientación: Macri mintió sobre el ajuste en campaña (de lo contrario carecería de sentido que se hablara de “campaña del miedo” cuando se advertía lo que hoy está efectivamente pasando), y lo hizo porque no pagaba electoralmente ajustar. Las protestas dejaron en claro que ahora, en el gobierno, no hay margen social para hacerlo.

Pero el plan que lanzó su gobierno no funciona (desde su propia lógica) sin profundizar el ajuste, y sin recorte sustancial de los subsidios no hay ajuste posible: los otros gastos del Estado que se puedan retocar en busca de los “equilibrios” deseados (como la obra pública o los giros a las provincias) no solo profundizarán la recesión y la caída de la economía, sino que incrementarán el conflicto social. Ni que decir que además insistir con la idea del ajuste (como subyace en el acuerdo con la Corte para estirar hasta diciembre el “ajuste recortado”, y volver a aumentar las tarifas en 2017) provocará los mismos resultados, antes y más agravados.

No parece que haya en el gobierno cerebros políticos que sepan leer correctamente esta situación, como tampoco “el mejor equipo de los últimos 50 años” parece abundar en baqueanos capaces de ordenar una gestión muy mediocre; y los “cerebros comunicacionales” expertos en las guerrillas de la redes sociales no alcanzan ya por sí solos para este tramo de la realidad, mucho más duro y crudo que la campaña electoral.

Lo juegan a Macri en persona ante la opinión pública casi como único capital político del gobierno con el riesgo que eso entraña porque no tiene fusibles, y para peor, Macri despilfarra a diario ese capital diciendo boludeces con distinta repercusión: si parafrasear al Bambino Veira en la Bolsa de Comercio puede pasar desapercibido para la mayoría, las metáforas sobre remeras y patas encienden los ánimos, y arrimaron no pocos adherentes a las protestas.

Pero con todo eso no alcanza para formar una oposición al gobierno, y ése sigue siendo el principal activo político de Macri: la división del peronismo, el rol distractivo de las denunciadoras seriales como Carrió, Ocaña y Stolbizer (ésta última un activo compartido por Massa y el gobierno), el oportunismo de Massa y sus límites concretos a la hora de votar en el Congreso y sostener la rosca con el gobierno de Vidal en Buenos Aires.

Por el lado del kirchnerismo y la situación de Cristina, el constante acoso judicial no es tanto para meterla presa (algo que en éste momento le sumaría al gobierno otro problema), como para mantenerla callada, aislada y ocupada en devolver pelotazos más que en articular políticamente, mientras se la desacredita para opinar o por si pretendiera erigirse en referencia de la oposición.

Los que protestaron el jueves (como los que lo hacían en los cacerolazos contra CFK) son como los personajes de Pirandello que buscaban un autor: aunque no lo planteen hoy como demanda acuciante y se abra paso el discurso anti-político, en algún momento buscarán al que los exprese, política y electoralmente.

El kirchnerismo minimizó en su momento los cacerolazos, pero éstos no erosionaron su capacidad de gobernar, ni de imponer la agenda política hasta el final del mandato de Cristina. En todo caso lo afectaron electoralmente pero de un modo encapsulado, porque en su gran mayoría eran protestas protagonizadas por quienes ya adversaban a su gobierno, y no votaban al FPV.

Aquí y ahora la situación es diferente, y tiene otras consecuencias: el tarifazo erosiona la imagen del gobierno de Macri tanto como su base electoral, construida el año pasado en  etapas sucesivas (PASO, primera y segunda vuelta) que dan cuenta de grados de adhesión a largo plazo que van (esquemáticamente) de mayor a meno, y con preponderancia de los apoyos siempre volátiles de las clases medias. Si el panorama descripto no cambia el país se encamina más temprano que tarde a una crisis económica y social profunda, sin posibilidad de alternancia o recambio político a la vista.

Y si eso ocurre, todas las fragilidades del sistema quedarán desnudas si desde la política no se encuentra una salida que no pueden proveer los CEO's para salir del atolladero en donde los (y nos) metió su talibanismo neoliberal, su nula cintura política y sensibilidad social y su mediocre (por no decir mala) capacidad de gestión de la cosa pública; tanto como su voracidad por satisfacer las demandas de los sectores de los cuáles provienen, y a los que seguramente volverán tras su paso por el gobierno.

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