LA FRASE

"DE MI ASCENSO A SECRETARIO DE ESTADO SOLO DIRÉ QUE SI UNO ES BUENO EN LO SUYO, EL RECONOCIMIENTO SIEMPRE LLEGA." (MANUEL ADORNI)

lunes, 4 de abril de 2011

FUENTEALBA


Se cumplen hoy cuatro años de la muerte del docente neuquino Carlos Fuentealba, a manos de la policía del entonces gobernador Sobisch; que daba así un trágico ejemplo de como entiende la derecha argentina que debe encararse desde el Estado, la protesta social.

Y esto es importante no olvidarlo -tanto como continuar la lucha por justicia para Fuentealba, con cárcel para los autores materiales e intelectuales de su muerte-, porque esa misma derecha sigue pensando exactamente igual, y propiciando los mismos métodos; aunque ante la evidencia de la sangre derramada -como pasó con Macri hace cuatro años, despegándose de quien era su socio político- parezcan retroceder espantados de los resultados de sus propios actos.

No hay que engañarse: no se arrepienten, simplemente fingen corrección política aguardando una mejor oportunidad para volver con su discurso de mano dura.

Fuentealba -como tantos casos en nuestra historia reciente- expresa esa parábola de la que la derecha argentina no puede ni quiere escapar: impone políticas de exclusión que generan y multiplican la pobreza, repirme duramente desde el aparato estatal a aquéllos que se rebelan contra ellas, niega con hipocresía su responsabilidad política en esas políticas y en esa represión, y busca la complicidad de estructuras corruptas como las de la justicia, para asegurarse la impunidad.

Para los que vivimos en Santa Fe y recordamos la responsabilidad de Reutemann en la muerte de Pocho Lepratti y las demás víctimas de la represión de diciembre de 2001, la analogía es muy cercana; tampoco escapa a esa lógica la huida de De La Rúa del gobierno por esa misma época.

Tampoco debemos pasar por alto que es esa misma derecha (en todas sus vertientes y colores) la que hoy se reúne para fingir preocupación por la libertad de expresión y la suerte de la democracia, o para realizar una farsa de elección entre el autor intelectual de las muertes de Kostecky y Santillán, y el gobernador de un feudo que trata a sus docentes, como Sobisch trataba a Fuentealba y sus compañeros.

Por no mencionar a Macri, que ni siquiera tiene el coraje de ejecutar él mismo las políticas de mano dura que reclama, y pretende que el Estado nacional haga el trabajo sucio; como sucedió en el Indoamericano.

Entre los legados que dejará a la historia argentina el proceso iniciado en 2003 por Néstor Kirchner y que hoy continúa Cristina, estarán sin dudas la revalorización de la educación y el apoyo sostenido a la escuela pública, así como la tolerancia del Estado a la protesta social.

Si somos capaces de preservar ese legado, y no olvidamos estas lecciones de la historia, Carlos Fuentealba no habrá muerto en vano.
 

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