LA FRASE

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lunes, 13 de mayo de 2013

CUESTIONES QUE EL BLANQUEO OSCURECE


Por Raúl Degrossi

El proyecto de blanqueo de dólares -además de las previsibles críticas opositoras- abre el debate al interior del kirchnerismo (al respecto acá Lucas acá un racconto bastante completo de las opiniones de la blogósfera), sea sobre la oportunidad de las medidas, sea sobre su eficacia, o sobre su sentido político.

Lo que así visto, no es un mal síntoma: como se dijo hace poco acá, por momentos parece que allí -hacia el interior del propio oficialismo- es donde sigue estando el debate más interesante, en tanto los campos pro y anti K parecen coagulados, desvinculados entre sí, y sin posibilidad de comunicarse.

Claro que el debate interno sobre el rumbo del gobierno y las medidas que va tomando, exige no perder de vista el contexto, y ser sinceros entre nosotros: descargar el peso de la crítica en tal o cual funcionario (y no es que muchos no se la merezcan) omite que si están allí y permanecen en sus puestos, en un sistema presidencialista como el nuestro, es pura y exclusivamente por decisión de Cristina.

Y en lo que refiere al contexto en el que -entiendo- debe encuadrarse la discusión, no se puede omitir la referencia al modo en que el país fue saldando la mega crisis del 2001, a partir de la nueva lógica de gobernabilidad que expresó el kirchnerismo.

De esa crisis salimos (aunque haya consecuencias que aun hoy estemos sufriendo) con un sistema político débil, que implosionó cuando no pudo sostener una ficción (la de la convertibilidad primermundista), frente a la voracidad de un poder económico concentrado que -como sucedió siempre en la historia argentina- se fortaleció en la misma medida en que la sociedad, el Estado y el sistema político se hacían pedazos.

Como inspirado en aquélla idea de Marechal de que de los laberintos se sale sólo por arriba, Néstor Kirchner se avocó a la reconstrucción del Estado y de la autoridad presidencial; y es un lugar común admitido (con el que concuerdo solo parcialmente) que al hacerlo, promovió una profunda repolitización de la sociedad. 

Sobre la reconstrucción de las capacidades estatales de gestión justamente ayer en Página 12 trazaba una semblanza interesante Mario Wainfeld, y el balance resulta desparejo en términos de eficacia: alta en rubros como la seguridad social, baja en otros como el transporte público, por poner los extremos; quizás como resultado de que el curso de acción seguido fue más fruto de operar en la coyuntura (leyendo oportunidades y amenazas en cada circunstancia), que de una planificación exhaustiva. Para no abundar, me remito a lo dicho acá y acá al respecto.  

Decía más arrriba que concuerdo en parte con esa idea de que con el kirchnerismo volvió la política, porque las sociedades siempre están politizadas, el asunto es de que modo: el "que se vayan todos" de los cacerolazos del 2001 y su correlato en los actuales (que se vaya Cristina) no es menos político que las movilizaciones por la ley de medios o por los juicios por las violaciones a los derechos humanos durante la dictadura. 

Casualmente el show que monta semanalmente Lanata (y amplifican los medios) con sus denuncias sobre la corrupción del kirchnerismo, trabaja sobre un modo de politización de ciertos sectores de la sociedad (de allí su eficacia en ese espectro) que piensa políticamente (aunque no lo asuma), y cree que los problemas del país vienen de la política.

Como si un país se pudiera manejar a control remoto, sin elecciones ni gobierno: justo la idea que quieren imponer los que manejaron por décadas el país de ese modo, sin importarles las circunstancias institucionales o los resultados electorales.

Lo que lleva al punto de distinguir entre los verdaderos adversarios del kirchnerismo, y la relación entre poder electoral y fuerza política: sin deslegitimar el sentido del voto (en tanto mandato conferido por el pueblo al que ha de gobernar) o la contundencia del 54 % de Cristina, lo que vino pasando desde octubre del 2011 es muy claro en el sentido de que hay sectores que no se sienten limitados ni interpelados por un resultado electoral; porque no compiten en ese plano.

El kirchnerismo es fuerte en términos electorales, pero eso no se traduce automáticamente en fortaleza política para hacer siempre lo que se le cante, como nos quieren hacer creer: sin ir más lejos, la supuesta dictadura que acumuló la suma del poder público con la reforma del Consejo de la Magistratura (tal el relato instalado por medios y políticos opositores) tuvo que ceder en el intento de pesificar el mercado inmobiliario.

Otras cuestiones vinculadas a las últimas medidas económicas (como los bonos del blanqueo destinados a financiar YPF, o la devolución de las retenciones al trigo) admiten una lectura más matizada; tal como lo plantea acá Gerardo en el caso de los bonos, y como surge en el otro caso del hecho de que las retenciones no se eliminan, y las devoluciones se condicionan  al blanqueo de la producción, lo que supone aumentar la oferta y la disponibilidad para el consumo interno; lo que explicaría por ejemplo que la Mesa de Enlace las haya rechazado.  

Hasta que la cuestión del dólar blue pasó a un primer plano exclusivo con el anuncio del blanqueo, la discusión política en el país giraba en torno a la institucionalidad, y en especial a la justicia; y sin embargo ambas cuestiones (instituciones y economía) están íntimamente vinculadas (acá Artemio aporta un interesantísimo análisis de Julio Burdman sobre la nueva institucionalidad del kirchnerismo); como que el rol político del Poder Tribunal ha sido tradicionalmente ser el reaseguro conservador del interés corporativo, cuando el sistema político lo amenaza o lesiona (aunque sea en mínima parte) sus intereses.

Claro que la vulgata mediática dominante nos dice que lo que el gobierno procura al reformar la justicia es garantizar la impunidad de los funcionarios por los hechos de corrupción: cualquiera que conozca en detalle las enormes dificultades que tiene un aparato judicial anquilosado como el nuestro, para investigar con prontitud y eficacia delitos económicos complejos (que involucran al poder político pero también al económico, aunque éste aspecto se oculte deliberadamente), sabe que si un gobierno quiere garantizarse impunidad, no necesita hacer mucho allí.

El blanqueo surge (como se dijo acá) en el contexto de una pulseada del gobierno con los sectores que pujan por una devaluación desde que Cristina ganó las elecciones, que no es más que otro capítulo de las pulseadas que el kirchnerismo vino sosteniendo (con resultados dispares) con otros poderes corporativos en ésta década: los patronales del campo cuando las retenciones móviles, los bancos cuando la reestructuración de la deuda o la estatización de los fondos de las AFJP, el Grupo Clarín por la ley de medios; por citar los casos más conocidos.

No se trata de sostener que el kirchnerismo es una revolución ni mucho menos, sino de apuntar que los conflictos más profundos y complejos que tuvo que enfrentar siempre fueron con sectores poderosos de la economía, y no con la oposición política; y los afrontó en soledad: entre el lanzamiento de la reforma política en el 2009 y su rotundo triunfo en las elecciones del 2011 hubo varios guiños de Cristina a la oposición política para que su dirigencia (al menos la de aquéllas fuerzas que pudieran algunas ideas en común con el kirchnerismo) entendiera que esos intentos de avances del poder político y el Estado sobre las lógicas corporativas ampliaban su autonomía, en beneficio del conjunto; y que ese beneficio trascendía a éste gobierno y al proyecto político que lo conduce.

Una tras otra vez la oposición (que parece conceptualmente hundida sin remedio en la lógica de acción política pre-kirchnerista) ignoró esos guiños, y hoy es impensable que se vuelvan a tener los puentes, menos en un año teñido por la lógica electoral.

Si como dicen algunos (como Alfredo Zaiat, o como lo sugirió anoche Guillermo Moreno en "6 7 8") el blanqueo es parte de una estrategia del gobierno para captar apoyos al interior de los sectores económicos y quebrar el frente devaluador, la cuestión entonces adquiere otro significado (que no significa cambiar la opinión que cada uno tenga al respecto); vinculado a un año electoral en el que el kirchnerismo tendrá a su vez que empezar a discutir la transición hacia el 2015, la invialidad o no de la reelección y la sucesión de Cristina. 

Discusión que necesariamente se imbrica con otra, que tiene que ver con los apoyos concretos -más allá del voto popular, que como dije no se traduce linealmente en fortaleza política- en que se respaldará la continuidad el proceso político iniciado en el 2003; lo que supone también superar las precariedades de su propia construcción política, en términos de organización de la propia fuerza. 

De todos modos la decisión de enfrentar las presiones devaluadoras (aun con herramientas controversiales como el blanqueo) es consistente con la lógica política del kirchnerismo: sostener la fortaleza política (traducida en supremacía electoral, que refuerza la legitimidad del proceso) en base al sostenimiento de los indicadores de la macroeconomía, sin afectar los intereses de su propia base electoral.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

¡¡Excelente comentario!!!...Nunca leí una defensa tan lúcida de como justificar la guita del choreo, la trata de blancas y el narcotràfico...¡¡Eso es defensa del modelo y no folletines como los que venimos leyendo
Geniel Raul!!!!

Anónimo dijo...

y despues hablan de legalizar la marihuana para quitarle mercado a los narcos. eso es no ver mas alla de tus narices.y el resto del narcotrafico, la venta de armas, trafico de organos, prostitucion, juego, coimas,????

Anónimo dijo...

¡A>h, los misterios de la lecto escritura y la comprensión de textos!

Anónimo dijo...

Mientras se tomen medidas que NO afecten a los asalariados, todo puede discutirse.
Pero gente como el anónimo de las 17:10,que habla de justificar guita del choreo, trata de blancas y narcotráfico, son los especímenes que creen que Lanata hace investigación periodística. Que vas a hacer. Pa boludo no se estudia.