Por Elabas Ave
Comparar pasado
y presente puede brindar alguna referencia, pero hay que saber hacerlo. Y no es
mi caso. Volver a mis 16 y pensarme en referencia a los actuales adolescentes
me resulta difícil, pero hago un intento ya que menospreciar a los jóvenes es
práctica de muchos adultos de mi generación.
Tuve esa edad en el ´77 y recuerdo que se nos llamó con ese
mote: La generación del Proceso. Y esa estigmatización devino por la tremenda
represión existente, difundida a través de las escuelas y la TV. De esa
generación no podías salir más que personas que SOLAMENTE les interesara la
primavera, los pájaros, las flores, el futbol (se venía el mundial) y que
pensara que la vida militar era la que nos mostraba Palito Ortega en sus
películas.
Y era así, la adolescencia burguesa debía tener clausurado su
cerebro para otras aperturas y cualquier desvío implicaba la alternativa de
caer en la llamada subversión, que era apátrida y asesina.
Sin embargo, esa generación reprimida fue protagonista en la
vuelta a la democracia, con aciertos y errores, pero intentó comenzar a
reconstruir un país que tenía sobre sus hombros 30.000 cargas. El plan había
fallado.
Cuando el establishment se dió cuenta que había que aplicar
otros métodos para tener todo bajo control, lo hizo e intentó lo mismo que en
el Proceso, pero bajo un “sistema democrático”.
Pensar que una persona de 16 años no está en condiciones de
votar, es no pensar, es hacerle el juego al centro del poder real. Y si se cree
que es así (que yo no lo creo), piénsese, al menos, que esta norma será un
incentivo para que esos adolescentes busquen tener otras miradas. Sin embargo,
yo no menosprecio a los adolescentes. Conozco varios casos de jóvenes con más
conciencia política que muchos adultos que, incluso, son “dirigentes” de ese
palo. Pero, además, a ese voto se le agrega la frescura que la edad brinda. La
frescura de ser personas con menos palazos en el lomo, con ese idealismo
necesario para empujar los cambios y con corazones menos heridos por el mero
hecho de no estar tan contaminados. A los 16 el joven puede equivocar su voto.
Pero recuerdo que esa edad no tenían los que lo hicieron por Menem y De la Rúa.
Y fíjense qué cultura política le podemos pedir a los de 16 si
radicales (Barletta y FM) y fapistas (Morandini y Giustiniani) aúnan menos
criterios que los hermanos Salazar en la barra brava de Merlo.
Lo
que está ocurriendo ahora me hace acordar mucho a los fines de los 60 y
principio de los 70. La política ha vuelto a casa, pero en vez de hacerlo desde
ella, lo ha sido hacia ella. Y aunque estén en contra del gobierno iniciado en
2003, deben reconocerlo que a él se lo deben. Y más que a un gobierno a un
gobernante y más que a un gobernante a un político, y más que a un político a
un compañero, y más que a un compañero, a un militante. Que nos ha dejado, pero
no se ha ido.
1 comentario:
Plac, plac, plac. Es muy importante oir hablar a los que saben.
Cristina A.
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