Después de un
“apagón estadístico” sobre el tema, se conocieron ayer las cifras del INDEC
sobre la evolución del empleo, que arrojaron un desempleo abierto del 9,3 % en
el segundo trimestre del año, un promedio que sube incluso en los principales
aglomerados urbanos del país como Rosario, Córdoba, Mar del Plata y el
conurbano bonaerense.
Desde el gobierno
atribuyen el alza (contrastando con el 5,9 % con el que Cristina terminó su
gobierno y el 6,6 % del mismo período del año pasado) a que ahora se “sinceraron”
las cifras porque las de la gestión anterior no eran confiables, mientras por
otro lado le restaron valor a fuentes incontrastables para medir la evolución
de los puestos de trabajo como el SIPA, que permite medir el empleo formal
registrado.
Lo curioso es que
el “apagón estadístico” en el caso del empleo fue sugestivamente coincidente
con el abrupto cambio económico implementado por el gobierno de Macri a partir
de diciembre, del mismo modo que las cifras de la inflación se pudieron volver
a conocer de fuente oficial meses después del levantamiento del “cepo”, la
devaluación y la eliminación de las retenciones; que la dispararon al mayor nivel en más de 25 años.
Con el recurso del
“revisionismo estadístico” el gobierno intenta tapar su mala praxis económica,
y que no se discutan los resultados de sus políticas: algo así como “no es que seamos un
desastre gobernando y nuestro plan económico provoque recesión y desempleo,
sino que simplemente contamos la verdad, por dolorosa que sea”.
El argumento es
insostenible porque en una economía en la que todos los indicadores arrojan
datos negativos escalofriantes como veíamos acá, el
empleo se mantendría al margen de la tendencia general, y no habría en realidad
un aumento del número de desocupados y subocupados, sino un “blanqueo” de una
situación preexistente. Absurdo por donde se lo mire.
Tan absurdo como
sostener que durante el kirchnerismo los empresarios (aun a sabiendas de que
las cifras de empleo no eran confiables, y el desempleo real era mucho mayor)
aceptaban pactar en las paritarias salarios que como mínimo le empataban a la inflación, cuando no le ganaban.
Las mayores cifras
de desempleo en los grandes conglomerados urbanos del país (con foco en Rosario
y el conurbano bonaerense) son consistentes con la destrucción de tejido
productivo e industrial de la que -aun con blindaje mediático de por medio- dan
cuenta las noticias de todos los días; y se verifican en un contexto en el que
las Pymes de todo el país (principales dadoras de empleo y principales víctimas
del combo de políticas oficiales) se organizan para cuestionar en la justicia
el tarifazo, tras haber sido excluidas del fallo de la Corte Suprema.
Las respuestas del
gobierno al problema dan cuenta cabal de que el alza del desempleo no es una
consecuencia indeseada de sus políticas, sino parte principal y objetivo
explícito de las mismas: a una tasa de desempleo joven que más que duplica la
ya alta (comparada con las cifras del kirchnerismo) del promedio general, le
propone como soluciones el convenio con Mc Donald’s por el cual el Estado
subsidia la precarización laboral; y la ley de “empleo joven” que Macri dio por
aprobada, y el Congreso frenó porque perfecciona y entroniza esa precarización
a nivel general del mercado de trabajo.
Recordemos además
que cuando el mismo Congreso generó la ley anti-despidos respondiendo al pedido
de las centrales sindicales, Macri la vetó de un modo fulminante con el
argumento de que además de no ayudar a crear empleo, carecía de sentido porqueno había problemas de destrucción de puestos de trabajo: la afirmación corresponde estrictamente al período en el cual hoy el
propio INDEC dice que se destruyeron más de 700.000, considerando las cifras
del kirchnerismo.
No olvidemos
tampoco que el gobierno trató de suplir la ley con un “compromiso” firmado por
las principales empresas del país, que lo violaron impunemente sin tener
sanción alguna por eso, y hoy se encuentran entre las principales expulsoras de
mano de obra según se cuenta en ésta nota de Página 12.
Claro que no todo
es responsabilidad del gobierno: la recién “normalizada” CGT no piensa en lo
inmediato hacer paro en defensa de los puestos de trabajo amenazados, como no
lo hizo por los perdidos que ahora “blanquea” el INDEC; ni tampoco en rechazo
al veto presidencial y para lograr que el Congreso lo rechazara; esterilizando
así los frutos de su propia movilización masiva del 29 de abril junto a las
CTA, para impulsar la sanción de la ley anti-despidos.
Con clarividencia
les advertía Cristina al despedirse del gobierno en una plaza de Mayo llena que
a ella le habían hecho paros por Ganancias, pero que en lo sucesivo los
tendrían que hacer para defender las fuentes de trabajo.
El “blanqueo” de
las cifras del desempleo es la respuesta del gobierno al pedido de algunos
gremios (no ciertamente de la nueva conducción de la CGT, al menos no por
ahora) de reabrir las paritarias para compensar la pérdida de poder adquisitivo
de los salarios por la inflación; del mismo modo que la amenaza de Prat Gay cuando
se empezaba la discusión salarial a principios de año terminó surtiendo efecto:
los principales gremios cerraron acuerdos a la baja, resignando salario real,
acaso aleccionados por el fantasma del desempleo.
A menos que -como
dijo Barrionuevo- se trate de la contribución patriótica de su parte a la
“gobernabilidad” de Macri, en la que altas tasas de desempleo y menores
salarios reales son piezas esenciales del modelo; que considera que nuestro
país tiene “costos laborales” demasiado altos. Tanto que -apenas conocidas las
cifras del empleo- desde el gobierno ya se apuraron a descartar de plano lareapertura de las paritarias.
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