LA FRASE

"DE MI ASCENSO A SECRETARIO DE ESTADO SOLO DIRÉ QUE SI UNO ES BUENO EN LO SUYO, EL RECONOCIMIENTO SIEMPRE LLEGA." (MANUEL ADORNI)

lunes, 5 de marzo de 2018

RECIPROCIDADES


Donald Trump anuncia aranceles para las importaciones de acero y aluminio hacia los Estados Unidos, y para eludir las quejas en la OMC, los funda en que hay países que subsidian sus exportaciones de esos productos hacia el mercado yanqui.

Uno de los ejemplos de subsidio que utiliza su administración, es la eliminación de los derechos de exportación (retenciones), como la que dispuso Macri al inicio de su gobierno para las exportaciones industriales; entre ellas las de acero y aluminio.

La medida de Trumpo significará para la Argentina pérdida de exportaciones por 720 millones de dólares, bastante más que las trabas para el ingreso de limones (que con viento a favor son unos 50 millones de dólares al año), y solo por debajo de los 1200 millones de dólares que el país dejará de exportar al mercado yanqui por las trabas al biodiésel.

De ese total, 500 millones de dólares corresponden a las exportaciones de aluminio de una sola empresa (ALUAR), que a su vez concentra más del 99 % de la producción de ese metal en el país.

Los otros 220 millones de dólares que se perderían corresponden a las exportaciones de acero (fundamentalmente tubos sin costura para la industria petrolera), y de ellos, 200 millones los exporta el Grupo Techint a través de su empresa Tenaris-Siderar, y muy posiblemente el resto también, a través de Siderca.

Techint controla con sus empresas más del 95 % de la producción de acero en el país.

Las restricciones de la administración Trump generarán un excedente de producción de acero sin colocación en Estados Unidos de otros grandes productores mundiales, el principal de ellos, China.

De allí que los industriales que operan en el país (llamarlos “argentinos” sería un exceso, sobre todo en el caso de Paolo Rocca) le piden al gobierno de Macri que “cuide el mercado interno”, restringiendo las importaciones de aceros y aluminio chinos; o poniéndoles altos aranceles.

No ofrecen a cambio -por ejemplo- dejar de abusar de su posición dominante fijando las listas de precios directamente en dólares, incluso para la comercialización en el país.

Tampoco ofrecieron resignar el privilegio otorgado por el gobierno de Macri de no liquidar en el país las divisas que obtienen por la exportación de sus productos hacia otros mercados, o las que ya obtuvieron por sus ventas al mercado estadounidense, antes de las restricciones que acaba de anunciar la Casa Blanca.

Menos que menos se sabe que el gobierno de Macri haya iniciado alguna negociación al respecto, o adoptado medidas por intermedio de Defensa de la Competencia para proteger la producción de acero y aluminio en el país, al mismo tiempo que se logran precios razonables de esos productos para el mercado interno.

Máxime considerando que son insumos difundidos utilizados no solo en la construcción o la industria petrolera, sino en diferentes etapas de los procesos productivos, lo cual obviamente incide en los costos de producción, y por carácter transitivo, en la inflación; que según nos cuenta el gobierno es una de sus principales preocupaciones.

La única medida -si se la puede denominar de ese modo- que se conoce que ha tomado el gobierno en éste campo es la visita del propio Macri a la planta que Tenaris (del Grupo Techint) inauguró en Texas el año pasado, previendo las medidas que Trump tomó ahora, para no perder las ventas del mercados de los EEUU; mientras suspendía y despedía personal en su planta de Campana, sin que el gobierno argentino hiciera nada al respecto.

Un ejemplo de lo complejo que puede resultar “volver al mundo” sin comprender como funciona, y de que hay casos de “reciprocidad” de medidas en las relaciones entre países, que son bastante más complicados que cobrarles a los bolivianos por atenderse en los hospitales públicos argentinos.

A menos que Macri en su nueva fase “progresista” esté pensando en tomar medidas en represalia, para penalizar las importaciones o inversiones yanquis en el país. Difícil que el gato chifle, ¿no?

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