Hace poco y a propósito de la difusión de las cifras oficiales sobre el crecimiento del PBI y la baja del desempleo, decíamos acá que el macrismo había devenido de la prometida "revolución de la alegría" a la instalada "revolución de las expectativas"; cuyo supuesto básico es que "...suponen (y suponen bien) que si logran instalar exitosamente la percepción social de que las cosas van bien e irán mejor en el futuro no solo crecerán las chances de “Cambiemos” y Macri de perpetuarse en el poder más allá del 2019, sino que irán venciendo las resistencias que se les interpongan en el camino hasta entonces; en el Congreso o en la calle, en la política, el sindicalismo o la protesta social.
En un país donde la mayoría crea que “vamos bien” habrá menos espacio para voces disidentes, para espacios de resistencia, para sindicatos que no quieren aceptar el cepo salarial en las paritarias; y será más difícil la construcción de una unidad opositora capaz de pelearle las elecciones al gobierno el año que viene."
En ese contexto hay que leer el anuncio de Macri sobre la baja de la pobreza en el último cuatrimestre del año pasado, en base a las cifras del INDEC, que no es nuestra intención discutir acá, ni tenemos la experticia técnica necesaria; o la de gente que sí la tiene y está cuestionando seriamente la consistencia de las cifras oficiales. En todo caso recomendamos leer ésto de Artemio para entender que, en realidad, las políticas económicas del gobierno de "Cambiemos" no están sacando a millones de argentinos de la pobreza, sino más bien todo lo contrario.
Tengamos en cuenta además que el "revisionismo estadístico" del INDEC no casualmente abarca determinados indicadores (como la evolución del empleo, la pobreza o el propio crecimiento general de la economía) que fueron robustos pilares del predominio político del peronismo en su modalidad kirchnerista entre 2003 y 2015, pues así sirve a los propósitos de deslegitimar en bloque esa experiencia política; lo cual en sí es revelador de otro dato: en la memoria histórica "corta" de muchos argentinos, sigue siendo no solo aquélla que obra como término de referencia para evaluar al macrismo, sino la única opción opositora disponible hoy, en lo inmediato.
Y esto no es un juicio de valor ni un pronóstico a futuro, ni una propuesta de organización de la oferta opositora, sino simplemente una constatación empírica: si no fuera suficiente con el sambenito de la corrupción (el "se robaron todo" como muletilla para clausurar cualquier discusión política sobre el presente o el pasado inmediato, o como justificación polivalente de cualquier medida de ajuste impopular) para exorcizar al demonio kirchnerista (o peronista en su encarnación de tal, para ser más precisos), es necesario apelar a la ineficacia de su acción del gobierno, medida por sus resultados; para lo cual -si es necesario- habrá que "toquetear" estos.
Y esto no es un juicio de valor ni un pronóstico a futuro, ni una propuesta de organización de la oferta opositora, sino simplemente una constatación empírica: si no fuera suficiente con el sambenito de la corrupción (el "se robaron todo" como muletilla para clausurar cualquier discusión política sobre el presente o el pasado inmediato, o como justificación polivalente de cualquier medida de ajuste impopular) para exorcizar al demonio kirchnerista (o peronista en su encarnación de tal, para ser más precisos), es necesario apelar a la ineficacia de su acción del gobierno, medida por sus resultados; para lo cual -si es necesario- habrá que "toquetear" estos.
Una discusión bizantina en la que nosotros -desde el punto de vista estrictamente político- no tenemos que entrar, por una razón muy sencilla: fue saldada por el pueblo argentino en las urnas de un modo muy contundente, en el 2007 y en el 2011; y de lo que se trata hoy es de organizarse para enfrentar al macrismo en el presente, y desplazarlo del poder en el futuro.
Ahora bien, los datos anunciados por Macri y otros indicadores oficiales que se van conociendo se enuncian en un contexto, que encuentra dos dificultades: una es que es muy posible que, aun siendo ciertos los números que arrojan los informes oficiales, los supuestos que habrían determinado tal baja de la pobreza, sean irrepetibles en lo inmediato: en el período tomado en cuenta no hubo aumentos de tarifas, las jubilaciones y asignaciones crecían al ritmo de la fórmula de ajuste heredada del kirchnerismo y los salarios eran "nuevos" porque recién se estaban cerrando las negociaciones en las paritarias. O sea todo lo contrario de lo que viene pasando desde entonces.
La otra es que precisamente por esa razón los datos son conocidos en un contexto social que resiente aun más su credibilidad, aunque fueran técnicamente consistentes; y es allí donde el macrismo puede estar cometiendo un grosero error político (magnificado si, como todo indica, las cifras han sido manipuladas), y de ser así, como diría Napoleón, no hay que interrumpirlos, enzarzándonos en una discusión inútil. Las reacciones al anuncio en las redes sociales y aun en los medios del dispositivo hegemónico (ver tapa de Clarín en la imagen de apertura) estaría indicando que la cosa es así.
En nuestra opinión, lo que explica el apuro de Macri por difundir un indicador que no ignora es de los más cuestionables, pasa por la apremiante necesidad de buscarle una vuelta de tuerca al cambio de expectativas post electoral; para lo cual vienen apelando desde diciembre pasado a una y otra estrategia, sin mayores resultados: partieron de la sospecha de que se estaba agotando el recurso de la apelación a "la pesada herencia recibida", para pasar por la certeza de que las elecciones de octubre pasado no habían sido -como supusieron- un cheque en blanco social para el ajuste, como lo demostró la resistencia a la reforma previsional.
Y los escándalos de corrupción que sacuden al propio gobierno achican más rápido aun el plafond político para seguir cumpliendo con el ritual neoliberal de apelar al sacrificio ciudadano con sus metáforas conexas (la luz al final del túnel, el segundo semestre, el crecimiento invisible), con la promesa de un futuro venturoso que siempre es pospuesto.
Todo indica que ese plafond se agota incluso entre su propio electorado, sobre todo en éste; excepción hecha del "núcleo duro", claro está. Pero empezar a hablarles solo a los convencidos es un error en política, que nosotros hemos cometido en su momento, y bien caro que nos costó. Tampoco los interrumpamos entonces, en su empeño por cometerlo.
La necesidad imperiosa del gobierno de "mostrar" resultados ahora, a como dé lugar, lo enfrenta al riesgo de enfrentar la percepción social de las cosas con los indicadores oficiales; algo que también padeció el kirchnerismo, en términos de erosión de su credibilidad política.
A menos que la supuesta preocupación ciudadana por la credibilidad de las estadísticas públicos y su influencia en las opciones electorales sea otro mito urbano como la preocupación por la pobreza, la corrupción, la calidad institucional o la "grieta"; y en definitivas se termina votando por otras razones, en primer lugar las condiciones objetivas y materiales de existencia.
En cuyo caso lo que habrá que revisar no serán ya las metodologías con las que se construyen las estadísticas y los indicadores oficiales, sino ciertas interpretaciones extendidas respecto a las razones de la supremacía electoral (que no hegemonía social o cultural absoluta) del macrismo, que sería entonces tan extraño que hace que no lo afecten otros fenómenos que al resto de las fuerzas políticas sí, en especial cuando gobiernan.
1 comentario:
los kirchneristas se robaron todo-s los corazones
yo no creo en ninguna estadistica en general pero ni de casualidad en las macristas en particular
tampoco creo en algunos resultados electorales en general y mucho menos en los 2015 de la Capital Federal en particular
Publicar un comentario