Salvo algún cambio
de último momento antes de la sesión especial de hoy, todo indica que Sergio
Massa y buena parte de su Frente Renovador (acaso descontados los diputados de
extracción sindical) volverá a alinearse con el gobierno de Macri, restando su aporte
al quórum y sus votos para que se termine de sancionar en Diputados la ley
anti-despidos que aprobó por amplia mayoría el Senado.
De confirmarse la
deserción de los diputados de extracción gremial, es posible que esta enésima
voltereta le cueste a Massa si no una fractura en su bloque, un pase de
facturas hacia el interior. Voltereta, dijimos:
hasta acá las marchas y contramarchas de Massa han tenido siempre el mismo
final, terminar -por acción u omisión- corriendo en apoyo del gobierno de
Macri, cada vez que éste lo necesitó.
Con la excusa de la
“oposición propositiva” y de “no dejarse correr ni marcar la agenda por el
kirchnerismo”, Massa terminó salvando al gobierno o tirándole una soga en el
acuerdo con los fondos buitres (aunque allí la mayoría que pudo construir Macri
fue más amplia), en la ratificación del DNU que dejaba sin efecto la devolución
del 15 % de la coparticipación a las provincias (que todavía están esperando
que se cumplan las promesas presidenciales, cuya letra urdió Massa como veíamos
acá) y ahora en la ley anti-despidos, cruzada de frente por el gobierno desde
que empezó a andar por el Congreso.
Abordar la
discusión puntual de las “propuestas superadoras” de Massa en cada uno de esos
casos es tiempo perdido, porque su significación política es obvia: fueron
funcionales -siempre- a la estrategia del gobierno, cuestión que por supuesto
no se le escapa a Massa; que intenta disimularla con espejitos de colores en un
absurdo intento por impone su propia agenda, algo para lo que no le dan los
números de su fuerza propia en el Congreso.
Tal conclusión es
particularmente visible en el caso de la ley anti-despidos, donde cualquier
cambio que se introdujera al proyecto aprobado por el Senado significaba una
demora del trámite funcional al gobierno, y a las presiones de los sectores
empresarios más importantes del país para que el proyecto naufrague.
Acaso por ese lado
y el de algún sponsoreo de campaña haya que buscar las razones de ésta
voltereta de Massa (que en un principio apoyó los reclamos de las entidades
sindicales) en particular, pero lo importante -recalcamos- es que cada vez que
Macri lo necesitó, el tigrense siempre estuvo, como hombre de reserva de la
coalición de gobierno. Un suplente precalentando y siempre en condiciones de entrar
si las circunstancias del partido lo requieren, digamos. La votación de la
propia ley anti-despidos en el Senados no es sino la excepción que confirma la
regla, porque la mayoría que se construyó allí en torno al proyecto fue tan
amplia que hacía innecesario el concurso de la escuálida representación
massista, prácticamente inexistente o con miembros circunstanciales.
Massa termina
siempre confluyendo -como decíamos, por acción u omisión- con el gobierno,
confirmando así en el tiempo su gesto de acompañar a Macri a Davos al principio
de su mandato, cuando el presidente lo ungió en público como el principal
referente del peronismo, y el virtual líder de la oposición: el muchacho se lo
ha creído y obra en consecuencia, sin reparar en el contrasentido de que sea el
gobierno el que elija a su gusto y paladar su propia oposición, según su
conveniencia.
De allí que pese a
los constantes zamarreos a que Macri lo suele someter (y el caso de la ley
anti-despidos no fue la excepción), como acusarlo de “ventajero”, parece tener
el cuero duro contra los chicotazos presidenciales, tanto como lo tiene
sensible ante los planteos del resto de la oposición, en especial el FPV: Massa
pone el mismo énfasis en decir que a él el kirchnerismo no le va a marcar la
agenda “porque no se dieron cuenta que perdieron las elecciones”, como en
correr en auxilio de Macri cada vez que es necesario, aunque lo disfrace
diciendo que va por la propia, siguiendo su propia hoja de ruta. Las cosas son
los que son, y no lo que uno pretende que sean.
De lo contrario y
si así no fuera, podríamos preguntarnos que oportunidad más propicia elegirá el
líder del Frente Renovador para diferenciarse del gobierno: quedó claro que no
vio como tal el acuerdo con los fondos buitres (acaso para no concederle
entidad discursiva a la consigna “patria o buitres” del kirchnerismo), pero
ahora parece que tampoco la necesidad de establecer una defensa cerrada de los
empleos amenazados por las políticas del macrismo vale para Massa poner un
límite a su acompañamiento al gobierno de Macri. La cuestión es -en tal caso-
que otro tema más importante sí lo justificaría.
Decíamos más arriba
que no tenía sentido analizar puntualmente los “retoques” que Massa propuso al
texo aprobado por el Senado, no solo porque lo mejor es enemigo de lo bueno
como se dice, y porque de tal modo se demoraría la sanción del proyecto; sino
también porque todo el tema Pyme aparece -además de como un atajo o excusa-
como un dislate conceptual.
En efecto, en la
mejor tradición del peronismo jamás se hizo distinción en los alcances de la
legislación protectora de los trabajadores, según fuera el tamaño de la empresa
donde trabajaran. En todo caso si las pequeñas y medianas empresas merecen
consideración especial por su situación, hay que buscarles incentivos por otro
lado (por caso, las tarifas de los servicios públicos, el acceso al crédito, la
legislación impositiva), y no por la disminución de la protección legal de sus
trabajadores, la precarización o el desfinanciamiento de la seguridad social,
que además es solidaria y comprende al conjunto de la fuerza de trabajo. Lo
contrario es el camino del neoliberalismo, no puede ser nunca la propuesta que
surja de una fuerza que se reivindique -al menos en parte y en el origen- como
peronista.
Es posible también
que en los movimientos de Massa pese mucho el acuerdo con Vidal en la provincia
de Buenos Aires, que le permite co-gobernar (incluso en forma más activa que
con Macri, al cual le ha aportado algún funcionario como Delgado); y manejar la
“cajita feliz” de la Cámara de Diputados provincial.
Pero el recurso de amagar salir para un lado para
terminar saliendo siempre para otro, que además es el mismo (el del gobierno)
se termina gastando, tanto más cuanto con más frecuencia se lo use; haciéndole
perder credibilidad hacia adentro de su propia fuerza, y hacia fuera para tejer
otros acuerdos en el futuro. Al fin y al cabo y para seguir con las metáforas
futboleras, Garrincha (que siempre hacía la misma gambeta, pero igual era
indescifrable para sus rivales) hubo uno solo, y hace tiempo.
3 comentarios:
A este dribleador falluto le hace falta un viejo full back como se le decia antes,al estilo de Aguirre Suarez o Hacha Brava Navarro que le parta las canillas
http://www.lanacion.com.ar/1897563-juan-manuel-urtubey-reconocio-que-si-fuera-presidente-tambien-vetaria-la-ley-antidespidos
Llegaste un post tarde anónimo
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