LA FRASE

"QUE DESDE LA VICEPRESIDENCIA SE SOSTENGA UNA AGENDA QUE NO SEA LA DEL GOBIERNO ES ALGO QUE NUNCA SE HA VISTO." (JULIO COBOS)

lunes, 16 de mayo de 2016

UN GOBIERNO SIN CALLE


Dos movilizaciones de miles de personas en las calles en menos de dos semanas, protagonizadas por sectores sociales afectados por sus políticas, y la respuesta del gobierno en ambos casos fue la negación de los problemas que llevaron a esas personas a la calle: no hay crisis de empleo, ni  hay recorte del presupuesto de educación y de las universidades.

Ni hablemos entonces de buscar soluciones a los reclamos, o de rectificar las políticas que los originaron: es como si las protestas no se hubieran producido. Y conste que no contamos la marcha de los 40 años del golpe, la del regreso de CFK, o las "plazas del pueblo" en defensa de la la ley de medios, o por el raje de Víctor Hugo de Continental: se supone que esas fueron movidas de lo que denominan las "minorías intensas", núcleos activos politizados; cuyos reclamos -se supone- no son necesariamente acompañados por el grueso de la sociedad.  

En el caso de la marcha sindical y de la de los estudiantes, docentes y comunidad educativa, no exageramos si suponemos que engrosaron las filas de los manifestantes muchos votantes de Macri, pero aun así eso no parece tener la capacidad de interpelar al gobierno, o modificar su modo de entender la política. Un modo en el que la gente en la calle protestando, y para más, encuadrada en organizaciones, no cuenta.

Es un gobierno sin calle, en más de un sentido de la expresión: primero porque como decíamos acá, los funcionarios por historia personal, por formación cultural o por pertenencia social (o por todo eso junto) carecen de "estaño"; y están incapacitados para pulsar el sentir de la gente común, sus preocupaciones o sus inquietudes. 

Segundo porque no moviliza a su favor, ni les interesa hacerlo y finalmente -y esto es lo más importante, en nuestra opinión- porque no parecen dispuestos a gobernar en función de lo que palpan en la calle; al menos no en la calle movilizada.

Es sabido que el PRO privilegia otras formas de hacer política, y tener contacto con la gente: las redes sociales, las timbreadas de campaña, los contactos de Macri con personas comunes (como el del vendedor de tortas) convenientemente replicados para dar la idea de que pasan por encima de lo "organizado" para estar al tanto del humor social, y lo conocen de mano propia. Oponiéndole lo espontáneo (aunque esté cuidadosamente guionado, y el presidente tenga un micrófono en la ropa en su encuentro con el tortero), le bajan el precio a lo organizado como expresión del sentir y pensar de la sociedad, o parte de ella.

Una especie de "protocolo comunicacional" para lidiar con protesta social, en términos menos conflictivos que el diseñado por Patricia Bullrich al inicio de la gestión, que acaso cometió la torpeza de evidenciar de ese torpe modo que cauce pensaba darle el gobierno de Macri a los reclamos.

En cinco meses de gobierno no hay "plazas del sí" a favor de Macri, su gobierno y sus medidas, y los festejos que genera la "revolución de la alegría" parecen reducidos al catártico "pago con gusto un montón más de luz que antes, con tal de que no vuelvan los k", de las redes sociales.

No olvidemos que en el núcleo duro de los votantes de Macri (los de las PASO del año pasado) estaban con certeza los protagonistas de los cacerolazos urbanos contra Cristina, gente que no vaciló en ganar la calle para que se fuera el kirchnerismo, antes del fin del mandato. 

Pero así como entonces la estructura política del PRO no sabía muy bien que hacer con ese fenómeno (que escapaba a los cánones del duranbarbismo), los que lo protagonizaron una vez logrado su objetivo (el triunfo de Macri pero sobre todo, la derrota del kirchnerismo), volvieron a lo suyo: se replegaron de nuevo a su casa, su mundo y sus cosas, "desentendiéndose de la política".

En términos estrictos de estrategia de campaña a Macri no le fue para nada mal con su forma de "meter a la gente" en la política: probablemente leyeron mejor que nosotros las formas de politización real de la sociedad, mientras nosotros hablábamos de que "volvió la política", e interpelábamos a los núcleos más reducidos que viven la política del modo más tradicional.

La calle, la ocupación del espacio público para protestar o expresarse no son ni toda la política, ni el único modo de hacerla, ni expresan a toda la sociedad en su complejidad. Pero sí son un buen termómetro de que pasa en ella: a veces los que se movilizan anticipan las reacciones sociales, a veces las conducen o expresan en forma organizada, para darle visibilidad a los reclamos.

Como fuere, ningún gobierno puede menospreciar a la gente en la calle, ni dejar de prestarle atención: recordemos si no lo que nos pasó a nosotros con los cacerolazos no porque hubiera que acceder a las demandas de los cacerolos (a veces difusas, muchas otras inviables políticamente), sino como termómetro de que había cosas cambiando en el humor social, a las que prestarle atención.

Si la respuesta a la protesta callejera va a ser (como viene evidenciando el gobierno de Macri) sistemáticamente la negación (de las movilizaciones de protesta, de los problemas que las originan), las cosas van a ir empeorando; justamente porque el que toma la decisión de salir a la calle a expresar sus reclamos es el que está esperando con más premura una respuesta. Los más pacientes se quedan en su casa.

Y si las dos cosas se cruzan (un programa de gobierno que genera condiciones objetivas para la protesta, con un gobierno que ejecuta ese programa y la ignora) el cóctel puede ser explosivo. Bien decía David Cufré en Página 12 del sábado que "Las dificultades de la oposición para llegar a acuerdos que pongan al Gobierno en posición de negociar refuerza la necesidad de acciones ciudadanas en resguardo de sus derechos. Cambiemos no parece advertir el riesgo de ese escenario de conflictividad social que está azuzando.

Claro que -como acota acá Oscar Cuervo- la advertencia también cabe para los sectores políticos y sindicales de la oposición. Con sus propia palabras, "Si los dirigentes persisten en burlar a sus bases y someterlas a cálculos de conveniencia propios, el desafío de la sociedad civil es hacerle saber a toda la dirigencia que es igualmente responsable de la destrucción del tejido social que está llevándose a cabo...". 


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hubo otra calle de los fiscales ¿remember?

Pero en realidad tienen el mismo poder q existió en el '76, cívico-judicial-eclesiástico-mediático, y muchxs de los votantes de la alianza pro-radical han sido los teenagers de las escuelas exorbitantemente subsidiadas x los globófilos, que fue conveniente también en el '66, gracias a los cursillos y otros medios
la calle es nuestro único modo de expresión trascendente, pero la derecha tiene el amplio poder neoliberal total

Anónimo dijo...

A este gobierno le interesa nada la movilización de la gente, los reclamos, el muestrario de realidad social que sólo algunos medios hacen conocer. Se mantiene en su línea ¨así vengan degollando¨. Lo que me lleva a pensar dos cosas: o nos comemos 3 y 1/2 años de gobierno soportando cualquier cosa, o salimos a la calle y que se pudra todo.Aclaro que lo último me parece poco probable porque los argentinos son los reyes del egoísmo y la cobardía.