Se pueden ensayar distintos enfoques para
caracterizar al gobierno de Macri, según sea el aspecto en el que se ponga la
lupa: que si se trata del gobierno de los CEO’s que han tomado por asalto al
Estado para garantizar los negocios de sus respectivas empresas, que si
despliega un revanchismo cultural onda 55’ que tiende a profundizar la grieta,
o que si está produciendo aceleradamente un brusco realineamiento internacional
del país; en un contexto regional y mundial cambiante. Hasta se puede ensayar una disquisición teórica sobre si se trata de una "nueva" derecha o de la misma de siempre, bajo nuevo ropaje.
Puede que todo eso
sea cierto y de hecho en buena medida lo es, pero si hubiera que elegir un
aspecto para definir en pocas palabras al gobierno de “Cambiemos” seguramente
estaría vinculado a un cruce entre lo que se plantea en ésta nota de AmbitoFinanciero de ayer, y ésta otra de Tiempo Argentino de su edición de éste
domingo.
En Ambito se
plantea el encarecimiento en dólares de los principales productos de consumo de
la canasta familiar, es decir la carne, la leche y sus derivados y el pan y
demás derivados del trigo y la harina; a punto tal que medidos en moneda dura
son hoy los más caros de la región, ni hablemos si se los mide en pesos
comparados con la evolución de los salarios; y su consecuente poder de compra.
Y si de salarios
hablamos, Tiempo Argentino trae un informe del CEFID-AR de la CTA que estudia
la pérdida del poder adquisitivo de los trabajadores formales bajo convenio,
como consecuencia de que no han cerrado aun las paritarias, o firmaron acuerdos
más cortos por debajo de la inflación producida, y sujetos a revisión en el
segundo semestre.
En el caso del
precio de los alimentos básicos, el artículo de Ambito no hace la más mínima
mención a la fortísima devaluación del peso producida como consecuencia directa
e inmediata del levantamiento del “cepo”, y a la eliminación de las retenciones
a las exportaciones de todos esos productos; medidas ambas dispuestas por el
gobierno en los primeros días del inicio del mandato de Macri.
Por supuesto que esas medidas significan en lo
inmediato una transferencia de recursos del fisco a los exportadores, y a más
mediano plazo de los consumidores, a los mismos grupos; porque la eliminación
de las retenciones produjo el efecto de acoplar plenamente el
precio interno de los alimentos con el internacional, “importando” inflación;
tema tratado hasta el cansancio cuando el conflicto con las patronales agrarias
por las retenciones móviles.
Ambas medidas
(devaluación y eliminación de retenciones) fueron dispuestas en simultáneo, en
un combo que no registra antecedentes en nuestra historia económica y que tenía
el alegado propósito de reactivar las “economías regionales” afectadas en su
“competitividad”. Basta recorrer en los medios las noticias que dan cuenta de
cómo se encuentran muchas de esas actividades (por ejemplo la lechería) para darse
cuenta que algo no salió como se pensaba pero aun cuando así fuera, no cambia
el hecho de que las medidas pegaron fuerte en el bolsillo de los sectores
populares, en bienes sensibles del consumo.
En el mismo
artículo se da cuenta de las grandes diferencias que existen entre el precio
percibido por el productor en el origen de la cadena productiva, y las grandes
cadenas de supermercados en el otro extremo: un problema real, que no se
solucionaba liberando a las fuerzas del mercado todas las variables, sino -como se dijo acá- con
una intervención estatal más precisa e inteligente, a través de regulaciones
más adecuadas que eviten esas distorsiones.
Dicho esto y una
vez producidos los efectos de “liberar a las fuerzas productivas” renunciando a
la intervención del Estado en cualquiera de sus formas en ese campo, sus
consecuencias son devastadoras sobre el salario y su poder adquisitivo: lo que
expone el artículo de Tiempo Argentino para el caso de los trabajadores
formalizados bajo convenio, es mucho mayor aun en el caso de los asalariados
informales, cuentapropistas, precarizados y jubilados. Ni hablemos del fuego
que arriman a esa hoguera los descomunales aumentos de las tarifas de servicios
públicos esenciales como la luz, el gas, el agua o el transporte.
Varias veces hemos
dicho acá que el gobierno de Macri funcionaba “a dos velocidades” según a que
sector social estuvieren dirigidas las medidas que tomaba, y que eso reflejaba
sus prioridades, y sus apoyos reales: contrástese lo que “se evalúa”, “se analiza”
o “no se descarta”, con lo que efectivamente se decide en tiempo récord y sin
anestesia; y se verá de que estamos hablando.
El informe de CIFRA
habla de una pérdida anualizada del poder adquisitivo de los asalariados
formales bajo convenio del orden de los 187.000 millones de pesos, una cifra
descomunal que debe contrastarse con los módicos, “segmentados” y demorados
anuncios de “medidas sociales compensatorias” de la inflación y los tarifazos; que con viento a favor y de concretarse todos, no llegan a la sexta parte de ese monto.
Desde el inicio
mismo del gobierno de Macri se nos viene diciendo que hacia su interior hay una
disputa entre “gradualistas” y partidarios del shock, y los medios y
economistas que aprueban el rumbo general del gobierno le cuestionan que muchas
de las medidas que generaron inflación y transferencia de ingresos en perjuicio
de los sectores de ingresos fijos (que juzgaban necesarias) se tomaron al
inicio y abruptamente, con las paritarias lejos y por ende con muchos meses de
“salarios viejos” pactados a inicios o mediados del 2015 por delante.
La circunstancia no
fue para nada casual y no tuvo que ver solamente con las promesas o no de
campaña de Macri, sino con sus apoyos concretos, sus profundas convicciones
ideológicas y -sobre todo-. un propósito claro y definido desde el principio:
transferir ingresos a los exportadores (incluyendo los industriales, a los que
también les eliminaron las retenciones) licuándoles el costo salarial que
juzgaban elevado en dólares mediante la devaluación, para que recuperaran
competitividad; léase tasa de ganancia, y grado de sobre-explotación de la
fuerza de trabajo.
Desde esa lógica
(que subyace en todas y cada una de las medidas que el gobierno fue tomando en
estos cinco meses de gestión) forzar mayores niveles de desempleo y baja del consumo
va más allá de generar saldos exportables de bienes básicos de la canasta
familiar: genera el marco propicio para forzar negociaciones salariales a la
baja, congelando así a futuro una redistribución brutalmente regresiva del
ingreso aun bajando hipotéticamente la inflación, y siempre que en lo inmediato
eso fuera posible; porque ya se están empezando a verificar más aumentos de los
bienes esenciales como consecuencia del despliegue de los efectos del
“sinceramiento” en las tarifas o los combustibles.
El deterioro del poder adquisitivo del salario, el
aumento de los despidos y la amenaza del desempleo, la merma en el consumo, la transferencia
regresiva del ingreso a los sectores más concentrados son efectos buscados ex
profeso y no -como intenta convencernos Macri con sus pucheros compungidos
cuando nos cuenta cuanto le duelen los aumentos- simples daños colaterales, que
por lo demás no se apresuran demasiado en subsanar.
Y definen mejor que
nada la naturaleza de éste gobierno: un gobierno de garcas, y para ellos; cuya
aparato comunicacional se esfuerza -cada vez más en vano, porque no se puede
tapar eternamente el sol con la mano- por convencernos de que “no gobierna para
los ricos”.
1 comentario:
Un gobierno de garcas queda corto. Es un gobierno de HDRMP.
Estos delincuentes merecen juicio popular y la hoguera, como en la Edad Media.
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