LA FRASE

"QUE DESDE LA VICEPRESIDENCIA SE SOSTENGA UNA AGENDA QUE NO SEA LA DEL GOBIERNO ES ALGO QUE NUNCA SE HA VISTO." (JULIO COBOS)

domingo, 29 de julio de 2018

EXPERTOS EN DISTRAER


Conforme el régimen macrista se deteriora, se multiplican los más o menos famosos “arrepentidos” de haber votado por “Cambiemos”, o de haber creído que gobernando podrían ser distintos de lo que realmente terminaron siendo: desde figuras de la farándula hasta “líderes sociales” (?) como la hermana Marta Pelloni, pasando por “intelectuales” de toda laya, hacen fila para contarnos que están decepcionados, porque las cosas no son como creyeron.

Precisamente en estos últimos especimenes (los “intelectuales”) queremos detenernos, a partir de las últimas declaraciones de personajes como Beatriz Sarlo o Tomás Abraham, que curiosamente también “decepcionan” al gobierno, como lo muestra el inefable ministro Avelluto en la imagen de apertura. Que cosa esta la de las esperanzas recíprocas frustradas entre cierta gente, che.

El fenómeno no es nuevo, y por el contrario como decía Perón, es más viejo que mear en los portones. Tan viejo que ya lo describía don Arturo Jauretche en “Los profetas del odio” hace más de 60 años: esto del “intelectual” prestigiado por la superestructura cultural hegemónica imperante en el país que sirve tanto para un barrido como para un fregado, y en cuyos méritos personales o trayectoria nadie repara en serio, porque la utilidad del “intelectual” es dar su opinión sobre cualquier cosa (incluso algo sobre lo cual no tenga la más remota idea, poco importa), en el momento preciso.

Y más aun: en el sentido preciso que la maquinaria de construir prestigios necesita, porque el intelectual sirve, si arrima agua para el molino de ellos. En cuanto se les rebela y empieza a pensar por él mismo, con riesgo de dispararse para otro lado, le apagan los focos y listo, fue.

Abraham y Sarlo son dos bochines (en términos jauretcheanos) bien representativos de como funciona el dispositivo: aureolados con cierto aroma de “izquierda progre”, lo que digan puede seducir a cierto público de clase media paparulo, y con aprensión a las formas concretas con las que se presentan en nuestro devenir histórico los procesos políticos populares.

Desde el 45’ para acá, gorilas liberales de izquierda más o menos perfumada, para ser más precisos: su infalible método “intelectual” de análisis los llevará a estar siempre en la vereda de enfrente del peronismo, sin errarle nunca. Repase cada uno mentalmente la descripción, y verá que puede sumar muchos más figurones pasados y actuales que perfectamente cabrían en la misma, porque la cantera es inagotable.

Claro que cuando lee a Abraham o Sarlo manifestando sus perplejidades porque el macrismo es como es y no como ellos pensaron que era, cabe preguntarse que clase de intelectual es aquel que, autotitulándose “analista político” o dejando que le pongan el rótulo sin atajarse, es completamente incapaz de ver lo obvio, lo que puede detectar el hombre común de la calle; con solo apagar la radio o la tele un rato y ponerse a pensar.

¿O acaso es preciso el auxilio de un “intelectual” de éstos para darse cuenta de que Macri es un garca, siempre lo fue, está apoyado y sostenido por garcas, formó con garcas su gobierno que será, forzosamente y por imperio de los intereses que defiende y representa, garca antes que nada y por encima de todo?

Una pifia de tal magnitud debería descalificar a cualquier presunto “intelectual” para seguir opinando en lo sucesivo, o para que su opinión fuera tenida en cuenta, pero ya sabemos que no será así: el sistema funciona de un modo tal que el personaje que funge de “intelectual” sea reutilizable, cuando se lo vuelva a necesitar.

De allí que las “decepciones” o “arrepentimientos” son doblemente funcionales: le sirven al “intelectual” para marcar distancias a tiempo antes de que todo estalle por los aires, y evitar de ese modo ser sindicado como cómplice de los desastres que apoyó, o contribuyó a instalar. Como el gobierno de Macri, ponéle.

Y salvar al intelectual del incendio le sirve al sistema, porque así conserva un recurso para sacar a la cancha en el momento oportuno, para cumplir la misma función de siempre: distraer, engañar, conducir a vías muertas de paja progresista, o liso y llano colaboracionismo con experimentos políticos de derecha pura y dura, como el actual.

Lo importante es que no aporten para el lado de las mayorías populares, ni permitan que estas se construyan con los límites más amplios posibles, porque eso las torna peligrosas. Cumplido ese rol, les perdonan hasta ciertas veleidades izquierdosas que no molestan, y por eso los amplifican; de paso validan al propio sistema de fabricar prestigios, dándole una pátina de pluralista.

Es un rol bastante parecido al de los economistas talibanes del neoliberalismo como Espert, Broda o Milei, que aparecen criticando al gobierno por derecha y sirven para dos fines: permitirle al gobierno disfrazarse de progre mostrando espantajos supuestamente peores que ellos, y evitar que se discuta el modelo económico, que es lo que no sirve. De ese modo, siempre podrán echarle la culpa a los malos ejecutantes circunstanciales.

Por eso a los nabos estos, a los Sarlo y Abraham de la vida, no hay que darles pelota nunca, ni siquiera cuando dicen algo parecido a lo que pensamos nosotros: de lo contrario se los alimenta para que sobrevivan hasta la próxima pifia. Como diría Miss Bolivia, a la gilada ni cabida.

1 comentario:

gorila gorila dijo...

Un crédito para el optimista y fallido Ale Rozichner ("intelectual" de nivel ligeramente inferior a los mencionados).
Por lo menos no traiciona.
¿O será que se pasó de rosca y ya no tiene marcha atrás?.