LA FRASE

"LA CANTIDAD DE PERROS DEL PRESIDENTE ES UNA DE LAS CUATRO O CINCO COSAS EN LAS QUE LOS ARGENTINOS NOS TENDRÍAMOS QUE PONER DE ACUERDO." (MANUEL ADORNI)

miércoles, 6 de julio de 2011

BINNER SE MIRA EN EL ESPEJO DE MACRI


Por Raúl Degrossi

Hermes Binner y  Mauricio Macri llegaron al gobierno en el 2007, después de haber fracasado en la elección anterior (2003), vencido uno por el balotaje y el otro por la ley de lemas; pero las circunstancias en que lo hicieron, fueron bien diferentes.

Binner, un político tradicional apoyado en los dilatados antecedentes de gestión del socialismo en la intendencia de Rosario, y sobre la plataforma del Frente Progresista Cívico y Social, una construcción electoral planteada como una clásica alianzas de partidos (lo que no implica que en realidad lo fuera); con el concurso decisivo del radicalismo y su estructura desarrollada territorialmente, y el aporte menor de otros partidos.

Macri, un empresario exitoso debutante en la política, sustentado en los éxitos deportivos de Boca y en la permanencia de un cliché cultural del menemismo (en realidad un clásico del discurso de la derecha argentina): la eficiencia de la empresa privada incorporada a la gestión pública, como superación de la burocracia estatal; con una estructura de soporte de gestión donde tenían un lugar protagónico los gerentes trasladados de las oficinas del grupo SOCMA al gobierno, y residuos de lo peor del peronismo y radicalismo metropolitanos como mano de obra dúctil para la rosca legislativa.

Binner logró destronar del gobierno de la provincia al peronismo tras 24 años (desde la vuelta a la democracia) y Macri hizo lo propio con el progresismo que gobernaba Buenos Aires desde que alcanzara su estatuto de Ciudad Autónoma en 1994; y ambos vieron fortalecidas sus chances electorales por la capitalización políticas de catástrofes resonantes, que horadaron a los gobiernos de turno: Cromagnon en el caso de Macri, las inundaciones de 2003 y 2007 en el de Binner que, justo es decirlo, no hizo una utilización tan obscena de la desgracia como el hombre del PRO, por lo menos en la etapa preelectoral.

Hasta aquí las diferencias entre ambos, pero veremos que también tienen semejanzas, más de las que muchos de los que los votaron -y ellos mismos-, desearían admitir.

Como no podía ser de este modo en estos tiempos que corren (el kirchnerismo parece ser en esto la excepción a la regla), en ambos casos la escenificación mediática y comunicacional tienen un rol protagónico en la construcción política, y como diré luego, en el estilo de gestión.

Hay en los dos un generoso despliegue de aparato publicitario, con eslógans (incluso similares: “Va a estar bueno Buenos Aires”, “Vienen buenos tiempos”) que prometían/auguraban (que ponga el elector lo que le sugirieran en cada caso) un futuro venturoso, donde los problemas se resolverían sin conflictos, por la mera apelación al diálogo y a deponer (esto más acentuado en el caso de Macri) las parcializaciones ideológicas, “que no ayudan a resolver los problemas de la gente”.

En todo caso lo difuminado del latiguillo de Binner con el progresismo -vaporosa identidad política si las hay- también lo ha acercado a Macri en este punto; alejándose así de las asperezas del discurso kirchnerista que habla de confrontación, poderes hegemónicos, monopolios y grupos concentrados. Es de decir llama a las cosas por su nombre.
Ambos apelan en forma permanente y sistemática a las campañas mediáticas para difundir su gestión y sus iniciativas de gobierno, haciendo de eso un eje fundamental de su política; llegando al extremo de crear una estética propia, con nuevos símbolos que se reproducen hasta el cansancio en la publicidad oficial en los medios, y en el espacio público.

Ambos cumplen puntillosamente y al pie de la letra con todos los rituales que las buenas maneras exigen en política: asistir a la exposición de la Sociedad Rural en Palermo, visitar Expoagro, participar del Tedéum el 25 de Mayo o el 9 de Julio, disertar en los coloquios de IDEA o de la Fundación Libertad, brindar con frecuencia conferencias de prensa o concurrir con asiduidad a los programas políticos de  los canales porteños.

En todas esas ocasiones su discurso (con los matices propios de su distinta formación ideológica) es cuidadosamente estudiado para no trascender nunca los límites que esa misma corrección preestablece, repitiendo con disciplina los lugares comunes que el verdadero poder exige, como profesión de fe.

Los dos aseguraron, a lo largo de su camino hacia el poder, contar con un plan de gobierno perfectamente elaborado para las diferentes áreas, y con equipos técnicos altamente capacitados para llevarlo a cabo desde el primer día de gestión.

Transcurrida casi la totalidad de sus mandatos, no se visualizan progresos de gestión o cambios trascendentes a partir de ella, han tenido que admitir que no podrá cumplir algunas de sus promesas electorales y hay desencanto -incluso entre sus propios votantes- en ambos casos.

Mas aun, en el desarrollo de la gestión tanto Binner como Macri han tropezado con inconvenientes que pueden resultar sorprendentes si se repasa el contexto en que deben gobernar, comparado con otros que tienen la misma responsabilidad.

En el caso de Macri, protagoniza torpezas, improvisaciones e inconvenientes por doquier para resolver problemas que pueden ser complejos (como el tránsito), pero que no dejan por eso de ser de escala municipal; porque aunque quede herido el orgullo porteño, hay que decir que es, en sustancia, un intendente. De una ciudad grande y compleja sí, pero con recursos infinitamente superiores a los de La Matanza o cualquier otro municipio poblado del conurbano bonaerense, o incluso de ciudades importantes del interior como Córdoba o Rosario.

En el de Binner, a los problemas comunes a cualquier administración provincial contemporánea (seguridad, salud, educación) se sumaron graves y crecientes dificultades financieras que ensombrecen más el panorama de gestión de una provincia que, como todas, puede tener estrecheces en ese plano, pero no es Formosa o La Rioja ni mucho menos; y a su vez esas dificultades -que pueden en un punto tener origen en causas exógenas a su gobierno- fueron en buena medida generadas desde la propia gestión socialista.

Tanto uno como otro, frente a las dificultades que la gestión plantea, han apelado a un recurso clásico de la política: desplazar responsabilidades buscando culpables, y que mejor que hacerlo con el gobierno nacional que ofrece a esos fines (generosidad de cobertura mediática mediante), un blanco fácil; haciendo hincapié Macri en el tema de la inseguridad y el traspaso de la policía, y Binner en las relaciones fiscales entre la Nación y la provincia, y la coparticipación federal y los temas conexos.

Pero esa lógica, como es sabido, resulta más útil en el proceso de acumulación política para llegar al poder (los casos de Cobos y Pino Solanas son un claro ejemplo), que en la gestión misma, donde los tiempos son otros, y la volatilidad del humor social los acelera (en especial en las clases medias donde tanto Binner como Macri han reclutado amplios apoyos), consumiendo el capital político acumulado con igual o mayor velocidad que aquélla con la que se lo consiguió.

Mas aun cuando los temas señalados -elegidos como leit motiv por ambos para desplazar el ojo de los problemas hacia el kirchnerismo- son de complejísima resolución política porque involucran intereses contrapuestos y no sólo de sus distritos con el Estado nacional, sino con el conjunto de las provincias.

Cuando se gestiona, señalar que existen dificultades no basta, porque precisamente para eso se llega al punto de gobernar: para enfrentarlas y resolverlas, demostrando que se tiene capacidad para hacerlo.

Todo eso sin olvidar que ambos expresaron en su momento y lugar, una voluntad de cambio del electorado que no se habría manifestado si esas dificultades u otras de similar envergadura no hubiesen existido, o si los responsables del gobierno de Santa Fe o de la ciudad de Buenos Aires, hubieran demostrado poder lidiar con ellas.

Como se ve las similitudes entre ambos son más que las que podrían pensarse a priori, pero el escandalete reavivado en estos días con la impresión de las boletas de la elección santafesina aporta un elemento que actúa como telón de fondo de esas semejanzas.

A través de sus vínculos aceitados con el grupo Clarín (aceitados con negocios concretos, constantes y sonantes) ambos demostraron compartir una misma idea de gobernabilidad, la clásica de la política argentina en los tiempos del pre kirchnerismo: la sujeción de la política a las demandas corporativas.

En un caso (Macri) como un emergente de ese mismo poder corporativo lanzado a la arena política; en el otro (Binner), ofrecido como oportuna pieza de recambio de una dirigencia opositora desgastada, en el momento en que el Grupo se estaba quedando sin candidatos para competir con Cristina; y con una también oportuna (y sospechosa) elección de su compañera de fórmula.

La exposición del asunto de la impresión de las boletas fue a Binner lo que el negocio de las netbooks a Macri: develó la trama oculta de negocios detrás de los discursos públicos, pero además permitió poner en valor (una expresión que a Binner le agradaría) la red de complicidad mediática que los dos han sabido tejer y usufructuar.

Programas como "6 7 8" machacan insistentemente con el tema en el caso de Macri; demostrando como los medios hegemónicos (Clarín, TN y La Nación en punta) brindan cobertura de impunidad a los desaguisados de su gestión, tratando de apuntalar sus escasos méritos de gestión y su aun más escasa estatura de líder político.

El affaire de las boletas electorales ha permitido a muchos comprender (incluso acá en Santa Fe) como el mecanismo funciona también igual en el caso de Binner; pero cuidado: el salto del gobernador a la carrera presidencial sólo le impuso armar esa malla de contención mediática a escala nacional. El bochornoso reportaje de Alfredo Leuco (no) indagándolo por las rispideces del caso de las boletas es un buen ejemplo, pero no el único.

Durante los años de su administración, con paciencia y con chequera, Hermes Binner fue tejiendo para proteger a su gobierno una red de protección similar entre los medios santafesinos; empezando por La Capital y El Litoral.

En todo caso el asunto de las boletas expone en público ahora ese pacto, al tener que pagar la contraprestación: centrarse en Magnetto (protagonista relevante del asunto) es olvidarse de Víttori, partícipe necesario de la trama.

Por mucho menos de algunas de las decisiones más controversiales de la gestión de Binner y los métodos seguidos para adoptarlas, cualquiera de los gobiernos que lo precedieron hubiera estado en las tapas (y en la picota) por semanas; como le pasa al gobierno nacional con Clarín y La Nación.

Y hay otro aspecto en que la red de complicidades mediáticas tejida por ambos (Binner y Macri) ha resultado efectiva, al menos hasta ahora: prueben escuchar un reportaje radial o televisivo a cualquiera de los dos, y anoten en un papel las cosas que van diciendo ante la estruendose ausencia de repreguntas del entrevistador de turno.

El conjunto de zonceras, lugares comunes, frases vacías de contenido y hasta con enormes problemas de sintaxis y construcción de sentido que son capaces de hilvanar Hermes o Mauricio en los cinco o diez minutos promedio que dura una nota, asombran. Y si le leyeran a alguno sus apuntes, muchos no podrían diferenciar que declaraciones son de cada quien.

Por eso digo que Binner fue mirándose en el espejo de Macri en estos asuntos, pero no desde ahora, sino desde el principio.

Lo único que ha cambiado ahora (expuestas sus contradicciones en el caso de la impresión de las boletas) es que probablemente ya no empiece a gustarle la imagen que le devuelve el espejo.

2 comentarios:

Horacio Çaró dijo...

¿"...no hizo una utilización tan obscena de la desgracia como el hombre del PRO"? Estimado Raúl, le quiero recordar las repetidas oportunidades en las que Binner se paseó en la campaña de 2007 con el CD de León Giecco que contiene la canción homenaje a Pocho Lepratti en la mano y diciendo a voz en cuello que se lo iba a llevar a Jorge Obeid, que en diciembre de 2001 no gobernaba ni tuvo nada que ver con los asesinatos de la policía reutemista cometidos en esos días? Hoy, casi cumplido su mandato como gobernador, la hermana de Lepratti sigue reclamando que Binner cumpla lo prometido e impulse la investigación. Binner ya no lleva consigo el CD de Gieco.

La Corriente Kirchnerista de Santa Fe dijo...

Relea el post Horacio, habla de las inundaciones de 2003 y 2007, usted habla de los asesinatos de diciembre de 2001; y ahí si tiene razón en lo del uso de la canción de León.