LA FRASE

"ELCOMITÉ DE CRISIS POR LA GUERRA EN MEDIO ORIENTE LO DISOLVÍ AL DÍA SIGUIENTE DE CREARLO PARA QUE VEAN QUE VOY EN SERIO CON LO DE ACHICAR EL ESTADO." (JAVIER MILEI)

miércoles, 6 de julio de 2011

HISTORIA DE DOS CIUDADES III


Por el Chino Garcé

En ocasión de mi visita a Sudáfrica tuve ocasión de trabar amistad con Mobutu, un habitante de Soweto empleado como botones en el hotel de Johannesburgo en el cual me hospedaba.

Fruto de esa incipiente amistad, y como él viera mi insaciable curiosidad por las costumbres de dos ciudades tan dispares entre sí, se ofreció a escribirme periódicamente desde allí, manteniéndome al tanto de las novedades que en ellas se producían en todos los temas en los que yo le había manifestado mi interés.

Y es así que en estos días acabo de recibir una carta suya, en la que me cuenta muchos hechos acaecidos desde mi partida, que no hacen más que acrecentar mi perplejidad por los modos de vida tan diferentes que se pueden ver en Johannesburgo y en Soweto.

Según me cuenta Mobutu, una de las novedades más resonantes de la progresista Johannesburgo es, por estos días, la botadura de una lujosa embarcación (promovida por prósperos empresarios de la ciudad con el decidido apoyo del alcalde Van Barlett) que tendrá por finalidad realizar paseos turísticos por las aguas del East River para solaz de los visitantes.

En los folletos explicativos del viaje se les promete a los entusiastas turistas la posibilidad de avistar ejemplares de la exótica fauna local tales como hipopótamos o cocodrilos, aunque en realidad según me confiesa Mobutu, los bultos que sobresalen por sobre las aguas del río en el trayecto del catamarán no serían tales, sino residuos coliformes fecales provenientes de ambas ciudades y que, a falta de un tratamiento más adecuado, son esparcidos en el curso del río.

No obstante esto (que es ampliamente conocido por los empresarios promotores de la iniciativa y las autoridades del Ayuntamiento), los guías que acompañan a los turistas en el paseo han sido debidamente adiestrados para mantenerlos ocupados procurando adivinar -en las siluetas y bultos flotantes- que especies de la fauna local se presentan; con la secreta intención (según me informa mi corresponsal) de que eviten dirigir sus ojos hacia las chozas del asentamiento Green Tall situado enfrente del moderno casino y shopping center, para no perturbar la imagen progresista de la ciudad que sus autoridades desean que recuerden los visitantes.

Para el caso en que esta estrategia no arroje resultados, Van Barlett ha pensado en construir un enorme malecón sobre la costa del asentamiento (tan grande que con su tamaño imponente no deje ver las precarias viviendas de los habitantes del lugar), convenientemente separado del resto del mismo por una gran cerca electrificada.

Hablando del shopping center recientemente inaugurado, los comerciantes que explotan locales en él han visto con gran preocupación mermar la afluencia de público al emprendimiento, hecho que por el momento no saben si atribuir a los excesivos precios de los productos y servicios (una hora de estacionamiento en la playa habilitada a esos fines puede llegar a costar tanto como un mes de alquiler de una casa para una familia tipo de Soweto, o sea matrimonio con ocho hijos), o a la cada vez mayor proliferación de roedores de considerable porte que deambulan libremente entre los visitantes, y que muchos atribuyen a la cercanía del complejo con Green Tall (lo cual me pareció extraño, excepto que las ratas sudafricanas sean anfibias).

En otra propuesta de Van Barlett para promover el turismo, ha comenzado a circular por la ciudad un autobús londinense de dos pisos auspiciado con la leyenda “Recorre Johannesburgo” en uno de sus costados, al lado de la cual manos anónimas han pintado con graffiti “Evita Soweto”.

Como fuere, la impronta de los años del apartheid sigue plenamente vigente en la ciudad, y la empresa que administra el emprendimiento ha separado la disponibilidad de las plazas del vehículo, de modo tal que los habitantes de Soweto sólo pueden ocupar los asientos del piso inferior (al que se accede pasando una puerta en la que luce un cartel que reza “Black’s only”, algo así como “negros solamente”).

Lo notable del caso es que, una vez que los sowetenses ocupan los asientos que les son asignados en la espera del inicio del paseo, las ventanillas del autobús dejan caer pesadas y oscuras cortinas que les impiden ver hacia el exterior; lo que también sucede en los asientos del piso superior (exclusivamente reservados para los johannesburgueses) cuando el autobús en el transcurso del paseo atraviesa zonas aledañas a Soweto.

De todos modos, los sowetenses hacen largas colas para realizar el paseo en el autobús e incluso organizan colectas con el objeto de poder reunir el dinero necesario para pagar el pasaje.

Como anticipándose a mi previsible pregunta ante tan desconcertante actitud, mi corresponsal Mobutu me dice que para ellos “subirse a un autobús y que este funcione, es ya una experiencia alucinante”.  

Otra de las preocupaciones crecientes del alcalde Van Barlett es la proliferación de accidentes de tránsito, y la escasa predisposición de los habitantes de ambas ciudades a cumplir con las normas de tránsito.

Para combatir este flagelo, las autoridades de la alcaldía han ideado un ingenioso plan, consistente en lanzar a las calles brigadas de mimos y clowns (payasos) que abordan a los automovilistas en los semáforos de las principales avenidas para brindarles shows instantáneos, a través de los cuales tratan de crear conciencia sobre el apego a las normas de seguridad vial bajo la consigna “Fea la actitud”.

Lo cierto es que transcurrido un plazo desde la puesta en marcha de la iniciativa ésta parece no haber arrojado resultados positivos: las violaciones a las normas de tránsito se multiplican y el número de accidentes crece, consecuencias que no pocos atribuyen a las dificultades que representa para los automovilistas conducir con su visibilidad reducida por mimos y payasos estampados contra los parabrisas.

Ni que hablar de cómo retrasa el tránsito y causa malhumor en los conductores tener que pasar con los automóviles por encima de gente que camina sobre zancos.

Uno de los temas mas controvertidos en ambas ciudades (como lo anticipara en mis anteriores apuntes) es la fallida instalación de una reservación indígena para las etnias de Soweto en una ex estación del ferrocarril, iniciativa férreamente resistida por la Commerce’s Chamber local (algo así como el Centro Comercial).

A esta oposición se ha sumado la de un grupo de vecinos que residen en las proximidades del asentamiento, quienes presentaron un recurso ante la justicia para paralizar su instalación en defensa de una vista paisajística agradable del entorno que rodea a sus viviendas (sin negros a la vista, bah), con la curiosidad que en su presentación fueron patrocinados por el Attorney General (algo así como el Procurador General), funcionario de la propia Corte Suprema de Justicia del Estado Libre de Orange.

Como este fracaso de sus iniciativas no lo amilanó, Van Barlett ha planteado por estos días tomar a su cargo el mantenimiento del edificio de la otra gran estación ferroviaria existente en Johannesburgo, la que lleva el nombre del creador de la bandera sudafricana, argumentando que tal medida es imprescindible para preservar el patrimonio edilicio de la ciudad y evitar daños en la estructura del edificio.

Sus detractores dicen que en realidad lo que busca el Alcalde con su intervención es implementar también allí su programa de deportaciones masivas de habitantes de las etnias de Soweto a sus tribus de origen, considerando que los que actualmente utilizan el edificio como improvisada vivienda provienen de ellas.

En ese contexto, la erradicación de un grupo de familias sowetenses que habitan en improvisados refugios metálicos construidos a la vera de la ruta que una a Johannesburgo con la capital del vecino Estado de Transvaal (a la que se llega por un túnel que penetra en el East River) ha sido tema de comentarios frecuentes en la prensa de la ciudad por estos días.

En la búsqueda de un nuevo lugar donde asentar a los erradicados, el Ayuntamiento no ha hecho más que provocar guerras tribales entre las propias etnias de Soweto, dado que las tribus ya residentes en algunos de los presuntos destinos (como por ejemplo en Tereso’Ville, algo así como Villa Teresa o Tereso, recuerden que mi inglés deja mucho que desear) resisten la llegada de los desplazados, y han llegado a compararlos con residuos sólidos (“primero quisieron venir a descargar acá los camiones atmosféricos, y ahora esto...” decían los indignados miembros de una tribu del paraje conocido como La Guardia).

En las pasadas fiestas navideñas, Van Barlett y su ingenioso equipo de asesores emprendieron una nueva campaña, consistente en forrar con telas rojas un conjunto de árboles desperdigados a través de las principales avenidas de Johannesburgo.

Así como la campaña para embellecer las plazas y paseos públicos con la colocación de arreglos florales fue denominada “Florece Johannesburgo”, la nueva iniciativa del alcalde fue conocida en la ciudad como “Forreando a Johannesburgo”, o “Forrándose con Johannesburgo”, según la traducción que uno tome.

Los árboles elegidos a esos fines fueron bautizados por el Ayuntamiento como “los árboles de los deseos”, porque se instaba a los johannesburgueses a subirse a ellos depositando cartas con sus inquietudes y deseos para el próximo año.

Al igual que los niños en la Navidad, los funcionarios de Van Barlett no pudieron contener la ansiedad y comenzaron a abrir las cartas de los vecinos para poder conocer sus deseos, y a los ya conocidos y tradicionales como “paz en el mundo”, “prosperidad para todos” o “por un feliz 2011”, se sumaron otros como “por favor, corten los yuyos”, “hagan algo con los mosquitos que nos están morfando” (no estoy seguro que mi traducción de la última palabra sea exacta), “tapen los baches, por favor” o más simplemente “váyanse”.

Los habitantes de Soweto en tránsito por Johannesburgo (para recoger sus residuos domiciliarios para alimentarse) tampoco pudieron escapar a la tentación de expresar sus  deseos, que traducen preocupaciones más mundanas aun como “comida”, “agua, cloacas y asfalto” o “que alguna vez pase el autobús por el barrio, por favor”.

Precisamente el deseo de promover la participación ciudadana ha sido una preocupación constante de Van Barlett y las autoridades del Ayuntamiento, que han instrumentado a esos fines un programa conocido como “Presupuesto Participativo”, y convocado a una audiencia pública con el objeto de tratar el problema del servicio de autobuses.

En el primer caso se ha invitado a los vecinos de los diferentes barrios ha expresar su preferencia entre una serie de obras de carácter estructural a ejecutar por la alcaldía en cada uno de ellos, de modo tal por ejemplo que en el barrio The Flowers debían elegir con su voto entre una (y sólo una) de las siguientes opciones: a) desea que el municipio pinte de blanco los cordones de las veredas, b) desea que el municipio corte los pastizales que rodean a las viviendas, c) desea que el municipio emprenda campañas de fumigación contra insectos y roedores o d) desea otra cosa.

Lo curioso del caso fue que, en un marco de participación limitado propio de las leyes del apartheid (menos de 200 vecinos en barrios donde viven alrededor de 30.000), la última de las opciones fue la elegida, en la variante “deseo que el municipio cierre y se vayan todos”.

Las obras emprendidas por el municipio en el marco del programa “Presupuesto Participativo” son pomposamente denominadas por Van Barlett y sus colaboradores como “puesta en valor”, aunque las más de las veces no signifiquen más que pintar un poste de la calle, o colocar un dispositivo reductor de velocidad de los automotores, popularmente conocido como “lomo de antílope”.

En el caso de la audiencia pública por el servicio de autobuses, los vecinos e instituciones participantes podían formular sus propuestas e inquietudes, que serán volcadas en los pliegos de la nueva licitación a convocarse por el Ayuntamiento para conceder la explotación del servicio.

Algunos propusieron incrementar las frecuencias de las unidades (pidiendo por ejemplo que pase al menos una por semana), o instrumentar nuevos recorridos (vinculando por ejemplo el este con el oeste de la ciudad, aunque eso signifique traspasar las fronteras de Johannesburgo); mientras otros vecinos más que efectuar propuestas formularon preguntas sobre aspectos poco claros del proyecto.

Así hubo quienes, en el transcurso de la audiencia, simplemente preguntaron: “¿qué es un autobús?”.

Otro proyecto fracasado del Ayuntamiento ha sido la GSI (Gestapo para Soweto y su Indiada, recuerden), razón por la cual el alcalde ha reconsiderado la propuesta, en vista de que no puede impedir las migraciones de habitantes de Soweto hacia Johannesburgo, para furor de la minoría blanca que gobierna ésta.

Es así entonces que ha decidido variar de estrategia y pasar a la ofensiva, reemplazando a la GSI por establecimientos denominados “delegaciones” o "centros de distrito"  localizados en los diferentes barrios de Soweto, que tienen por propósito (según se dice) evitar que los habitantes de esa ciudad deban desplazarse hacia las diferentes oficinas de la Alcaldía para realizar sus trámites (y así de paso no afean el paisaje, bah).

Lo curioso es que todos los edificios en donde funcionan las delegaciones han sido concebidos con la misma estructura edilicia, y al costado de los mismos se alza una gran torre o atalaya (¿el equivalente del mangrullo de nuestros fortines tal vez?), que permite un gran campo visual desde el cual advertir el advenimiento de las masas de sowetenses con la anticipación del caso, para poder diseñar de antemano la estrategia que resulte más adecuada para lidiar con el problema; es decir la huida, el reparto de bolsones de comida o la represión, según la relación de fuerzas existente en cada caso, descartada ya la opción de un comité de bienvenida de mimos y clowns por la experiencia de los semáforos.

Las carencias de obras tangibles en la gestión de Van Barlett pueden advertirse (según me cuenta Mobutu) tanto en los barrios de Johannesburgo como en los caseríos de Soweto.

Es así que por ejemplo en esta última, y pese a los estridentes anuncios de obras de desagües, reservorios y estaciones de bombeo, muchos sufridos pobladores han debido abandonar presurosos sus chozas ante el avance de las aguas como consecuencia de una lluvia copiosa... de 12 milímetros.

En Johannesburgo, una función de baile flamenco que se desarrollaba en el Teatro del Ayuntamiento debió ser interrumpida por un inesperado corte de la energía eléctrica, y el moderno y lujoso coliseo no pudo remediar el inconveniente por carecer de un grupo electrógeno propio.

Los responsables del teatro (haciendo alarde su proverbial creatividad) no tuvieron mejor idea que pretender calmar la furiosa indignación de los asistentes proponiendo una función alternativa que dieron en llamar “Flamenco negro de Johannesburgo”, en la cual el público debía contentarse con el sonido de las castañuelas, al no poder ver las evoluciones de los bailarines en el medio de la más absoluta oscuridad.

En fin, terminé de leer la carta de mi amigo Mobutu y la cerré pensando que difícil debe ser vivir en un lugar así, y no en una ciudad integrada y con todos los servicios funcionando correctamente como en Santa Fe, donde por suerte habito y estos avatares jamás pasaron, ni volverán a pasar.

1 comentario:

Lilian dijo...

AY POR FAVOR ME DUELEN LOS CACHETES DE TANTO REIRME ...SOS INCREIBLE KUMPA, TODO UN ALARDE DE INGENIO Y DE USO VIRTUOSO DEL IDIOMA ESPAÑOL.FELICITACIONES!!!!!!!!!!!