Un estadio cubierto repleto de radicales que fueron a celebrar el centenario de la llegada de Yrigoyen (primer presidente electo por el voto popular) al poder, escuchando a una presidenta peronista a la que seguramente votaron; entre otras cosas porque rescató lo mejor del legado histórico de Alfonsín, el primer radical en ganarle una elección presidencial al peronismo, sin trampas ni proscripciones.
Sentado en la mesa con ella, un dirigente gremial radical que encabeza la fracción más dura del sindicalismo nucleado en la CGT (sello peronista si los hay), y que empuja a sus pares peronistas para que lancen un plan de lucha contra las políticas neoliberales de un gobierno conservador y oligárquico, que cuenta con el apoyo explícito de casi todo el radicalismo, y con la "oposición constructiva" de buena parte del peronismo.
Parece un trabalenguas, pero no es más que la visión caleidoscópica de los tiempos políticos argentinos, post balotaje presidencial del año pasado. Todo un desafío para las identidades y tradiciones partidarias y las construcciones políticas, que pone a prueba cuanto hay de amplitud y cuanto de sectarismo hacia el interior de las fuerzas populares; hoy obligadas a organizarse desde el llano y la oposición, para enfrentar al proyecto de la restauración conservadora que avanza a pasos agigantados.
Sentado en la mesa con ella, un dirigente gremial radical que encabeza la fracción más dura del sindicalismo nucleado en la CGT (sello peronista si los hay), y que empuja a sus pares peronistas para que lancen un plan de lucha contra las políticas neoliberales de un gobierno conservador y oligárquico, que cuenta con el apoyo explícito de casi todo el radicalismo, y con la "oposición constructiva" de buena parte del peronismo.
Parece un trabalenguas, pero no es más que la visión caleidoscópica de los tiempos políticos argentinos, post balotaje presidencial del año pasado. Todo un desafío para las identidades y tradiciones partidarias y las construcciones políticas, que pone a prueba cuanto hay de amplitud y cuanto de sectarismo hacia el interior de las fuerzas populares; hoy obligadas a organizarse desde el llano y la oposición, para enfrentar al proyecto de la restauración conservadora que avanza a pasos agigantados.
Un gobierno que entre promesas de diálogo, buenos modales y eslóganes como "unir a los argentinos", va por todo: desde impulsar la división de la Matanza para licuar el poderío electoral del peronismo bonarense, hasta impulsar el voto electrónico (ante la pasividad de buena parte de la oposición, y los resquemores de sus propios aliados radicales) para evaporar el peso político de los aparatos partidarios tradicionales.
Ensayo que además de las dudas que suscita sobre la transparencia y confiabilidad del proceso electoral, se inscribe en el marco de la audaz operación descripta acá: ganar las elecciones con moderadas dosis de "populismo" para -validados por el triunfo- descerrajar el día después un ajuste aun más feroz que el que ya vienen desplegando desde que asumieron el gobierno. Una cosa trae la otra: como es mucho lo que se juega, no es ilícito dudar de que estén dispuestos a todo para ganar.
No hay que caer en el error de confundir las constantes chapuzas del gobierno en todas las áreas de su gestión, conque tenga dudas sobre el rumbo trazado: éste está claro desde el principio, el tema es que avanza hasta donde puede, o hasta que encuentra resistencia.
Una verdad que se está abriendo paso incluso a los ojos de los "opositores responsables": por ahí anda Massa, oscurecido en su protagonismo porque el macrismo con sus políticas se empeña en polarizar a la sociedad, angostando hasta casi hacer desaparecer la "ancha avenida del medio", dejándolo en un incómodo "no lugar" (no es gobierno, pero tampoco oposición); mientras su experimento de conducir al peronismo desde afuera y parado en la captación de votos anti-peronistas parece condenado al fracaso de antemano.
Mientras tanto y en una jugada de manual (que desconcierta en partes a los propios) Cristina no lo excluye explícitamente de un frente opositor al gobierno, sino que es él mismo el que se autoexcluye; carriotizando su discurso para hacer estribar las diferencias con el kirchnerismo en que él no tiene que responder en la justicia por causas de corrupción. No se dirá después que el sectarismo que le impide ser parte de una confluencia más amplia contra Macri es culpa del kirchnerismo: he ahí el sentido de la movida de CFK.
Las advertencias de Leopoldo Moreau en el acto de Atlanta sobre los intentos del macrismo de cooptar las fuerzas populares (en éste caso el peronismo) son tan ciertas como que la realidad marca una dinámica que deja poco lugar para el "colaboracionismo": por allí anda Urtubey, el creador del "peronismo moderno, competitivo y funcional", luchando contra la discriminación en el reparto de obras a favor de los amigos (como Morales) y el letargo del fantasmal "Plan Belgrano"; desgarrado porque su gestos de amor para con Macri no son correspondidos. otro tanto les sucede a buena parte de los gobernadores, con sus más y con sus menos.
Allí andan también los dirigentes de la CGT, sentados encima de un paro sin fecha "para no dejarse marcar la agenda por los zurdos, los progres y el kirchnerismo", sometidos a mil y una humillaciones por un gobierno que ha dejado trascender que le sale "más barato" un paro general, que acceder a las demandas del sindicalismo y -por caso- reabrir las paritarias.
Hechos que marcan en forma concordante que la "política soft", de bordes
redondeados y sin definiciones ideológicas concretas y precisas tiene límites bien concretos; límites que estarán tanto más cerca cuanto más lacerante sea la realidad, y los efectos nocivos de las políticas del gobierno de "Cambiemos". Se la explicite o no hay, la ideología (en tanto punto de mira desde el cual se para cada uno, para interpretar la realidad, y actuar en consecuencia) está, y si no se la verbaliza es porque en el fondo la que se porta no difiere demasiado de la que informa al proyecto gobernante.
Por el contrario Cristina (que viene llamando en forma insistente a formar una nueva mayoría que asuma la representación de lo nacional-popular) convoca en la misma o parecida medida a la que repele
porque tiene aristas; y habla explícitamente desde la ideología, parada en una visión del país, del mundo, la política, la sociedad y el Estado. Es decir al modo tradicional de hacer política, que los Duranes Barbas dan por muerto sin acertar a explicar como es que desde allí conserva liderazgo, convocatoria y seguramente, votos.
Es -una vez más, a riesgo de ser reiterativos- la propia dinámica social la que lo determina así, porque la política no tolera el vacío; y el conjunto de sectores sociales e intereses lesionados objetivamente por las políticas de Macri y su gobierno demandarán -más tarde o más temprano- ser representados política y electoralmente.
Y ese vacío no puede llenarse con anti-política, anticipando un revival del 2001 (en el sentido del "que se vayan todos") en términos políticos, antes de que se haga explícito en términos sociales y económicos. Tampoco con macrismos de segundas marcas, ni con progresismo vacuos que proponen retroceder 25 años en el debate político, a la discusión de los 90' sobre exquisiteces institucionales (el acceso a la información pública, la publicidad oficial, las estadísticas púiblicas), mientras la restauración liberal impulsada por el gobierno del "país atendido por sus propios dueños" se lleva puestos salarios, empleos, consumo, derechos, tejido productivo y cohesión social.
Por eso lo que está pasando es que se abre lenta pero sostenidamente un abismo entre la representación y los posibles representados (en la política y en el sindicalismo); y las "reorganizaciones institucionales" más relevantes (la nueva conformación de las autoridades nacionales del PJ, el congreso reunificador de la CGT) quedan reducidas a hibrideces paralizantes, por las tensiones internas entre visiones inconciliables sobre el rumbo del país. Dentro de cada una de esas estructuras hay quiénes son parte inescindible y necesaria de esa nueva mayoría nacional de la que habla Cristina, y quienes se autoexcluyen de la empresa.
Y ese vacío no puede llenarse con anti-política, anticipando un revival del 2001 (en el sentido del "que se vayan todos") en términos políticos, antes de que se haga explícito en términos sociales y económicos. Tampoco con macrismos de segundas marcas, ni con progresismo vacuos que proponen retroceder 25 años en el debate político, a la discusión de los 90' sobre exquisiteces institucionales (el acceso a la información pública, la publicidad oficial, las estadísticas púiblicas), mientras la restauración liberal impulsada por el gobierno del "país atendido por sus propios dueños" se lleva puestos salarios, empleos, consumo, derechos, tejido productivo y cohesión social.
Por eso lo que está pasando es que se abre lenta pero sostenidamente un abismo entre la representación y los posibles representados (en la política y en el sindicalismo); y las "reorganizaciones institucionales" más relevantes (la nueva conformación de las autoridades nacionales del PJ, el congreso reunificador de la CGT) quedan reducidas a hibrideces paralizantes, por las tensiones internas entre visiones inconciliables sobre el rumbo del país. Dentro de cada una de esas estructuras hay quiénes son parte inescindible y necesaria de esa nueva mayoría nacional de la que habla Cristina, y quienes se autoexcluyen de la empresa.
Una empresa que exige audacia para hacer política "como antes", corriéndose de la agenda que marcan los medios sin miedo al carpetazo judicial, la tapa de
Clarín o el "semáforo rojo" del diario de Magnetto. Animarse a no ser parte del "consenso" que se está intentando montar en el país en torno al modelo que encarna Macri (aquéllo que Moreau denominaba "jugar con las blancas y también con las negras").
Un consenso del que nosotros estamos excluidos y autoexcluidos, y que tendrá esta semana otro episodio en el panel sobre el "nuevo orden político" que en el coloquio de IDEA protagonizarán Monzó, Corral, Massa, Pichetto y Stolbizer: la Junta Consultiva de la Libertadora, aggiornada a estos tiempos democráticos y de "Cambiemos".
Sin embargo, la historia nos deja una lección: por amplio que parezca ser el "consenso" partidariamente transversal que hoy rodea a Macri (y que hace dudar a muchos de asumir una actitud frontalmente opositora a su gobierno), ningún experimento político que lo haya tenido antes (junto con el acompañamiento mediático) mientras profundizaba la verdadera grieta social (entre quienes tiene cada vez menos, y los que tienen cada vez más) pudo esquivar el fracaso final.
3 comentarios:
Perfecto su análisis, Macri ya está llegando a los territorios a través de la institucionalidad del gobierno, ergo como disputamos territorio controlado por cambiemos/radicales de derecha?, como mover ese núcleo duro mayoritario de Macri en CABA?
Coincido plenamente.
Carlos: si el marido de la esclavista cumple con las promesas de campaña de "dejar lo bueno y sacar lo malo" y "podemos vivir mejor" va a ser muy difícil pelearle no ya el territorio sino las elecciones.
Pero no parece que el defensor de la soberanía argentina sobre Malvinas vaya a hacer eso.
Considero que el ajuste bestial se va a llevar a cabo a partir de las elecciones del 2017,por ahora están tanteando el terreno y lo afirmo porque están subejecutando todas las partidas presupuestarias de este año para gastarlas a manos llenas el año que viene con la clara intención de ganar las legislativas de Octubre '17.
Y a partir de ahí, si, vamos a ver y sentir el verdadero nivel de ajuste que quieren hacer.
Esa bestial cantidad de dinero que se echará a rodar a partir del año que viene será un escollo muy difícil de sortear para la militancia nacional y popular si nuestra dirigencia no busca apoyarse en las Ciencias Sociales para lograr saber exactamente donde y como entregar nuestro mensaje.
En cuanto a la CABA pienso que ya debemos aceptar que es un invencible bastión de la derecha mas reaccionaria que pueda existir en el planeta. Debemos apuntar a no perder nuestros votos, que no son pocos.
Abrazos.
Massa dice que "no tiene que responder en la justicia por causas de corrupción". Pero él sabe que si deja de ser socio de Macri, las denuncias judiciales le comenzarán a llover.
Mientras esté Cristina, si él sigue por éste camino de la "avenida del medio", desaparece politicamente. Pero si se quiere parar como opositor, el macrismo lo incendia a denuncias y sabe que no sobrevive al fuego amigo.
El Colo.
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