LA FRASE

"VOLVÍ PARA OFRECERLE AL PRESIDENTE MI COLABORACIÓN PARA RESOLVER EL PROBLEMA DE LOS CANDIDATOS QUE PROPUSO PARA LA CORTE." (FABIÁN RODRÍGUEZ SIMÓN)

lunes, 19 de noviembre de 2012

LAS CAPAS DE LA CEBOLLA



La capa de afuera de la cebolla está ardida, y hace llorar: después de los cacerolazos del 8N, y con el paro de Moyano y Micheli en puerta, se plantea que el gobierno “ha perdido la lucha por la calle”; y está encerrado en su propio relato, sin registrar las señales de la realidad.

El ruido mediático va en constante in crescendo de cara al 7D, alimentando la hoguera y el discurso político de la protesta cacerola.

Los fondos buitres presionan para cobrar, y todo el staff de calificadoras de deuda y demases aportan lo suyo con la suba del riesgo país, agitando el fantasma del defáult, como si estuviéramos en diciembre del 2001.

Los arrebatos de De La Sota y el semi lanzamiento presidencial de Scioli completan el cuadro visible de un gobierno acorralado, al que cualquiera se le para de manos; y un liderazgo político de Cristina (sustentado en su paliza electoral) que se diluye aceleradamente, a pasos agigantados.

Ahora bien, pelando esa capa, hay que entrar en la siguiente, y hacer un análisis más puntual de otras variables, no perceptibles a simple vista.

Como por ejemplo la capacidad concreta de los medios hegemónicos de marcar la agenda y el humor social, capacidad ya desacreditada en las elecciones del año pasado, y que -en tanto su discurso se radicalice cada vez más- corre el riesgo de replicar siempre sobre el círculo cerrado de las audiencias redundantes, ya harto convencidas.

O la consistencia política real del cacerolismo, vista su horfandad propositiva y sus limitaciones concretas de despliegue político, más allá de las redes sociales y de las convocatorias puntuales: la masividad de las protestas no se tradujo hasta ahora en cambios sustanciales en el sistema político (tal la pretensión maximalista de sus promotores); y comienzan a aflorar tensiones internas sobre el modo de seguir y hacia donde ir, de acá en adelante.

También en ésta capa de la cebolla hay que analizar la concreta capacidad de procesamiento y conducción de las demandas por el sistema político; lo que nos remite necesariamente a la evolución del conglomerado opositor post 54 %: nada hace indicar que alguien allí haya levantado cabeza por encima del marasmo general.

Así como también hay que considerar la situación y peso político reales del sindicalismo opositor, que con el paro de mañana habrá gastado buena parte de sus cartuchos en su escalada por confrontar con el gobierno, incluyendo a Moyano, Micheli, Barrionuevo y Buzzi en la movida.

Habrá que ver si los frutos están a la altura de la siembra, o terminan protagonizando una exhibición de sus verdaderos atributos y de su real capacidad de movilización y presión.

Las dificultades económicas que se asoman en el horizonte y los problemas de gestión que indudablemente tiene el gobierno (con proyectos a mediano plazo de los que no se pueden esperar resultados contundentes de un día para el otro, como la expropiación de YPF, la reforma del BCRA o el plan Procrear) completan el cuadro.

Pero aun en ese aspecto, ni tanto (como plantean los profetas del Apocalipsis) ni tan poco: es el comportamiento estructural de la economía hacia el ya cercano 2013 al que hay que prestar atención; más allá del ruido en torno a la deuda, los fondos buitres, los bonos y la grita de los sectores del establishment, exacerbada por el proyecto de regulación de los mercados de capitales que se apresta a tratar y aprobar el Congreso.

Y si de comportamiento estructural hablamos, las variables centrales a considerar son las que afectan al hombre y la mujer de a pie (consumo, empleo y salarios); con un dato no menor: dentro del amplio archipiélago opositor no hay disponible, hoy por hoy, ni siquiera el esbozo de un programa económico alternativo al del gobierno; ni nada que se la parezca.

Lo cual es la mezcla de dos factores: la mayoría concuerda con aspectos centrales de ese programa, y los cambios que quisieran introducir no pueden exponerlos en público, porque no serían redituables electoralmente.

Otro tanto sucede con el problema de la re-reelección (que los medios opositores y buena parte de la dirigencia política entienden sepultada definitivamente como consecuencia de los cacerolazos), la sucesión de Cristina y el recalentamiento de la interna peronista.

Es tan absurdo plantear que desde el gobierno (o el dispositivo político que lo sustenta) se deje de agitar el fantasma de la reforma constitucional, como que se haga de esa discusión el eje central que vertebre todo el tablero político nacional, o el discurso desde el cual captar la atención ciudadana: aun los que están visceralmente en contra de la posibilidad de otro mandato de Cristina, deberán fatalmente optar por alguna de las múltiples alternativas opositoras en las elecciones del año que viene, o esterilizar su voto votando en blanco.

Los apetitos políticos personales al interior del peronismo (con presidenciables siempre en las gateras, como Scioli o De La Sota) son tan antiguos como la propia historia del movimiento; y las ambiciones están allí a la altura de la prudencia: los muchachos seguirán oteando el horizonte (o las encuestas, si les creen) para ver como evoluciona la cosa, y mientras tanto, los desafíos abiertos al liderazgo de Cristina sólo provendrán de los outsiders (como De Narváez), o aquellos otros que siempre tienen un redil al cual volver, como De La Sota.

El resto -incluyendo a Scioli- seguirán acompañando (por lo menos en público) el modelo kirchnerista, por una mezcla de convicción y necesidad: del mismo modo que Cristina hoy no tiene re-reelección, no hay disponible -hoy por hoy- un liderazgo alternativo en el peronismo, con la potencialidad electoral del que encarna Cristina; de cara al lejano 2015.

Al gobierno se le plantea el dilema de la organización de la fuerza propiamente kirchnerista hacia el interior del peronismo, porque nada hace suponer hoy que (aun ganando el año próximo) pueda sortear las vallas institucionales a la re-reelección, sin acuerdo con al menos una parte de la oposición.

Aun así, deberá enfrentar en las mejores condiciones posibles los tres años de mandato que a Cristina le quedan por delante, y con la posibilidad de incidir en su sucesión, para garantizar la continuidad del proyecto político iniciado el 25 de mayo del 2003.

Llegamos así al corazón de la cebolla, a la capa del centro; que tiene que ver con las elecciones legislativas del año próximo, por la simple y sencillo razón de que son el medio institucional para zanjar las disputas políticas, y la cita previa a la renovación presidencial.

Y más precisamente a la percepción ciudadana sobre la realidad del país (la real, no simplemente la epidérmica) para entonces; que sustancialmente estará vinculada con la situación de la economía, y como afecte a las personas, y a las familias.

En ese sentido, aunque puedan influir otras variables (pero centralmente en sectores ya decididos a votar contra el kirchnerismo), no es un dato menor que las elecciones puedan plantearse como una especie de plebiscito contra la gestión y la figura de Cristina.

Primero porque no hay que perder de vista que la elección es legislativa (lo cual incrementa la tendencia a la dispersión del voto opositor), y segundo porque por ese lado se ponen en un primer plano las cuestiones de gobernabilidad.

Porque si algo demuestran los cacerolazos justamente es (además de una crisis de representación política) que no se ha construido una alternativa seria al kirchnerismo, que haya demostrado estar en condiciones de hacerse cargo de gobernar el país; ante la imposibilidad de un tercer mandato de Cristina.

Segundo porque, si la economía repunta, el gobierno y la presidenta (además de cosechar rédito electoral), habrán vuelto a demostrar que pueden lidiar con situaciones de crisis, y garantizar gobernabilidad: un activo no menor, considerando que la siguiente elección es presidencial.

Y en ese caso la discusión por la reforma y la re-reelección se darán en un contexto completamente diferente.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Mientras tanto hay que militar de predicadores. Dar la discusión por todo y en cada lugar. Tenemos que mostrarnos en movimiento, en las cosas que podamos hacer. Es necesario que la dirigencia peronista kirchnerista se ponga al hombro crear los espacios que su referencia -o los cargos en los que están por Cristina- posibilitan para que nos encontremos a conversar, esclarecer, ser esclarecidos, sobro todos los temas que marcan la realidad. Necesitamos que los dirigentes y funcionarios K -dos cosas distintas, porque hay algunos que no llevan ni a su vieja, ni hablar la esposa o novia- también se arremanguen y militen, Que apoyen las actividades de los militantes sin estar calculando con cuanto se quedan o se benefician de ellas.

Anónimo dijo...

La oposición ya no manda fruta, ahora es pura verdura, cebolla va. He dicho