LA FRASE

"HABÍA DOS BOTONES, UNO VERDE Y OTRO ROJO, Y YO PENSÉ "EL ROJO DEBE SER PARA VOTAR A FAVOR DE CUBA"." (DIANA MONDINO)

miércoles, 10 de junio de 2020

SANDALIO


Hace un año y medio atrás y a propósito del lanzamiento de su candidatura presidencial, decíamos acá sobre Lavagna: "La presunta potencialidad electoral de Roberto Lavagna debe ser la superstición más arraigada de la política argentina: con infaltable precisión, aparece cada cuatro años, en tiempos de elecciones presidenciales, como el "candidato tapado" que puede ser la sorpresa. Una primera lectura rápida de su reinstalación actual podría ser que viene a suplir la ostensible carencia de un candidato taquillero del "peronismo alternativo" que no termina de despegar, pero Lavagna es bastante más que eso: representa una opción política que ve con agrado buena parte del establishment (leáse grupos de poder económico) del país, en especial el que está desencantado con los resultados del gobierno de Macri: grandes empresas de bienes transables nucleadas en la UIA o la AEA como Arcor o el grupo Techint, por ejemplo.

Recordemos que Lavagna (al igual que Duhalde) cimentó su prestigio de "piloto de tormentas" luego del derrumbe de la convertibilidad, cuando gran parte del "trabajo sucio" de abandonar el esquema montado por Cavallo estaba hecho, con una mega devaluación que pulverizó los salarios; en el marco de un pacto político entre sectores del peronismo y de la UCR (él mismo había sido funcionarios de gobiernos de las dos fuerzas políticas), para zanjar al mismo tiempo la crisis económica y social, y el vacío institucional que dejaba el gobierno de De La Rúa.

No se trata de negarle sus méritos -que los tiene-, sino de precisar el contexto en el que el hombre se movió, y que algunos creen posible repetir hoy, o ven igual a entonces: salir del fracaso de otro gobierno expresión de las clases medias anti peronistas (como el de De La Rúa) con la misma receta del 2002: una mega devaluación que licúe salarios, y una apuesta al sector de bienes transables sobre el modelo de valorización financiera que despliega Macri. No es casual que reaparezca Lavagna en escena cuando la estrategia económica del gobierno es utilizar el ancla cambiaria para contener la inflación, aun al precio de revivir el "carry trade", es decir, la bicicleta financiera.

El asunto con Lavagna es que, aunque pueda expresar otro pensamiento económico, su visión de la política no difiere demasiado de la de Cavallo: para ambos, es un estorbo molesto con abundancia de chapuceros, que interfieren en la correcta ejecución técnica de un programa económico; a menos que reconozcan sus limitaciones y acepten darles plenos poderes a los intelectos superiores (los de ellos, los economistas), para que resuelvan los problemas, sin interferir. 

Y así como desde esa visión Cavallo disputó con Menem la paternidad del modelo de la convertibilidad, Lavagna pretendió disputar de igual a igual con Kirchner la paternidad del modelo de salida; incurriendo en el reduccionismo economicista de suponer que el kirchnerismo había sido solo una salida económica a la crisis del 2001, y no sustancialmente una salida política a ella, con otro modelo de "gobernabilidad". De allí que, tras el éxito electoral en las legislativas del 2005 (fruto no sólo de la mejoría de los indicadores económicos como Lavagna pensaba, sino de la recomposición de la imagen social de la política que produjo Néstor Kirchner), planteó su famosa "carpetita" con los medidas que el presidente debía tomar, comenzando por la suba de las tarifas de los servicios públicos, rebajando los subsidios. Sí, en 2005, no ayer. 

El resultado del ultimátum es conocido: Lavagna fue invitado a retirarse del gobierno por el presidente, y desde entonces (como pasó también con Redrado o Lousteau) viene sosteniendo que se fue por voluntad propia; en su caso presuntamente asqueado por "la cartelización de la obra pública" que sería responsabilidad de De Vido (si, ya entonces, la "carrioteaba"); algo que curiosamente nunca le preocupó cuando favorecía a Techint, como pasaba en las obras de los gasoductos, como tampoco le preocupaba recomponer las ganancias de las prestadoras de servicios públicos, propiciando un aumento de tarifas. Hasta en eso se parece a Cavallo, que denunciaba a Alfredo Yabrán, haciendo de lobbista de Federal Express. 

Seguro como estaba de ser el padre de la post convertibilidad, Lavagna llevó su pedantería al extremo de aceptar la candidatura presidencial que le ofreció en el 2007 la UCR llevando como compañero de fórmula a Gerardo Morales; una sociedad que se disolvió la noche misma de la elección en la que Cristina fue consagrada en primera vuelta, y Lavagna comprobó que buena parte de la sociedad argentina no compartía su idea sobre los méritos de la salida de la crisis. Sin embargo, al hombre no le faltan apoyos: Duhalde y los sectores del peronismo nostálgicos de los tiempos del "Diálogo Argentino" auspiciado por el Episcopado y el sindicalismo de la CGT; este último tan extraviado en términos políticos como lo está en términos económicos, sorprendiéndose en boca de Daer porque el gobierno chocó la calesita cuando "nadie lo esperaba", conclusión a la que llegaron abrevando exclusivamente en los economistas del establishment. 

Y por supuestos los "progres" como Stolbizer, Lifschitz y el socialismo santafesino, con un olfato especial para detectar a los que cuentan con el favor de al menos una parte del poder económico, y ponerse a su sombra, para mantener su quintita; ese mismo olfato con el que no se privan de asistir a los coloquios de IDEA, Expoagro, la muestra de la Rural en Palermo, los brindis de la embajada los 4 de julio, o los congresos de la Fundación Libertad. En ese contexto, Lavagna está lejos de ser una solución al desastre que deja Macri, porque el problema no es solo económico, con todo y su gravedad en ese plano: es sustancialmente político; como resultante de un combo fatal de licuación de la autoridad presidencial, colonización del Estado y permeabilidad de su estructura a los conflictos de intereses y negocios privados, pesadas facturas a cobrar por factores de poder institucionales y extrainstitucionales (la AFI, los jueces, las fuerzas de seguridad, los medios hegemónicos), alineamientos internacionales riesgosos y condicionalidades estructurales draconianas, resultado de los acuerdos con el FMI.

Por eso la solución debe ser política en el más amplio y pleno sentido del término: alguien con espaldas y autoridad política, y respaldo social y electoral que equilibre un poco las cargas frente a la magnitud de los poderes que deberá enfrentar; sin perjuicio de la necesidad de tender un puente hacia algunos sectores del poder económicos, como decíamos acá. Pero desde la preservación de la esfera de autonomía de la política, algo que no puede garantizar Roberto Lavagna.". (las comillas son textuales, las negritas, de ahora)

A la luz de las declaraciones del hombre sobre la expropiación de Vicentín por el gobierno nacional, suscribimos hoy todas y cada una de las palabras de lo dicho entonces: cuando Lavagna cuestiona la idea apelando al ejemplo de YPF (donde precisamente éste gobierno puso un hombre "suyo", si es que tal cosa existe: Guillermo Nielsen) defiende un interés bien concreto, el de los grandes grupos empresarios -en éste caso Vicentín- con los que se siente cómodo; y les pega con un solo bochazo a Néstor (lo de los "amigos del poder" es por la fallida "argentinización" de YPF con el desembarco de Eskenazy) y a Cristina (por la expropiación del 51 % de las acciones de YPF en 2012): al parecer, a él le gustaba más que la petrolera estatal fuera manejada por Repsol, o algo por el estilo.

Lo curioso es que Lavagna -tras su estrepitoso fracaso electoral del año pasado, cuando los números derrumbaron la superstición- no es ajeno del todo a éste, no solo porque su hijo está a cargo del INDEC, o porque Nielsen está en YPF, sino porque es hombre de consulta permanente del presidente, en especial en lo atinente a la reestructuración de la deuda. En éste caso a él se debería la idea de "endulzar" a los acreedores con un cupón PBI, la menos feliz de todas las ideas del canje del 2005, y aun menos feliz ahora: como apuntaba el amigo Diego Rubinzal en las redes sociales, aumentar la necesidad de dólares para pagar la deuda cuando la economía crece y por ende demanda más dólares, no tiene nada de "sustentable".

Canje del 2005 que, por otro lado, terminó cerrándose con éxito a pesar de que la propuesta final (decidida por Néstor Kirchner) fue mucho más dura para los acreedores, que la que originariamente presentó Lavagna, algo que al pálido no le gusta que le recuerden. Pero volviendo al caso Vicentín, y la comparación que Lavagna traza con la expropiación de YPF: como bien señala acá Abel Fernández en su blog, (es) "...evidente que el Estado argentino hoy está en mejor situación, en una actividad tan clave como la petrolera, que si el accionista mayoritario de YPF siguiera siendo la española Repsol. Aunque hoy los signos signos vitales de la Vaca Muerta sean tan débiles.".

O sea: si el Estado argentino puede pensar en plantear algo a una política energética soberana, es porque retomó el control de YPF, sin eso cualquier iniciativa en ese aspecto sería una quimera. Y si hay alguien que es amigo del poder, pero del poder real (no del que se revalida en las urnas cada dos o cuatro años), es Roberto Lavagna; aunque algunos que son tan albertistas que se ofrecieron a fundar el albertismo, en su momento se entusiasmaron con su candidatura y hasta escribieron artículos en las revistibias de análisis político sobre "el deseo Lavagna".

En todo caso el problema no es en sí Lavagna, sino la relevancia que se le suele dar a su opinión, en particular y en cuanto interesa a los fines del análisis, desde el gobierno: derrumbado el mito de su valía electoral (a menos que el ego del hombre sea inmune a las estadísticas), queda por derrumbar otro mito, el de la imprescindibilidad de sus consejos en materia económica.

PD: En este caso tampoco le faltó el acompañamiento "progresista", como podemos ver: 

2 comentarios:

canalla dijo...

De acuerdo con la nota. Lavagnita del Indec proyecto con Bossio a favor de Papel Prensa, Ciciliani, junto con Binner, Argumedo, Donda,Carrió,Massot, votando miserablementa para encanar a De Vido. Un gorila como Giustinianni y un buen muchacho como Del Frade a favor de lo de Vicentín, y en contra están Clarín, La Nación, La Rural, el Pro, los radicales gorilas (bah, los radicales), la Granata (?). Hoy en La Capital de Rosario publican que el ministro de Producción de Perotti, Mr. Costamagna, está en contra de la expropiación !?!?!. Bueno, Omar, ya nos olvidamos ( es un decir), que votaste con Reutemann a favor de Paul Singer y los buitres en 2016. Ya está. Empecemos la cuenta regresiva para el puntapié en el coccis (vulgo, patada en el orto) a ese ministro. Pregunta contrafáctica de peronista viejo: cuántos y quiénes de estos "peronistas" hubieran votado la Constitución del IAPI,la expropiación de La Prensa para entregarla a la CGT, la nacionalización de los depósitos bancarios ? Costamagna habrá salido con "el campo" por la 125 contra Néstor y Cristina ?

canalla dijo...

Ah ! ya que está Costagmagna podría sumarse a la denuncia penal contra Alberto F