LA FRASE

"EL DÓLAR BLUE SE DISPARÓ POR EL STREAM DE CRISTINA." (MANUEL ADORNI)

martes, 2 de julio de 2024

HECHA LA LEY, HECHA LA TRAMPA

 

La ley bases, sancionada el jueves pasado por la Cámara de Diputados, está todavía en trámite de comunicación al Poder Ejecutivo para su promulgación y posterior publicación en el Boletín Oficial.

Salvo que a su majestad Javier I el de los pies de duende se le ocurra alguna idea genial de último momento, como un veto con enmiendas (y promulgación parcial de las partes no vetadas), para insistir con el texto original de los artículos que fueron modificados, especulando con que ambas Cámaras no cuenten con los dos tercios de los votos que exige el artículo 83 de la Constitución para rechazarlo.

Como sabemos, hasta último momento el gobierno amenazó con insistir en el texto original aprobado por Diputados, desconociendo los cambios que se vio forzado a concederle en el Senado a la "oposición dialoguista", entre ellos reducir la nómina de las empresas del Estado a privatizar, eliminando de ella a Aerolíneas Argentinas, el Correo y Radio y Televisión Argentina, la Sociedad del Estado que administra Radio Nacional y la TV pública. Por lo que tratándose de estos fulleros, nada debería sorprender.

Como por ejemplo que ayer -insistimos: cuando aun la ley bases no fue promulgada, ni está en vigencia- aparecieron publicados en el Boletín Oficial el Decreto 553 (completo acá) y el Decreto 548 (completo acá), ambos directamente vinculados a ésta problemática, e indicativos de que no es gente de la que uno se pueda fiar.

El Decreto 553 (que es un DNU) prorroga por otros 180 días el plazo previsto en el artículo 51 del DNU 70/23 (el mega DNU rechazado por el Senado, y sin tratamiento en Diputados) para "la transformación de las Empresas del Estado.", y el Decreto 548 (también basado en el DNU) transforma a Télam Sociedad del Estado en Agencia de Publicidad del Estado Sociedad Anónima Unipersonal (SAU), y aprueba su nuevo estatuto social.

Según él, la nueva sociedad tiene por objeto "...operar como Agencia de Publicidad y Propaganda, entendiendo en la elaboración, producción, comercialización y distribución de material publicitario nacional y/o internacional, tanto dentro del territorio de la República Argentina como en el exterior, en su carácter de Agencia de Publicidad.". O sea, ya no será una agencia de noticias, sino una agencia de publicidad; regida además por la Ley 19.550 de sociedades comerciales, y no por la Ley 20.705 de Sociedades del Estado, norma que -como se ocupan de recalcar ambos decretos- fue derogada por el artículo 40 del mega DNU 70/23. 

La diferencia no es menor: en el régimen de la Ley 20.705 (Sociedades del Estado) las sociedades no pueden ser declaradas en quiebra, ni liquidadas sin autorización legislativa previa del Congreso nacional (artículo 5). En el régimen de la Ley 19.550 (sociedades comerciales) pueden ser disueltas en cualquier momento por las causales previstas en el artículo 94 de la ley, o por otras contempladas por los socios en el contrato de constitución (artículo 89).

Entre esas causales (inciso 1) del artículo 94) está la decisión de los socios, en asamblea convocada al efecto. Lo cual es además muy sencillo de conseguir cuando esos socios son en realidad uno solo, como por ejemplo puede ser en el caso de la sociedad que Milei acaba de crear para suceder a Télam; en un esquema que bien puede replicar en otras empresas y sociedades del Estado (como las que el Senado excluyó de la privatización), mientras rija el DNU 70/23, cuyo plazo para esos fines el propio Milei acaba de prorrogar en seis meses.

Mientras rija el DNU dijimos: como explicábamos acá, de acuerdo con la Ley 26122 no basta el rechazo de una Cámara (en éste caso el Senado) para tumbarlo, y por eso el gobierno demora su tratamiento en Diputados -con la anuencia de la oposición cómplice- porque para ellos es tan importante como la ley bases, o más incluso. Porque sin él -por ejemplo- no podrían estar haciendo este tipo de trapisondas.

lunes, 1 de julio de 2024

50 AÑOS DE INMORTALIDAD


Se cumplen hoy 50 años de la muerte de Perón, el trágico y triste día en el que muchos supusieron (y muchos aun lo siguen pensando hoy, dentro y fuera del peronismo) que se terminaba el peronismo: en palabras del almirante Rojas, "muerto el perro se acabó la rabia".

Y sin embargo acá estamos: maltrechos, cachuzos, confundidos, dispersos, bajo ataque y en derrota, pero estamos. Sin terminar de construir la organización que venza al tiempo, y sin terminar de asumir -porque tampoco nos dejan- que somos sus únicos herederos. Pero estamos. 

Pasaron 50 años desde que murió el tipo que protagonizó con centralidad absoluta la política argentina durante los 30 años anteriores, y que en estos 80 años transcurridos desde que emergió a los primeros planos, fue y es la figura política más importante de nuestra historia. La medida de su grandeza la da el recuerdo emocionado del pueblo, y la pequeñez de sus  enemigos, que han reducido todo su programa para el país a terminar con su obra y su recuerdo.

Para que negar que en ese empeño, que un gorila notorio como Halperín Donghi bautizó como "la larga (demasiado, le faltó) agonía de la Argentina peronista" han tenido éxitos, fruto de su persistencia. Acaso no tanto como desearían porque -como decíamos al principio- seguimos estando, y aun quedan en pie ejemplos concretos de la obra de Perón. Pero se están encargando concienzudamente -con ayuda de las traiciones y deserciones del propio peronismo- de modificar ese estado de cosas.

Recordar la muerte de Perón y su finitud biológica es humanizarlo, y humanizarlo es recrearlo en la perspectiva de su verdadera grandeza: no una figura para el mármol o el bronce -como los portadores del peronómetro que reducían la preservación de su legado a mausoleos y estatuas-; sino alguien inserto en la corriente de la historia, como un liderazgo excepcional surgido del pueblo, y retroalimentado en el diálogo con él. Sin eso  (y sin la estrechez de miras gorilas, claro) no se explican la resistencia peronista y su retorno al país para morir en él, aun sabiendo que era el final más posible.

Hoy lo deshumanizan los que -contra su enseñanza- lo cosifican en formulaciones doctrinarias que devienen catequéticas y artículos de fe que explican por sí mismos toda la realidad, como si nunca lo hubieran leído al propio Perón. Que si algo hizo fue contener y expresar a lo diverso (muchos "progres" de su época, como Manuel Ugarte, se hicieron peronistas), pero nunca contuvo a todos, ni lo intentó: siempre tuvo claro que en el peronismo no había lugar para los Braden y los Pinedo, y todo lo que ellos expresaban. 

Hoy los que trafican con su nombre como contraseña para ocluir todo debate interno y macartear a gusto piden excluir lo diverso, pero contener lo antitético, lo que claramente juega para los enemigos de Perón y del pueblo argentino, hace 50 años y hoy. Una rara forma de hacer peronismo en la que no hay lugar para Grabois, Ofelia Fernández, el feminismo o Kicillof, pero sí para Pichetto, Scioli, Llaryora, Jaldo o Randazzo.

Humanizarlo a Perón es ponerlo en perspectiva histórica, con sentido de pedagogía política, para aprender de sus grandes realizaciones visionarias que hoy son patrimonio común de todos los argentinos: la protección de los trabajadores, la gratuidad de la universidad, el voto femenino, el programa nuclear, y tantas otras cosas. O las que marcan la necesaria hoja de ruta de un proyecto nacional de dignidad y justicia: la nacionalización del comercio exterior, la política exterior autónoma, la apuesta al desarrollo industrial, la redistribución del ingreso nacional a favor de los sectores populares. 

Pero también humanizarlo a Perón es aprender de sus transigencias cuando debía ser intransigente  (el mismo se arrepentiría años después de su conducta frente al golpe del 55') y viceversa, sus intentos conciliatorios no correspondidos por los odiadores de siempre (porque a él también le ocurrió), sus tolerancias con los ladrillos de bosta que debían ser contenidos pese a todo, y sus distancias con gente como Mercante, Sampay, Jauretche o Cooke. 

De todo se aprende en la vida, y Perón no fue la excepción: todo su derrotero político nos deja enseñanzas para el hoy. Nos permite por ejemplo advertir que entre el contrato de la California (que fue blandido por un nacionalismo que fungió de idiota útil de la oligarquía contra el presidente que había puesto en la Constitución del 49' el artículo 40 que reservaba para la nación el dominio de los recursos naturales estratégicos) y el RIGI hay tanta distancia como la que hay desde la Tierra a la Luna. Y uno no fue aprobado por un Congreso donde el gobierno tenía amplia mayoría, mientras el otro salió con fritas.

Hoy que todos parecen descubrir la clarividencia política, es preciso recordar que Perón fue lo que fue, precisamente porque leyó con claridad su tiempo, con sus demandas y sus insatisfacciones: no fue -como se decía entonces- el candidato de un régimen que pretendía perpetuarse en el poder, sino el emergente político de una Argentina nueva, ignorada hasta entonces. No es tanto que supo como hablarles a los trabajadores (y más que hablarles, responderles con hechos concretos), como que fue el primero que -de verdad- se puso a escucharlos: tremenda lección para estos tiempos de confusión y perplejidad.