Por Raúl Degrossi
Hace un tiempo ya desarrollábamos en este blog algunas ideas sobre la autonomía porteña; en un contexto en el cual todavía se pensaba que Mauricio Macri podía competir en las elecciones presidenciales.
Hecha la salvedad del corrimiento del imitador de Freddy Mercury de esa disputa, las reflexiones centrales de entonces siguen teniendo vigencia; sobre todo en cuanto apuntaban a la particular mecánica de construcción política del distrito porteño.
Dentro de pocos días será la primera vuelta de las elecciones a Jefe de Gobierno, en las que competirán nada menos que 14 candidatos, cuyo listado completo pueden ver acá.
En esa entrada anterior decía yo que la idea que presidió el invento de la autonomía porteña en la reforma constitucional del 94', combinada con la aparición en escena de la dimensión mediática de la política producía un cóctel explosivo: así como todo lo que pasa, no sucede si no es en la tele o los medios en general; para esos mismos medios lo políticamente relevante es lo que sucede en la Reina del Plata.
Y la centralidad que tuvo en esta campaña electoral que culmina con las elecciones del domingo la cuestión del debate (que si se hace, que si no, que si donde) demuestra que a imbricación entre ambas cuestiones es inseparable en el tablero político porteño.
El interior en general -al igual que sucede en los noticieros con los hechos de violencia- es noticia política cuando alguna elección lo pone en las primeras planas, o algún escándalo mayúsculo sacude lo que los porteños suponen, es la tranquilidad provinciana.
En un punto es lógico que sea así, hay dos siglos de historia y miles de razones acumuladas en ellos para explicarlo.
Pero detengámonos en las particularidades del sistema político porteño, que debe desplegarse en un territorio de apenas 200 kilómetros cuadrados, con una población (de acuerdo al Censo del año pasado) de 2.891.082 habitantes; la de menor tendencia de crecimiento intercensal, es decir la que menos creció en términos porcentuales desde el Censo del 2001 en todo el país.
Para poner las cosas en perspectiva: la vecina provincia de Buenos Aires acumula (según los mismos datos) 15.594.428 habitantes (5,39 veces más que la CABA), desperdigados en 307.571 kilómetros cuadrados (una superficie 1537,85 veces mayor que la de la Capital Federal). De ese total, 9.910.282 bonaerense viven en los 24 partidos del Conurbano, tres veces y media la población porteña.
Esa realidad demográfica (con obvias proyecciones electorales) contrasta con la proliferación de microemprendimientos políticos sin enraizamiento territorial visible; sin visibilidad protagónica en el escenario electoral -más allá de una o dos elecciones-, y la mayoría de las veces, construidos en torno a una figura estelar, de origen y liderazgo mediático.
Esos emprendimientos pueden o no tener sus origen en los limites porteños (en la mayoría de los casos es así), pero casi siempre no logran trascenderlos proyectándose al resto del país; o si lo hacen es con una presencia meramente testimonial y al borde de la desaparición incluso en términos jurídicos; como lo está demostrando ahora la implementación de la reforma política impulsada por el kirchnerismo luego de las elecciones del 2009.
Y la circunstancia que apunto no es casual: esas fuerzas políticas que surgen y se desarrollan exclusiva o preponderantemente en la ciudad de Buenos Aires, son fruto de circunstancias bien concretas propias del distrito y que en alguna medida he señalado; que no se reproducen en el resto del país.
Y si no vean el listado de candidatos a Jefes de Gobierno: personajes como Castrilli, Biondini, Zamora, López Murphy, Piragini, Telerman, Todesca, Giúdici, Macri y Solanas (y las fuerzas políticas que los sustentan) solo pueden existir en la ciudad de Buenos Aires. De hecho, sólo existen allí, en términos reales.
Y ojo: no me vengan con que Giúdici es la candidata de la UCR, porque está en la grilla por Clarín, eh: y el radicalismo -perdidos sus electores y buena parte de sus cuadros en favor del macrismo y de la Coalición Cívica- se ha convertido en la CABA en una fuerza testimonial; casi en los niveles de registro electoral de los partidos de izquierda.
Y si la memoria no me falla, en el listado hay cinco ex candidatos a presidente o que amagaron con serlo (como Macri), para finalmente recluirse en la seguridad de la política municipal porteña.
Incluso esas mismas fuerzas, una vez logrado su acceso a los espacios institucionales del sistema (como por ejemplo la Legislatura) multiplican al infinito su capacidad de fragmentación; en desmedro de la gobernabilidad.
Y si no vean las cifras que aporta esta nota de Clarín; poniendo de relieve algo que muchos olvidan por detenerse a pensar en el seguro ballotage: las bancas de la mitad de la Legislatura se renuevan con los resultados de la elección del domingo, y se puede ver en la nota cuantas dificultades tendrán Filmus o Macri como Jefes de Gobierno para imponer sus proyectos sin acordar con otras fuerzas.
En esa entrada anterior decía yo que la idea que presidió el invento de la autonomía porteña en la reforma constitucional del 94', combinada con la aparición en escena de la dimensión mediática de la política producía un cóctel explosivo: así como todo lo que pasa, no sucede si no es en la tele o los medios en general; para esos mismos medios lo políticamente relevante es lo que sucede en la Reina del Plata.
Y la centralidad que tuvo en esta campaña electoral que culmina con las elecciones del domingo la cuestión del debate (que si se hace, que si no, que si donde) demuestra que a imbricación entre ambas cuestiones es inseparable en el tablero político porteño.
El interior en general -al igual que sucede en los noticieros con los hechos de violencia- es noticia política cuando alguna elección lo pone en las primeras planas, o algún escándalo mayúsculo sacude lo que los porteños suponen, es la tranquilidad provinciana.
En un punto es lógico que sea así, hay dos siglos de historia y miles de razones acumuladas en ellos para explicarlo.
Pero detengámonos en las particularidades del sistema político porteño, que debe desplegarse en un territorio de apenas 200 kilómetros cuadrados, con una población (de acuerdo al Censo del año pasado) de 2.891.082 habitantes; la de menor tendencia de crecimiento intercensal, es decir la que menos creció en términos porcentuales desde el Censo del 2001 en todo el país.
Para poner las cosas en perspectiva: la vecina provincia de Buenos Aires acumula (según los mismos datos) 15.594.428 habitantes (5,39 veces más que la CABA), desperdigados en 307.571 kilómetros cuadrados (una superficie 1537,85 veces mayor que la de la Capital Federal). De ese total, 9.910.282 bonaerense viven en los 24 partidos del Conurbano, tres veces y media la población porteña.
Esa realidad demográfica (con obvias proyecciones electorales) contrasta con la proliferación de microemprendimientos políticos sin enraizamiento territorial visible; sin visibilidad protagónica en el escenario electoral -más allá de una o dos elecciones-, y la mayoría de las veces, construidos en torno a una figura estelar, de origen y liderazgo mediático.
Esos emprendimientos pueden o no tener sus origen en los limites porteños (en la mayoría de los casos es así), pero casi siempre no logran trascenderlos proyectándose al resto del país; o si lo hacen es con una presencia meramente testimonial y al borde de la desaparición incluso en términos jurídicos; como lo está demostrando ahora la implementación de la reforma política impulsada por el kirchnerismo luego de las elecciones del 2009.
Y la circunstancia que apunto no es casual: esas fuerzas políticas que surgen y se desarrollan exclusiva o preponderantemente en la ciudad de Buenos Aires, son fruto de circunstancias bien concretas propias del distrito y que en alguna medida he señalado; que no se reproducen en el resto del país.
Y si no vean el listado de candidatos a Jefes de Gobierno: personajes como Castrilli, Biondini, Zamora, López Murphy, Piragini, Telerman, Todesca, Giúdici, Macri y Solanas (y las fuerzas políticas que los sustentan) solo pueden existir en la ciudad de Buenos Aires. De hecho, sólo existen allí, en términos reales.
Y ojo: no me vengan con que Giúdici es la candidata de la UCR, porque está en la grilla por Clarín, eh: y el radicalismo -perdidos sus electores y buena parte de sus cuadros en favor del macrismo y de la Coalición Cívica- se ha convertido en la CABA en una fuerza testimonial; casi en los niveles de registro electoral de los partidos de izquierda.
Y si la memoria no me falla, en el listado hay cinco ex candidatos a presidente o que amagaron con serlo (como Macri), para finalmente recluirse en la seguridad de la política municipal porteña.
Incluso esas mismas fuerzas, una vez logrado su acceso a los espacios institucionales del sistema (como por ejemplo la Legislatura) multiplican al infinito su capacidad de fragmentación; en desmedro de la gobernabilidad.
Y si no vean las cifras que aporta esta nota de Clarín; poniendo de relieve algo que muchos olvidan por detenerse a pensar en el seguro ballotage: las bancas de la mitad de la Legislatura se renuevan con los resultados de la elección del domingo, y se puede ver en la nota cuantas dificultades tendrán Filmus o Macri como Jefes de Gobierno para imponer sus proyectos sin acordar con otras fuerzas.
Porque a la idea de la autonomía porteña diseñada en la Constitución Nacional hay que sumarle lo que dispone la propia Constitución porteña: Jefe de Gobierno elegido a doble vuelta, Legislatura unicameral renovable por mitades cada dos años, con asignación de bancas por sistema D'Hont; y elección de Comunas. Un acicate a la proliferación de microemprendimientos políticos, al infinito.
Un dato no menor: esa híper fragmentación de la oferta política es percibida en forma negativa por los propios porteños; de hecho sobre esa circunstancias y la ineficacia de los gobiernos que lo precedieron cabalgó Macri con su discurso anti político de la "gestión" y la eficiencia tecnocrática, para llegar al poder con su experimento amarillo.
Por eso ideologizar el discurso y la campaña para intentar derrotarlo, puede no ser una buena estrategia electoral.
Por el contrario, hay que develar lo que sucede en cualquier lugar del país cuando se discute política de cara a elecciones de cargos ejecutivos, tanto mas cuanto menor sea la escala territorial: ningún intendente o presidente comunal que se postule a la reelección la obtendrá si su gestión fue desastrosa, a condición que los votantes la perciban como tal.
Sobre esas circunstancias particulares del entramado político porteño se implanta el experimento de la autonomía diseñada por la reforma del 94', creando una ficción de provincia (y de eventual gobierno nacional en permanente espejo, recreando el dilema sarmientino de civilización y barbarie); allí donde en realidad solo hay un municipio. Complejo, con características particulares, pero un municipio al fin y al cabo.
Un municipio cuyo intendente (pomposamente denominado Jefe de Gobierno por el texto constitucional, una concesión provinciana al ego porteño) tiene resueltos -antes de entrar por primera vez a su despacho- problemas que para cualquier otro intendente del país, son un verdadero dolor de cabeza: las cloacas, el asfalto, el agua potable o el alumbrado público. Y sin que él ni ninguno de sus antecesores, hayan debido hacer nada para resolverlos.
Al mismo tiempo el Jefe de Gobierno porteño administra el presupuesto por habitante más alto del país, por lejos; lo cual le deja tiempo para ocuparse de otras cuestiones, como la seguridad o los espectáculos culturales, según sea su orientación ideológica.
Y hablando de la inseguridad, "el" tema de todas las campañas electorales en la CABA, al menos desde el 2003 para acá: sumando los efectivos de la Federal y la Metropolitana, los porteños cuentan para protegerlos con los mismos policías (o más) que los santafesinos, pero con una población un 10 % más chica, y en un territorio 665 veces menor.
Para hacer algunas comparaciones de los principales distritos electorales del país en la línea que vengo señalando, diré que Córdoba tiene 12 candidatos a gobernador para las elecciones del 7 de agosto, Santa Fe 6 para las del 24 de julio (eran 12 en las internas) y la provincia de Buenos Aires 10. La ciudad de Buenos Aires tiene anotados 14 candidatos a Jefe de Gobierno para las elecciones del domingo que viene.
Eso implica que, en términos poblacionales, los cordobeses tienen un candidato a gobernador cada 275.377 habitantes, los santafesinos uno cada 533.456 y los bonaerenses, uno que aspira a suceder a Scioli por cada 1.559.442 habitantes de la provincia.
En el caso de la Capital Federal, la ratio desciende a un candidato a Jefe de Gobierno cada 206.505 porteños, una relación de escala municipal: en la ciudad de Córdoba uno de cada 133.002 habitantes quiere ser intendente, y en Rosario, uno de cada 133.169.
Los números son más impactantes si la proyección se hace sobre el espacio, es decir el territorio concreto que a cada uno le tocaría gestionar de llegar al gobierno: en Córdoba la relación es de un candidato a gobernador cada 13.776 kilómetros cuadrados, en Santa Fe de uno cada 22.167 Km2, y en la provincia de Buenos Aires, uno cada 30.757 kilómetros cuadrados.
En la ciudad de Buenos Aires, la relación desciende abruptamente: hay un candidato a Jefe de Gobierno cada 14 kilómetros cuadrados, o sea, casi uno por baldosa.
Por algo será.
1 comentario:
La reforma del 94 surge de un acuerdo (¿espurio?) entre el Turco, que lo único que le importaba era la reelección, y don Ricardo, que le cobró por ello garantizarse un tercer senador en casi toda las provincias. Así nace esta autonomía de una ciudad que fue entregada por la provincia de Bs. As. para que fuese la Capital Federal, después de años de guerra civil. Así se construyeron en ella, con dinero de todos los argentinos, hospitales, el Colón, escuelas, universidad, una infraestructura que no se hizo en el resto del País, generando un desarrollo absolutamente desigual.
Ahora tenemos que escuchar a la tilinguería porteña, que debemos diferenciarnos de las políticas nacionales y de los compatriotas provincianos, negándoles servicios y beneficios, pidiendo que transfieran la cana, obvio con el presupuesto incluído y, en general seguir siendo el distrito más rico del País, eso sí, autónomos de los gronchos provincianos.
Es un tema para discutirlo con más tiempo y profundidad, ojalá algún día se pueda hacer, y si no traslademos la Capital y los porteños a vivir con lo que generemos.
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