LA FRASE

"EL JUBILADO QUE INTERNARON YA VINO A LA MARCHA HIPERTENSO." (PATRICIA BULLRICH)

martes, 26 de febrero de 2013

EL PROFESOR DISTRAÍDO


La verdad que los referentes de La Runciman no dejan de sorprender: cuando ni siquiera los EEUU (aliado sempiterno de los ingleses, socios claves en la OTAN) van a reconocer el resultado del referéndum kelper, a él lo maravilla; y desearía poder viajar a las islas para ver el sueño de Rousseau, hecho realidad.

Es difícil resistir la tentación de calificar a Romero como cipayo, a secas, leyendo esta columna de hoy en la tribuna de doctrina, pero lo cierto es que es más difícil aun encontrar un calificativo más adecuado.

Es curioso que el profesor vea la concreción del sueño de Rousseau (aquél del contrato social sustentado en la voluntad popular, uno de los teóricos de lo que sería la Revolución Francesa y la abolición del antiguo régimen) en un referéndum del que participarán ciudadanos de segunda de una monarquía con veleidades imperiales (aun en su decadencia), y que, si todo concluye como parece, habrán decidido seguir siendo exactamente eso: ciudadanos de segunda, de una colonia alejada, de una metrópoli monárquica con nostalgias imperiales.

Y que no respete en cambio el ejercicio de esa misma voluntad popular (fundante del contrato político y del pacto de convivencia social) en su propio país; por considerarla mediatizada por el clientelismo, omitiendo los ominosos años del fraude en su raconto de nuestra historia; como lo hiciera en ésta otra columna inolvidable.

Probablemente se distrajo el profesor, o se confundió. Tanto que omite que no es éste gobierno (al cual él le tiene tirria, y no le asigna ni siquiera el status de democrático) el que niega que los kelpers sean "pueblo" que pueda ejercer su autodeterminación sobre un territorio: tal ha sido la tesis de todos los gobiernos argentinos, desde 1833, y la opinión de las Naciones Unidas desde -por lo menos- la Resolución 2065 de 1965 (gobernaba Illía, caro a los afectos del profesor, insospechado de pulsiones nacionalistas insanas).

Por esa razón es que se insta a la Argentina y el Reino Unido a negociar la soberanía de las islas, algo que hasta acá no ha sucedido, justamente porque los ingleses se niegan; y se niegan, profesor, porque los imperios no negocian, a menos que se vean obligados por la fuerza a hacerlo.

Así que, cuando de preservar el sueño imperial se trata, ya puede usted saber donde se lo meten a Rousseau y su sueño del contrato social.

¿Por qué no convocan a un referéndum a ver si los ingleses quieren seguir viviendo bajo una monarquía, por ejemplo?

Dice el profesor: "Cada Estado se asignó derechos sobre un territorio deseado, que era nacional por esencia. Una generalización de la idea de la "tierra prometida". Para concretar sus ilusiones, los Estados guerrearon. Ganaron y perdieron, y a algunos les fue mejor que a otros. Pero a diferencia de los tiempos dinásticos, los derrotados no aceptaron la pérdida de algo que se había convertido en esencial para la nación. Cultivaron el revanchismo y el irredentismo, que fue un potente motor de los nacionalismos.

El Estado argentino formó su territorio ganando y perdiendo. Pudo haber incluido la Banda Oriental o Paraguay, y pudo no haber tenido la Patagonia. Pero el resultado final, hacia 1880, fue presentado como la concreción de un designio trascendente. Como la Argentina era un país de inmigración, la naciente idea de nacionalidad arraigó más naturalmente en el territorio, cuya argentinidad era más fácil de sostener."

El profesor añora aquéllos tiempos de las monarquías, que se desangraban en los campos de batalla peleando por el territorio, pero luego eran capaces de sentarse civilizadamente a una mesa, a ver como se repartían el resto del mundo, en áreas de influencia.

No como acá, donde por ejemplo los pueblos originarios insisten en rechazar la celebración del 12 de octubre, o en no rendirle homenaje a la estatua de Roca en Bariloche; en lo que al profesor le debe parecer un claro signo de inmadurez política.

Y sigue diciendo el profesor: "La Constitución argentina afirmó, en 1853, que el pueblo argentino incluía a todos los que quisieran integrarlo, sin distinciones, siempre que aceptaran la ley común. Estableció un régimen representativo y republicano, fundado en la voluntad popular, pero con límites a la arbitrariedad de las mayorías. El Estado agregó una dosis moderada de nacionalismo cultural, enseñado en la escuela, que contribuyó a dar cohesión a una sociedad aluvial."

Ay profesor, la Constitución del 53' no decía una coma sobre el sufragio, si era obligatorio o voluntario, calificado o universal; y prohijó un régimen fraudulento durante casi 60 años, hasta la sanción de la Ley Sáenz Peña, y la "república posible" de Alberdi no era lo que se dijera un modelo de inspiración roussoniana; y no establecía límites a la arbitrariedad de las mayorías (sería bueno que hubiera precisado cuáles profesor: ¿la prohibición de la reelección presidencial tal vez?): para el texto alberdiano, las mayorías no contaban, simplemente, como sujeto de la acción política.

Por eso el fraude se combinaba con el voto voluntario, la promoción de una masiva inmigación (que no se nacionalizaba, ni participaba de los debates políticos) y la elección indirecta del presidente y los senadores, pero todo eso usted debería saberlo -como que enseña nuestra historia-, a menos que esté distraído, con el experimento roussoniano de los kélpers.

Pero aun esa misma Constitución, profesor, inhibe hoy que en la Argentina pudiese existir un referéndum "roussoniano" como el de los kélpers, por el cual por ejemplo los catamarqueños o los formoseños, decidieran libremente si quieren seguir siendo argentinos: sería considerado un acto de sedición.

Y que decir de la "moderada dosis de nacionalismo cultural" agregada por el Estado argentino a partir de 1880: sólo existió en su imaginación profesor, bien sabe usted que el dogma sarmientino de "Civilización o Barbarie" fue el apotegma fundante de la pedagogía del sistema educativo nacional.

Que la Ley 1420 -al promover el laicismo y la gratuidad de la enseñanza- haya sido un elemento de cohesión social, no quita que la orientación ideológica de la ecucación (como la de la enseñanza de la historia, su ramo profesor, debería saberlo) haya tenido el propósito definido de desnacionalizar, y evitar por todos los medios el surgimiento de algo parecido a una identidad nacional, que no tuviera que ver con el experimento social y político puesto en marcha después de Pavón.

Que incluyó (como una pieza central) una relación privilegiada con el imperio británico (privilegiada para ellos), que hizo que, por más de 100 años, el reclamo por Malvinas quedara olvidado, porque los beneficios concretos que la "asociación particular" entre el imperio y la semi colonia eran para las oligarquías argentinas, mucho más importantes que unas islitas perdidas en el Atlántico sur.

Cosas que el profesor probablemente olvidó, distraído con la posibilidad de ver en vivo y en directo, la concreción del sueño de Rousseau.

Apúrese profesor y a lo mejor consigue pasaje a las islas; y si no consigue el de vuelta no se preocupe, allá lo van a valorar mejor que acá seguramente.

Los ingleses (por eso son al fin y al cabo los kélpers, de segunda, pero ingleses) siempre supieron apreciar a la buena servidumbre.   

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Compañeros, excelente respuesta al historiador estrella de la UNR (Universidad Nacional Radical, la L de Litoral se perdió hace mucho tiempo). Saludos. Florencia.
Pd: deberían enviarla a la carta de lectores de The Nation.

Anónimo dijo...

que asco que un argentino (será argentino este guanaco) se refiera a las Malvinas como las falklands. Así empieza su deposición (en el sentido más escatológico del término)

Anónimo dijo...

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Diario La Naciòn.