Como Cristina, Alberto Fernández atacó a la Justicia y a la prensa: "Se van a acabar los operadores judiciales" https://t.co/Wwt4j41fUw pic.twitter.com/PD8bO4Euzf— LA NACION (@LANACION) December 2, 2019
Preparémonos para ver, aumentado y empeorado, el espectáculo que estamos viendo a diario en los principales medios, durante cuatro años: los que no vieron venir la conformación del "Frente de Todos", ni mucho menos, la candidatura de Alberto Fernández, tirándonos a diario postas sobre las comidillas internas del nuevo gobierno, sus disputas, y los anuncios de posibles medidas que podría llegar a tomar.
Lo estamos viendo por estas horas con la conformación del gabinete, la más operada de la historia; en especial en lo que refiere al ministro de Economía. Al respecto bien señalaba acá Alfredo Zaiat en Página 12 que la movida es parte de lo que se conoce como la "educación presidencial", el burdo intento de condicionar al futuro gobierno e imponerle no un ministro, sino un plan económico distinto del que obtuvo mayoría electoral; y del que viene anticipando Alberto con sus definiciones.
Que los medios en tanto vehículo de expresión (y parte sustancial a la vez) del núcleo de intereses económicos dominantes en el país vehiculicen de modo tan burdo sus demandas no debería sorprender, en tanto son la oposición real: mientras unos (los grupos económicos dominantes) presionan para torcer el rumbo del gobierno aun no iniciado hacia la defensa de sus intereses corporativos, los otros (los medios hegemónicos) construyen sentido para que esas demandas, que van en contradicción con los intereses de las grandes mayorías nacionales, encuentren anclaje social.
Así fue durante el período 2003-2015 y así será desde el 10 de diciembre, y nadie debería asombrarse por eso: si hay un plano de la realidad en el que resulta imposible "cerrar la grieta", es en la relación entre la política con pretensiones de autonomía democrática, y los medios concentrados en tanto instrumentos culturales del dispositivo de poder real, extrainstitucional.
Y si no veamos lo que vino pasando desde el día después de las elecciones, cuando la remontada macrista en relación al resultado de las PASO intentó ser usada primero para ocultar lo indisimulable (la derecha neoliberal que buscaba permanecer en el poder fue rotundamente derrotada en primera vuelta), y luego para "advertir" sobre la existencia de una oposición supuestamente monolítica y representativa de un 40 % de la sociedad, frente a un nuevo oficialismo con disputas intestinas, que conformó una coalición atada con alambre, a punto de estallar ante los primeros chispazos internos.
Este última será precisamente el eje discursivo a transitar por el sistema de medios hegemónicos -con Clarín, La Nación y sus principales plumas como insignias- en los primeros meses del gobierno de "Frente de Todos": meter la cuña al interior de la coalición triunfadora para provocar fracturas, levantando el espantajo del demonizado kirchnerismo, y la figura de Cristina como "el poder detrás del trono", lo que a su vez sirve para debilitar y condicionar al nuevo presidente.
En el plano bizarro de la realidad por el cual se deslizan las mayoría de las operaciones mediáticas disfrazadas de análisis políticos que pululan por los medios hegemónicos, resulta razonable la existencia de un vicepresidente opositor como fue Cobos, pero no la de una vicepresidenta dueña de sus propios votos y arquitecta principal de la construcción opositora, que pretenda tener injerencia en el armado del gobierno para cuya llegada al poder contribuyó decisivamente.
Desde este lado habrá que tener la suficiente astucia para sortear la trampa y no caer en ella, confundiendo el rol central de Cristina en el armado político del gobierno (indisputable e indiscutible), con un oscurecimiento de quien tendrá, por el voto mayoritario de los argentinos, la mayor responsabilidad institucional que otorga la Constitución. Y también algunos tendrán que resistir la pulsión de operar desde los medios hacia la interna, para ganar posiciones: ya no están en el rol de "ancha avenida del medio", ni pueden pretender escaparle a los compromisos de haber tomado posición por uno de los lados de la grieta.
Y Alberto Fernández, en especial, por su rol institucional y por sus previas opiniones sobre el tema, ahora que está sufriendo en cuero propio lo que Cristina y otros dirigentes del kirchnerismo padecieron por años, deberá aprender que su oferta de armisticio en la guerra con los medios, ha sido leída como una rendición incondicional o un cese unilateral del fuego, y están obrando en consecuencia. Y nada indica que eso vaya a cambiar, a menos que haga concesiones cediendo en lo que le vayan a pedir, que hoy no sabemos que es, pero más tarde o más temprano nos enteraremos: se trata de gente que nunca da puntada sin hilo.
Y Alberto Fernández, en especial, por su rol institucional y por sus previas opiniones sobre el tema, ahora que está sufriendo en cuero propio lo que Cristina y otros dirigentes del kirchnerismo padecieron por años, deberá aprender que su oferta de armisticio en la guerra con los medios, ha sido leída como una rendición incondicional o un cese unilateral del fuego, y están obrando en consecuencia. Y nada indica que eso vaya a cambiar, a menos que haga concesiones cediendo en lo que le vayan a pedir, que hoy no sabemos que es, pero más tarde o más temprano nos enteraremos: se trata de gente que nunca da puntada sin hilo.
Que los medios y los intereses que representan serán la oposición real al nuevo gobierno no admite discusión, y basta para comprobarlo con echar una mirada a lo que está haciendo la oposición que cumple roles institucionales. Del "liderazgo indiscutido" de Macri como representante del 40 % del voto ciudadano que nos quisieron vender desde el día después de la elección pasaron cosas: Vidal y Monzó -cada uno desde su lugar- lo cuestionan abiertamente a él y a la estrategia electoral elegida por Marcos Peña desde adentro del PRO, mientras el silencio de Larreta dice mucho más incluso que esas críticas.
Y los radicales anuncian por todos los medios posibles que no se someterán a ningún "liderazgo opositor" sin discutirlo, al tiempo que no logran cerrar internas entre ellos, ni siquiera para los principales cargos parlamentarios, o las canonjías derivadas, como los asientos opositores en el Consejo de la Magistratura o la Auditoría General de la Nación.
O nos quieren vender gato por liebre, explicándonos (sin decirlo) que hay coaliciones y coaliciones: está dejando el gobierno una ("Cambiemos") que nunca funcionó como tal, porque no colegió la toma de decisiones ni puso en paridad de condiciones a sus miembros; porque los radicales y Carrió quedaron reducidos al rol de espectadores (lo que no disminuye su responsabilidad política en el desastre), y a tener que bancarle los trapos a Macri, por medidas de las que en muchos casos se enteraban por los diarios como cualquier hijo de vecino.
Por contraste, al "Frente de Todos" le exigen una convivencia pacífica y civilizada de niveles escandinavos, sin el más mínimo roce interno, o la menor disputa por las posiciones en el gobierno, o la línea política que tendrá este: como diría un filósofo macrista, se nota mucho.
Al interior del FDT hay quienes quieren ver del otro lado de la grieta (y es posible que en un punto los haya) bolsones de oposición "racional", que no está dispuesta a "venezuelanizarse", y con la que se pueden tender puentes de contacto: el fetiche Monzó responde a eso; y algunos indisimulables intentos de garrochazos como los de Massot o Lipovetzky, también.
Lo cierto es que lo que no se puede desconocer es que hay un 40 % de la sociedad que está dispuesto a adversar al nuevo gobierno duramente desde el principio, y que votará a cualquiera que exprese políticamente ese deseo. Si las ofertas para ese rol se multiplican y dividen, tanto mejor para nosotros; aunque en tal caso los niveles de "crispación" social y política, serán mayores: a no quejarse entonces, es el precio por ganar autonomía para decidir, sentado que no se puede, lisa y llanamente, "gobernar para todos".
En ese tablero se planteará la disputa, como se planteó entre 2003 y 2015: sin ir más lejos, los tambores de guerra del "campo" ante la posible suba de las retenciones demuestran que en el núcleo geográfico y social del voto macrista, la situación está congelada en el 2008. Y así será hasta que los que mueven de verdad las palancas encuentren la llave para volver a armar otro "Cambiemos" (es decir, el enésimo remix de la Unión Democrática), aglutinando el voto antiperonista mientras apuestan a dividir el peronista; y si no encuentran el contexto para que el intento tenga éxito, tratarán de crearlo, todos los días, todo el día.
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