LA FRASE

"HABÍA DOS BOTONES, UNO VERDE Y OTRO ROJO, Y YO PENSÉ "EL ROJO DEBE SER PARA VOTAR A FAVOR DE CUBA"." (DIANA MONDINO)

martes, 7 de enero de 2020

A LA SOMBRA DEL GRAN HERMANO


Mucho tiempo antes de que siquiera se conociera el término "globalización", Perón decía que la verdadera política de un país era su política exterior: tan así de importante consideraba el modo en el que el país se relacionaba con el mundo, y las posturas que adoptaba en el contexto internacional.

Siendo a su vez la Argentina un país ubicado en lo que los Estados Unidos han considerado siempre su área de influencia primaria (el "patio trasero"), no es de extrañar que la relación bilateral que lleva ya 200 años haya atravesado por todos los estados, que van desde el alineamiento automático e incondicional, hasta el conflicto abierto o la hostilidad; de modo que eso no es ninguna novedad.

Cuando en la primera década del siglo se abrieron procesos políticos en América Latina que permitieron el despliegue de experiencias de signo similar que algunos califican como "populistas", se dijo que ello fue posible en buena medida porque los EEUU estaban "distraídos" en el conflicto de Medio Oriente y no prestaban atención a lo que pasaba en el vecindario. 

Aun cuando se coincidiera en esa lectura, los días presentes muestran otro panorama: la administración Trump avanza en sus objetivos de política exterior como un elefante en una cristalería, y tanto es capaz de promover interrupciones del orden democrático en Bolivia, como aventuras inviables en Venezuela (donde no ha descartado nunca la intervención militar abierta), al mismo tiempo que promueve una escalada bélica de consecuencias imprevisibles en Medio Oriente.

Se ha dicho también que esto es así porque los Estados Unidos no pueden "descuidar" América Latina frente a la creciente presencia e influencia en la región de China (en mayor medida) y Rusia (con un protagonismo menor, pero no desdeñable). Lo cierto es que por los objetivos que se ha trazado la política exterior del imperio (funcionando más que nunca en ese modo), y por los medios que emplea para conseguirlos, es un factor de tensión allí donde intervenga, y América Latina no es la excepción.

De modo que la máxima de Perón aplica como nunca a nuestra situación, e impone al gobierno argentino la prudencia y la inteligencia para moverse en un estrecho desfiladero, para tutelar los intereses nacionales en juego, sin perder de vista el tablero completo.

Y es así que hace pocos días vimos como funcionarios de la administración Trump y aun la embajada yanqui en el país (en la mejor tradición del bradenismo) se inmiscuían abiertamente en los asuntos internos de la Argentina (en cuanto a las condiciones del asilo político otorgado a Evo Morales) y de Bolivia, país en el cual tuvieron participación decisiva en la exitosa aventura golpista que llevó a la presidencia a Jeanine Añez, cuya legitimidad el gobierno argentino desconoce; lo cual genera un punto de choque con las premisas de la política exterior yanqui.

Por otro lado, el gobierno argentino deberá enfrentar, más temprano que tarde, una reestructuración de su deuda externa con los bonistas privados, y una renegociación del acuerdo con el FMI concluido durante el gobierno de Macri, y en ambos casos el apoyo de la administración Trump puede ser decisivo: en el caso del Fondo por su peso en las decisiones del buró, y en relación con los bonistas, porque de acuerdo con los prospectos de emisión de deuda, cualquier contienda derivada del proceso de reestructuración se ventilará en los tribunales de los Estados Unidos, y ya se vio lo que pasó con los causas que llevaba Griesa durante el mandato de Cristina, por la actitud que asumió Obama.

Además, la escalada bélica en Medio Oriente disparó los precios internacionales del petróleo, y complica los planes del gobierno de sostener por algún tiempo el congelamiento de precios de los combustibles para contribuir a bajar los niveles de inflación, así como la balanza de pago por el lado de las importaciones de combustibles. Claro que también podría ser una oportunidad para avanzar, de una buena vez, en un esquema de desdoblamiento de precios de la producción que se destina al mercado interno y tiene costos "argentinos", de aquella sobrante luego de garantizar el abastecimiento (pero que tiene los mismos costos de producción de la destinada al mercado local), que se destine a la exportación y se cobre en dólares; dólares que por otro lado son necesarios para superar el cuello de botella de la restricción externa. 

Así las cosas, parece ser este cuadro el que viene dictando los pasos del gobierno de Alberto Fernández en aquellos asuntos de política exterior que involucran cruzarse con los Estados Unidos, en algún punto; y así se entiende el comunicado de la Cancillería sobre la escalada militar en Medio Oriente, que no hace sino reiterar lo que han sido los principios troncales de la política exterior del país, a lo largo de toda su historia de gobiernos democráticos: apelación a la solución pacífica de las controversias entre Estados, en el marco del multilateralismo y los organismos internacionales.

Por estos días ha adquirido protagonismo el documental sobre Nisman que lanzó la plataforma de contenidos Nétflix, con sede en EEUU. En la historia parecen presentes todos los actores del drama de Medio Oriente, que tuvo su reflejo en la Argentina con los atentados a la embajada de Israel y a la AMIA. En este segundo caso, el documental aporta como dato interesante que aparecen los máximos responsables del FBI y la CIA para la región en el momento del atentado y durante bastante tiempo después, reconociendo que la "pista iraní" para intentar esclarecer el atentado siempre careció de pruebas sólidas, y fue "plantada" por el gobierno argentino de entonces para alinearse con las "enemistades" de política exterior de Estados Unidos e Israel.

No es un dato menor, porque contribuye a echar luz sobre las circunstancias en las que se desarrolló la investigación, al mismo tiempo que nos brinda un ejemplo claro de los efectos perniciosos de seguir una política exterior de alineamiento incondicional y acrítico con las directivas de la primera potencia mundial. Si se lee el contexto, el comunicado de la cancillería parece sopesar esas circunstancias, y visto con ojos norteamericanos también deja gusto a poco, porque seguramente esperaban o un silencio conveniente, o un apoyo explícito a la nueva aventura militar de Trump.

Otro tanto puede decirse del comunicado de la cancillería en relación a los últimos acontecimientos de Venezuela: una primera mirada arroja una conclusión crítica, porque da la impresión de que nuestro gobierno se ha pronunciado sin tener en vista todos los elementos de la situación; que primero que nada y antes que todo, decanta como consecuencia del fracaso del intento yanqui por "implantar" un gobierno paralelo que no pudo sostenerse en el tiempo, por carecer de bases reales.

Lo que pareciera estar pasando allí es que los venezolanos han empezado a encontrar puntos de contacto para salir de la crisis por sus propios medios, como puede advertirse con el apoyo de los legisladores del chavismo a la entronización de otro opositor como presidente de la Asamblea Nacional, en reemplazo del títere Guaidó; que empujado por el gobierno de Trump está decidido ha llevar hasta el final su bochorno, "autoproclamándose" de nuevo (esta vez al frente de la Asamblea) en las oficinas del principal diario opositor.

Quizás lo más acertado en éste caso hubiera sido guardar silencio hasta que los acontecimientos decanten y el panorama sea más claro, y en caso de dudas al respecto, remitirse a las posturas del macrismo "ultra", y hacer exactamente lo contrario. Es posible que la salida del comunicado oficial en éste caso tenga que ver con el contexto antes descripto, y la necesidad de "dar una señal" al Gran Hermano de que nuestro gobierno no se opone de plano y sistemáticamente a todos sus designios.

O también puede ser que hayan prevalecido ciertos "complejos" al interior del gobierno, por diferenciarse del kirchnerismo en un tema en el que los factores de poder internos y externos le exigen pública y repetidamente, "mostrar gestos de independencia". De ser así, la decisión es un error, concebido en malas condiciones, y por los motivos incorrectos. Pero otra vez: vista con ojos estadounidenses (que no se caracterizan precisamente por la sutileza), acaso hubieran esperado un gesto similar al de Macri cuando reconoció a la fantasmal embajadora de Guaidó en la Argentina; y en éste caso que el gobierno argentino reconociera al autoproclamado serial como autoridad legítima en Venezuela.

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