Cuando se avecinaban las elecciones de gobernador del 2007, los radicales fueron a buscar a Binner como candidato, después de haber perdido varias veces con candidatos propios como el Changui Cáceres y Usandizaga.
Pero no todos estaban de acuerdo: precisamente el sector de Cáceres -que manejaba la estructura partidaria- se negaba a rendirse incondicionalmente ante el entonces intendente de Rosario, hasta que no se discutiera una alianza sobre bases igualitarias.
Cáceres controlaba la estructura formal, pero no la dirigencia radical: la mayoría desoyó su planteo, conformó lo que llamaban "Radicales por el Frente", convocaron a una convención y eligieron a Carlos Fascendini (ex intendente de Esperanza y diputado provincial, hoy senador) como candidato a vicegobernador; sabedores ya de que el primer término de la fórmula era para el socialismo, más concretamente para Hermes Binner.
Pese a que su compañero de fórmula había sido elegido de ese modo (por cuerpo orgánicos del sector de la UCR que rompió con las autoridades de su propio partido para forjar la alianza), Binner no lo aceptó: exigió que su compañera de fórmula fuera Griselda Tessia, fiscal de la justicia federal cuyo padre fue el último gobernador radical de Santa Fe (hace ya 45 años), pero que por entonces ni siquiera era afiliada al partido.
Los "Radicales por el Frente" resistieron el dedo de Binner (un caprichoso acostumbrado a imponer su voluntad) durante unos meses, pero al final terminaron cediendo con la esperanza de ganar la elección; cosa que como todos saben sucedió.
Antes de asumir, Binner hizo votar a la Legislatura (incluyendo a sus ahora socios radicales) una reforma de la Ley de Ministerios -elaborado por su hoy candidato Bonfatti, entonces diputado- elevando a 12 el número de carteras ministeriales (más una Secretaría de Estado), contra las 8 que había en el gobierno de Obeid.
Los radicales aprobaron la reforma con la esperanza (o el compromiso) de que el reparto de los cargos del gabinete sería equitativo, reflejando el equilibrio de fuerzas de los partidos que conformaban el llamado Frente Progresista Cívico y Social.
Grave error: les tocó en el reparto uno solo de los doce ministerios (el de Obras Públicas y Vivienda a cargo del inefable Storero), y solo porque el candidato originariamente designado renunció antes de asumir.
Y en los casi 700 cargos políticos que tiene en su totalidad el gobierno provincial (contra los menos de 300 del gobierno de Obeid) les dejaron mojar el pancito un poco más, pero la desproproción en el reparto es ostensible (a favor de los socialistas).
Echado a andar el gobierno de Binner, quedó claro que era un gobierno del socialismo, no del Frente Progresista; mas aun: del sector interno del socialismo que responde directamente al gobernador, sin participación de Giustiniani y su gente.
Tan en claro que todas las decisiones fundamentales del gobierno eran tomadas por Binner y su núcleo íntimo de confianza (donde sobresale Bonfatti, para muchos el verdadero gobernador), sin consultar a sus socios radicales, que muchas veces se enteraban de las medidas por los diarios.
Así pasó con el famoso Plan Estratégico, la regionalización y los nodos; los tres intentos de reforma tributaria, los dos intentos de reforma constitucional, la decisión de volver a privatizar el Banco Provincial y la autopista Santa Fe-Rosario (incluyendo las escandalosas prórrogas a AUFE, la contratación directa y la posterior licitación), los seis aumentos de tarifas de la EPE (ocho contando el llamado "peaje" a las industrias), los cuatro de las de ASSA, las cinco suspensiones de las obras de los grandes acueductos, las idas y vueltas con la reforma de la justicia procesal penal, las tres modificaciones a la reglamentación del Consejo de la Magistratura y los innumerables proyectos de ley para crear nuevos cargos en las diferentes áreas del Estado.
Tampoco los socialistas consultaron a sus socios radicales para formular ninguno de los tres presupuestos que Binner envió a la Legislatura(el del 2008 fue consensuado con el gobierno saliente de Obeid), pese a que uno de ellos involucraba la autorización para endeudarse en más de dos mil millones de pesos (que finalmente no usaron porque no les hizo falta, les sobró plata) y otro, un intento de reforma tributaria con aumento de impuestos.
Cuando llegaron las elecciones legislativas del 2009, el socialismo impuso a sus socios radicales la candidatura de Giustiniani (el único que entraba seguro), alguien por quien Binner no tiene precisamente simpatía, pero seguramente le resulta mejor que un radical. En la municipalidad de Santa Fe, forzaron a Barletta a aceptar en un puesto expectante de la lista de concejales (finalmente entró) a una candidata socialista que ni siquiera tenía residencia en la ciudad.
Binner envió a la Legislatura pliegos con pedido de acuerdo no discutidos con el radicalismo, como el del Defensor del Pueblo Bistoletti; y una vez que la aprobaban los presupuestos, los modificaba por decreto (sí, puede y lo hace) para hacer lo que se le antoje con las partidas, asegurándose siempre que sus caprichos personales -como el Puerto de la Música- no se vieran afectados.
Sin consultar con los radicales, decidió subsidiar los hospitales municipales rosarinos, darle al Banco Municipal los depósitos judiciales de Rosario y la tarjeta de los planes sociales y aumentar dos veces el peaje de la autopista antes de volverla a privatizar; e hizo votar a los legisladores socialistas en el Congreso la ley de medios (postura distinta a la de los radicales que la rechazaron de plano), para poder tener su propio canal y radio (la prueba es que los socialistas votaron en contra la cláusula de desinversión del artículo 161), para lo que mandó a la Legislatura un proyecto que los crea.
Cuando se discutió la implementación de la boleta única en la Legislatura, el socialismo se comprometió con la UCR a aplicarla solamente en las elecciones generales y no en las internas; pero Binner rompió el compromiso vetándola parcialmente, para que se aplicara en las dos elecciones, sabedor que los radicales no conseguirían los dos tercios para rechazar el veto.
Empezó a gestarse la candidatura de Bonfatti, y todo el aparato del gobierno se puso a su servicio, saliendo a comprar intendentes y presidentes comunales radicales con la chequera y los subsidios, mientras a Barletta no le tocaba nada en el reparto, y le pedaleaban las transferencias de los fondos del Conurbano.
Surgió la candidatura presidencial de Alfonsín y le ofreció a Binner la vicepresidencia: el gobernador le dio largas hasta casi el cierre de listas, para rechazar la oferta después, con la excusa del acuerdo con De Narváez en la provincia de Buenos Aires.
Definidas las diferentes alianzas nacionales de radicales y socialistas, Binner armó a dedo (igual que Cristina, vieron) la lista de diputados nacionales imponiendo en los tres primeros lugares a gente de su entorno, y entre ellos a la ministra de Educación Elida Rasino.
Cuando lo consultaron a Bonfatti si -de ganar la elección y ser gobernador- ese lugar lo ocuparía alguien del radicalismo (se hablaba de Barletta), lo negó rotundamente y dijo que el reemplazante sería slguien del mismo equipo, lo que se suma a que anteriormente dijo que aspiraba a retener no menos del 95 % del actual gabinete que de radical, poco y nada vieron.
El Frente Progresista Cívico y Social nunca fue más que un lindo nombre para inscribir en la justicia electoral, un rejuntado electoral y no una coalición de gobierno: a los pocos meses de asumido Binner y por reclamo de los radicales, se reunía más o menos cada quince días una "mesa" con referentes de los distintos partidos de la alianza, con la intención (al menos esa era la excusa) de acordar las políticas del gobierno provincial.
Otro cuento socialista: ninguna decisión salió de ahí, y hace casi tres años que no se sabe más nada de la famosa "mesa".
Después de todo lo dicho uno podría preguntarse, ¿por qué los radicales habrían de votar a Bonfatti el 24 de julio?
La única explicación razonable es porque son antiperonistas, y con tal de impedir que gane el peronismo y vuelva al gobierno, son capaces de tolerar cualquier cosa.
6 comentarios:
mmmm, no sé. Esta vuelta son capaces de algo peor: como quedaron muy resentidos con los socialistas votarían a Del Sel (eso, al menos, escuché como amenazas "al viento" de algunos radicales compañeros de trabajo).
Asquerosamente patético (pero real)
Comparto el comnetario anterior...yo creo que además de resentimiento sienten una gran identificación con el discurso de Torres del Sel. Una pena...
Pero si fuera así es mejor cumpas, gana el Chivo entonces.
Me inclino por pensar que el sentimiento antiperonista que cargan ( como muestra el botón de las últimas declaraciones de G. Tessio)les dará pie para una nueva cabriola y votar a Bonfatti. El radicalismo tiene un problema existencial con consecuencias jurídicas que lo fulminan. ¿No tendrían que preentarse a la justicia Electoral y solicitar su disolución por falta de objeto? o no son el único partico político que hace todo lo posible para no tener el poder para implementar su "plan".
Radicales + dignidad + que se rompa y no se doble = capmaña en contra de Bonfatti
Bonfatti + Binner + socialismo: sodomización de la UCR
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