Salvo algún imponderable de último momento (como la repercusión que puedan generar los cacerolazos que están brotando espontáneamente por todas partes), al momento de subir estas líneas la oprobiosa reforma previsional pergeñada por el gobierno de Macri se encaminaba a su sanción definitiva por la Cámara de Diputados; a un alto costo para el oficialismo.
Se intuía el final cuando decidieron apurar la sesión para el lunes bajo la amenaza de sacarla por DNU, y desde temprano el propio lunes cuando se consumaban los aprestos para la foto que finalmente fue y encabeza el post, en la que posan con rostro adusto (¿acaso no estaban apoyando una buena ley para los jubilados?) todos los miembros del Partido Unico del Ajuste; entre ellos algunos gobernadores del PJ que rechazan la conducción de Cristina, para seguir la de Macri.
Los hicieron pasar por las horcas caudinas para completarles la humillación, y comprometerlos hasta el final con lo que vendría después: manotazo a los jubilados, y represión indiscriminada y planificada a la protesta. No hay forma de que puedan despegarse -si es que lo desean- de uno u otra.
Macri dejó en el camino los últimos retazos de su legitimidad de origen, para conducir un estado de excepción constitucional, convirtiéndose en un remedo de Fujimori que amenaza al Congreso con imponer por su voluntad las leyes que no se atrevan a aprobarle; mientras lo pone bajo el control operacional de las fuerzas de seguridad para que los legisladores cumplan sus dictados sin ser molestados por el ruido de la protesta que llega desde la calle.
Siguiendo un modus operandi ya habitual, a la zona liberada para los lanzadores de piedras le siguió una cacería desenfrenada de cualquiera menos de los violentos; que nunca serán detenidos ni identificados, por si a alguno le caben dudas de como funcionan las cosas. El gobierno que "no disputa la calle porque no le interesa" dejó en claro que la protesta social no solo será reprimida sin contemplaciones, sino que ni siquiera será tolerada: desde el principio estuvo claro que el objetivo central del operativo de seguridad era vaciar de gente el Congreso y sus alrededores.
El reemplazo de Gendarmería por la Metropolitana en la ciudad y la bonaerense en los accesos no fue para correr del medio a Patricia Bullrich, sino para comprometer a Larreta y Vidal en la represión; y que no se hagan los boludos silbando bajito para pasar desapercibidos y quedar indemnes como recambio si Macri se carboniza de acá al 2019, levantados por los medios. Como lo comprueba el hecho de que cuando hubo que desatar la cacería, los gendarmes se sumaron en lugar preferente, como si esa fuera su misión primordial y estuvieran cazando mapuches en Chubut.
Pero como no se puede tapar el sol con un escudo de la Gendarmería, lo que no se dejó expresar por la tarde en el Congreso, terminó estallando por la noche en cacerolazos diseminados por toda la capital, más algunos lugares del conurbano y en distintas ciudades del interior; aunque los medios adictos al gobierno y parte del dispositivo de comunicación oficial hayan construido la fábula de que eran en su apoyo. Cacerolazos que crecen por estas horas en forma de marchas hacia el Congreso y la Plaza de Mayo.
La reforma jubilatoria es una medida impopular e indefendible por donde se la mire, que atenta contra la propia base electoral de "Cambiemos"; y si el rechazo no es más rotundo y los cacerolazos más numerosos es no solo porque algunos se vieron beneficiados por la "reparación histórica", sino por que al levantar el "cepo" para posibilitar la bicicleta y la fuga de capitales, el gobierno les permitió acceder a la droga verde para viajar y ahorrar, evitando repetir así los efectos del "corralito" del 2001. Claro que hasta ahí llegaron los cuidados, porque sin haber declarado el estado de sitio como De La Rúa, Macri lo está aplicando en la práctica en el tratamiento de la protesta social.
El acuerdo que alumbrará la ley si finalmente sale es el incendio final para un grupo de gobernadores del PJ (los de la foto más lo que sumen votos para aprobarla) que decidieron atar su destino al de Macri; y para la insoportablemente dubitativa conducción de la CGT, desafiada incluso en su decisión de parar por la UTA, la UOCRA y otros gremios en manos de los "gordos".
Los vacíos que dejaron en la calle al no movilizar (con la esperanza de que se notara el hueco, para hacerlo pesar, pero ahí también fracasaron) fueron llenados por los trabajadores que pasaron por encima de una conducción a la que no respetan ni reconocen como tal; y también en la primera línea de conflicto por los capuchitas de la AFI, y los troscoboludos funcionales a la derecha, y acaso financiados por ella: en tal caso, sería una de las mejores inversiones para el gobierno, más rentable aun que la de mantener a los trolls del call center.El episodio emblemático del Chapulín Colorado en joggineta disparando un mortero demostró también que la conducción política de la protesta por la izquierda (que siempre alza el dedito admonitorio contra la burocracia sindical) deja bastante que desear.
Sin embargo, que en cada una de las marchas y manifestaciones no se pueda contener a los tarados ni evitar a los infiltrados es también un síntoma de la fragmentación y el retroceso organizativo del campo nacional y popular; aunque los cacerolazos y movilizaciones posteriores a Plaza de Mayo y el Congreso dejaron en claro el repudio social a la reforma, oscurecido en el día por los violentos.
Si la ley es aprobada comenzará la lucha para tumbarla en la justicia, con un final incierto; y sigue pendiente el desafío de la construcción de una alternativa política de salida a la crisis, capaz de transformarse en alternativa electoral competitiva de cara al 2019.
Mientras tanto, el gobierno con mayor concentración de poder desde el retorno a la democracia se está quedando -paradójicamente- solo de un modo creciente, o mal acompañado por apoyos circunstanciales, interesados y poco confiables; pero de eso no puede culpar a nadie, porque así lo decidió con su propia hoja de ruta política, económica y social, la elección de sus "enemigos" y de los métodos para conseguir sus objetivos.
El gobierno de las redes sociales, los focus group y el big data, que no disputa la calle aparece por estas horas recostado en un dispositivo de defensa con dos pinzas: por un lado los medios dominantes tradicionales ocultando la realidad o editándola a su conveniencia, y el despliegue cada vez más feroz de la represión para despejar esa calle que dicen no disputar.
Y los aliados radicales en todas sus vertientes (incluyendo a Carrió) lanzando al voleo denuncias de golpe, que es su modo tradicional de preparar su salida de escena cuando los desastres que consuman gobernando ya no son tolerados por la sociedad; y dejar listo el terreno para sus justificaciones futuras. ¿Para cuándo el acto de desagravio a De La Rúa, muchachos? No sean tibios, no nos defrauden ni se repriman.
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