El discurso "kirchnerista" de Macri en la noche del domingo tras el resultado del balotaje porteño sorprendió a muchos, empezando por los propios; que desde abajo del escenario contestaban con indisimulables "no" a cada promesa de sostenimiento de un logro central del kirchnerismo por parte del candidato del PRO: un papelón que merecería entrar en los anales.
La reacción de la militancia del PRO al discurso de Macri era lógica: el rescate de logros centrales del kirchnerismo vinculados tanto a la ampliación del rol del Estado como de los mecanismos de protección social (estatización de los fondos de las AFJP, YPF y Aerolíneas, AUH) iban no sólo en contra de los propios antecedentes de la fuerza conducida por el jefe de gobierno porteño (que votó en contra en el Congreso todas y cada una de esas políticas, y otras tantas), sino de su propio núcleo duro ideológico, que es también el de buena parte de sus votantes.
Pero el brusco giro discursivo es también un reconocimiento implícito de una realidad política incontrastable: en la Argentina de hoy no existe consenso social extendido para aplicar las tradicionales políticas neoliberales de ajuste, con achicamiento del Estado y recorte de derechos incluidos.
Lo dijo con agudeza Máximo Kirchner cuando remarcó las obvias contradicciones de la alianza de derecha, que el año pasado quería "derogar todo" lo aprobado por el kirchnerismo en estos años, y ahora promete conservarlo intacto: la gente común se apropió de determinadas conquistas, y no será sencillo convencerlas de que perdiéndolas, le irá mejor.
Lo venía marcando también Scioli en sus discursos de campaña cuando desafiaba a Macri a que explicara en que consistía el "cambio" que proponía, por contraste con la "continuidad" que él encarna.
Quedaba así otra vez configurada la encerrona discursiva de la oposición, dada por un hecho palpable con los números en la mano: el anti kirchnerismo global, puro y duro, la negativa frontal y la impugnación en bloque de todo el proceso político abierto en el país a partir del 25 de mayo del 2003 como discurso y estrategia política, tiene un techo electoral concreto; y no alcanza para ganar.
Un hecho que los propios aliados de Macri que expresan al "gorilismo" antiperonista tradicional como Sanz y Carrió parecen no entender (o juegan otro partido, que no es el de ganar y gobernar), porque se apuran a pedirle explicaciones por su giro como vemos acá en La Nación.
Claro que admitir con realismo estas cuestiones conlleva para la oposición otra dificultad no menor: deberá disputar el tramo final y decisivo de la campaña en el terreno fijado por el oficialismo, y siguiendo sus propias reglas.
Macri tuvo una muestra concreta de esta realidad en lo que le pasó acá en Santa Fe a Del Sel que tuvo pasarse buena parte de la campaña aclarando sus dichos sobre la AUH (o culpando a la prensa que lo sacaba de contexto), o desmintiendo que tuviera en mente despedir empleados públicos, recortarles el salario o privatizar empresas estatales. Y a juzgar por los resultados, los santafesinos no le terminaron de creer del todo.
Quedan así expuestos los límites de la política zocalera, vacía de contenido y sustentada exclusivamente en eslogans más o menos ingeniosos de un publicista, cuando se planta como la alternativa de cambio frente a un proyecto político que puede exhibir desde la gestión hechos concretos: el kirchnerismo viene ganando elección tras elección presidencial desde el 2003 por lo que hizo, no por lo que dijo que iba a hacer.
Es difícil saber cuáles son las razones profundas del brusco giro discursivo de Macri, pero lo cierto es que su clientela electoral de clase media goza también de sus propios "planes sociales" obtenidos en estos años, aunque se resistan por atavismos culturales a llamarlos así, o a reconocerlo explícitamente: la jubilación del ama de casa, los subsidios a las tarifas de los servicios públicos (internalizados como un derecho adquirido al que se negaron en su momento a renunciar), incluyendo en lugar preferente los pasajes de Aerolíneas y hasta si se quiere, la renovada posibilidad de comprar dólares para ahorrar o viajar al exterior.
Son percepciones culturales que le dificultan a la oposición plantarse en un discurso de crítica globalizadora al kirchnerismo, tanto como al gobierno avanzar en políticas que corrijan distorsiones objetivamente existentes, como pasa con los subsidios a las tarifas, o las prioridades en el acceso a las divisas.
Cuando un liberal crudo y duro como Macri (pero que proviene por herencia de la patria contratista que ha crecido al amparo de la teta presupuestaria) se ve forzado a reconocer que no todo lo que administra o gestiona el Estado lo hace mal (de allí su rescate a YPF o Aerolíneas), está admitiendo al menos dos cosas: 1) ninguna de las áreas o servicios recuperados por el Estado desde el 2003 funciona hoy peor que cuando estaba en manos privadas y 2), ese Estado traduce un enorme poder simbólico vinculado también a la idea de protección, y a la recuperación de la autoestima colectiva.
Porque el Estado reconstruido por el kirchnerismo es YPF y Aerolíneas, pero es también la ANSES, Atucha, los trenes, el ARSAT, la gigantesca inversión en educación, Tecnópolis y los científicos repatriados.
12 años de kirchnerismo construyeron en la Argentina la "normalidad" de la que hablaba Kirchner al asumir la presidencia: paritarias anuales para recomponer los salarios, jubilaciones extendidas y con movilidad, servicios públicos con deficiencias pero accesibles al bolsillo, posibilidades de consumo, acceso al empleo. Y contra esa "normalidad" es electoralmente riesgoso proponer cambios, sin explicar claramente en que consistirían.
El giro de Macri es un triunfo cultural y discursivo del kirchnerismo y una derrota de la derecha neoliberal en ese mismo plano, del que hay que saber sacar provecho para desmontar ciertos facilismos, como las promesas electorales hechas al voleo de bajar impuestos: a éste Estado al que todos -o la mayoría- apoyan, hay que sostenerlo con recursos.
Como así también superar la trampa de la falsa dicotomía entre sostener lo logrado y profundizar el proceso yendo por lo que falta; algo que sólo podemos hacer nosotros, porque creemos en serio en lo que se hizo (y no fruto de un acomodamiento a las circunstancias del humor social) y -sobre todo- porque lo hicimos.
4 comentarios:
Una lástima no haber tenido este post antes para explicarle a varios amigos (no antiK, pero opositores extraviados) por qué todavía Cristina tiene la popularidad que tiene y por qué se perfila a Scioli para ganar en primera vuelta.
Están tan bombardeados con el discurso opositor que oyen todo el día, que les sorprende que alguien pueda apoyar al gobierno sin ser un talibán.
Gran post de Nestornautas, nuestra tribuna de doctrina.
Otros "planes sociales" obtenidos en estos años por la clase media, son el Progresar que cobran muchos estudiantes universitarios con mentalidad medio pelo, los medicamentos cubiertos 100% por el Pami que retiran muchas señoras, y el Procrear,que les posibilitó a muchos acceder a la vivienda propia,porque hasta ahora,resultaba y resulta imposible acceder a créditos hipotecarios a través de bancos privados.
Concuerdo. Excelente material para ayudar en el debate con amigos y familiares opositores. gracias.
Macri esta desesperado,miren a lo que recurre para aumentar el caudal de votos.A los de la derecha no los despista porque ellos saben muy bien que si Macri gana la presidencia ni en pedo hace lo que dijo en el discurso post-eleccion.Esa treta solo le salio a Menem,yo cai como una boluda y lo vote la primera vez(la segunda,ya me habia quemado).El problema seria que lo voten otros despistados,pero creo que ganaremos otra vez.
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