Docentes que vieron
saldadas sus deudas salariales de años, o resuelta a falta de pago del
incentivo, que comenzaron a tener regularmente paritarias nacionales, y a
trabajar en escuelas nuevas, a las que llegaban las netbooks para superar la
brecha digital y ayudar a igualar oportunidades.
Universidades
públicas y sus docentes que vieron superadas décadas de restricciones
presupuestarias y salarios de miseria que se encontraron con paritarias, fondos
para equipamiento o investigación, ampliación de la infraestructura y nuevas
carreras y universidades, Científicos repatriados, dignificados en su rol y en
su condición e integrados a un proyecto de país que pensaba en el largo plazo.
Trabajadores de
gremios industriales y de servicios que vieron recompuestos sus salarios, tanto
que pasaron a pagar Ganancias, y otros que accedieron a la dignidad de un
empleo en blanco por primera vez. Gremios que expandieron su cantidad de
afiliados, mientras sus dirigentes reclamaban por mayor participación en el
dispositivo político del oficialismo, o por cuestiones tales como la
generalización de las asignaciones familiares, o la supresión de Ganancias.
Jubilados “viejos”
que, sin pasar a ganar salarios europeos ni mucho menos, comprobaron como por
primera vez en la historia el Estado se comprometía por ley a reajustarles los
haberes, por lo menos dos veces al año, para que no perdieran poder
adquisitivo. Jubilados (y jubiladas, sobre todo) “nuevos” de las moratorias que
accedieron a un ingreso regular y a la cobertura del PAMI, cuando pensaron que
nunca lo conseguirían.
Citamos así solo al
pasar algunos de los colectivos sociales más beneficiados por las políticas del
kirchnerismo en los gobiernos de Néstor y Cristina, en los que con toda certeza
existen muchos votantes de Macri en el 2015, y de las listas de “Cambiemos” el
año pasado. Un repaso rápido,
sin contar a los sectores populares que están por fuera del circuito laboral
formal, pero fueron alcanzados por las políticas de protección social (AUH,
régimen del personal de casas de familia, Progresar, Qnita, Remediar): aunque
también allí hubo quienes votaron por Macri, uno quiere suponer que fueron los menos, y que también metabolizaron más rápidamente las consecuencias, porque les llegaron más rápido y más dramáticamente.
No se trata de
desplazar las culpas -como hace el macrismo- de nuestros propios errores
políticos para colocarlas en la sociedad “que no nos comprendió”, sino de
entender como la magnitud del ajuste y el retroceso en el reconocimiento de
derechos (el que ya vimos, y sobre todo, el que se avecina, y ya nadie niega)
genera una dinámica de aceleración del proceso por el cual las “demandas de
tercera generación” o reclamos (legítimos) más “sofisticados” (dejar de pagar
Ganancias, acceder al ahorro en dólares o a la vivienda propia, mejoras en los
servicios públicos), dan paso a una pelea por las condiciones mínimas de
subsistencia digna; porque el neoliberalismo arrasa sobre los “pisos” que se
creían asegurados. Y agregamos: que nosotros mismos en un error voluntarista
definimos como “irreversibles”.
Hoy día la sociedad
(o al menos la mayoría de ella) está preocupada por mantener el empleo,
conservar el poder adquisitivo de sus salarios devorado por la inflación, poder
pagar las facturas de los servicios básicos, y si hemos de darle crédito a los propios documentos oficiales que están trascendiendo,
por mantener beneficios elementales como una jubilación, las pensiones sociales
o la Asignación Universal por Hijo; todo lo cual supone un desafío para la
praxis política de los opositores a éste gobierno, para expresar esas demandas,
y darle un cauce de salida a esas preocupaciones; al mismo tiempo que una
invitación a la reflexión de los afectados sobre sus opciones políticas
futuras, que no descartamos que muchos ya están haciendo.
No se trata de que
el kirchnerismo haya hecho todo bien, ni tampoco de apelar a aquella famosa
frase de Perón cuando decía que no haría nada para volver al poder, porque todo
lo harían sus enemigos. Tampoco de que baste con decir que vamos a volver, e
incluso con lograrlo, y volver iguales, porque como dice siempre Máximo
Kirchner, tenemos que volver para ser mejores.
Sin desconocer las
dificultades para volver por lo menos “iguales” (es decir, restableciendo
ciertos derechos y situaciones existentes hasta diciembre del 2015 como
“piso”), y sin desconocer tampoco que en todos los sectores que hemos
mencionado al principio, tanto como en otros de la sociedad, hay quienes son
irreductibles a votarnos, porque están sumidos en una espiral de odio que los
cierra a toda capacidad de comprensión de la dinámica del proceso.
Pero lo cierto es
que Macri ha hecho mucho para que muchos argentinos revaloricen de otro modo la
experiencia kirchnerista, y dentro de ella el rol y las condiciones y
capacidades de Cristina. Incluso aquellos que pudieron tener entonces legítimos
motivos de enojo o crítica, o los que se distrajeron en cuestiones secundarias,
perdiendo de vista lo central. La historia, tarde o temprano, termina poniendo a cada uno en su lugar; está en nosotros aprovechar ese fenómeno, y
traducirlo en votos.
Explicar, cuantas
veces sea necesario y con toda la paciencia que haga falta, no tanto que se
cumplieron los pronósticos de la “campaña del miedo”, como que si algo
demuestra Macri en el gobierno, y sus políticas, es que en la política siempre
hay conflicto; lo que supone que siempre hay algunos que ganan, y otros que
pierden, con las decisiones que se toman desde la conducción del Estado.
Menos “Te lo dije”
o “Yo te avisé”, y más inteligencia para transmitir que, dadas esas simples y
contundentes verdades como datos de la realidad de los que no se puede escapar,
el asunto es elegir al que pueda acomodar mejor las cargas, haciéndolas más parejas;
no al que profundiza las desigualdades haciendo que la taba caiga siempre para el
mismo lado: el de los que más tienen.
Porque es ahí donde
se agiganta Cristina no ya en la perspectiva del pasado, sino en la proyección
del futuro: porque ha sido la única que (gobernando, teniendo la
responsabilidad de administrar) nunca eligió que los platos rotos los pagaran
los que menos tienen, ni se la pasó convocando a sacrificios que ella no
estuviera dispuesta a hacer y que además no son parejos para todos, como es la
costumbre de Macri.
Y no es que le
hayan faltado presiones para tomar atajos, e ir por el otro rumbo, por el que
siguieron tradicionalmente todos los gobiernos hasta el 2003: el de los
“ajustes dolorosos pero imprescindibles para tener un futuro mejor”, que nunca
llega. Por eso Cristina es lo que es, y los demás (sobre todo los que la
cuestionan desde la oposición) no le llegan ni a los talones, porque si les
hubieran tirado a cualquiera de ellos con una porción mínima de la munición que
descargaron (y descargan) sobre ella), ya no estarían en pie;y porque ninguno da garantías de que, llegado el caso, no haría más o menos lo mismo que está haciendo Macri "porque no quedaba otro camino". Tuit relacionado:
No hay unidad posible con los que no salgan a bancar fuerte a Cristina en este momento, sin especulaciones. No importa quienes sean, donde estén y donde hayan estado antes.— La Corriente K (@lacorrientek) 27 de agosto de 2018
2 comentarios:
A lo que yo le desconfío es al proceso previo a valorar a Cristina, por parte de aquellos que apostaron a esta porquería, si bien la realidad de los bolsillo flacos es indiscutible, es complicado que asuman que los tomaron - y efectivamente lo fueron y muchos aún son - de boludos... hay en el votante amarillo una autoestima chueca, no tan fácil de modificar...
Muy buen post. Saludos.
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