Las derechas siempre sacaron provecho de las
situaciones de excepcionalidad política como contexto para legitimar los planes
de ajuste, en dictadura o en democracia: así ocurrió tanto después de cada
golpe de Estado como, ya en democracia, tras la hiperinflación del 89’ y tras
la mega crisis del 2001, en que ensayaron la propuesta dolarizadora que no
terminó cuajando.
Aunque ya en 1995
Menem obtuvo la ratificación en las urnas y por una amplia mayoría de políticas
de corte neoliberal, la estrecha victoria de Macri en el balotaje del 2015
aportó una novedad: la derecha llegaba al poder tras una campaña electoral
donde a través de lo que se dio en llamar “campaña del miedo” se pusieron en
debate esas políticas; y los que hoy on gobierno negaron que las fueran a
aplicar, porque leyeron no había consenso social para hacerlo.
Sin embargo una vez
ganada la elección y con una transición sin crisis institucional ni económica,
está claro que la victoria fue interpretada por Macri como un cheque en blanco,
para avanzar a toda velocidad en imponer determinadas decisiones. Pasó con los
tarifazos y con la designación de dos jueces de la Corte por decreto –por citar
dos ejemplos emblemáticos- hasta que se topaba con inconvenientes y
resistencias, y recalculaba.
Con el tiempo
fueron aprendiendo las bondades del gradualismo: mantener dosis adecuadas de
populismo tal cual apunta acá Alfredo Zaiat en Página 12, diferir la
profundidad del ajuste en el tiempo y disimularla con endeudamiento, hasta
llegar a las elecciones del domingo pasado; como meta cuidadosamente
planificada
Y no porque valga
el argumento del “engaño” del que se habló en esta campaña para leer el
resultado del balotaje: todo el tiempo decían –de un modo directo o indirecto-
que estaban barriendo cosas bajo la alfombra, para encararlas de inmediato el
día después de las elecciones (como las reformas laboral, previsional y
fiscal), y allí radica el problema: los números del domingo revelan que ese
hoja de ruta tiene consenso social, al menos en una parte importante de la
población.
Es decir que no hay
otra interpretación posible sobre la lectura que hará el gobierno sobre los
resultados del domingo: si no los considera un cheque en blanco, se le parece
bastante.
Con los resultados
del domingo “Cambiemos” ha mejorado sus números en el Congreso, pero han
demostrado que no vacilarán en apelar a los DNU cuando lo crean necesario; y si
ahora parecen proponer (ahora sí) una suerte de Moncloa criolla que antes Macri
rchazaba, no es para flexibilizar el ajuste y las reformas, sino para ensanchar
sus bases de apoyo político, ante las previsibles reacciones en contra.
Por otro lado hay
que hacer un punteo de los temas que el gobierno intentará poner en agenda,
para ver en cuáles necesitan realmente del Congreso: no lo precisan para los
tarifazos, ni para pisar el gasto público y hacer el ajuste en los hechos; e
incluso podrían especular con seguir manejándose con el presupuesto de este
año, si no fuera por las autorizaciones para contraer nuevo endeudamiento que
están contenidas en el proyecto de presupuesto para el año que viene. Otras
cuestiones (como la prórroga de algunos impuestos o los pactos fiscales con las
provincias) están condicionados por el imperativo de la necesidad de los
gobernadores: darán su apoyo a las reformas de acuerdo lo que obtengan a cambio.
Habrá que ver hasta
cuando los empresarios aceptan la versión en dosis homeopáticas de la reforma
laboral que propone el gobierno para sortear un debate incómodo en el Congreso:
los que tengan una contraparte sindical dura que dificulte avanzar en cambios
flexibilizadores por convenios sectoriales, seguramente presionarán por una ley
o varias leyes que vayan en contra de los institutos troncales del orden
público laboral; como la ultra-actividad de los convenios colectivos, o la
prevalencia de éstos sobre los acuerdos de empresa o individuales.
Eso en cuanto a la
decisión del gobierno de avanzar en la profundización de su programa económico
y social, porque de lo que no hay dudas es que irá in crescendo es el autoritarismo
político, y la estigmatización de los opositores que no “se adapten” l nuevo
estado de cosas: el pedido de desafuero para detener a De Vido, acaso el de
Cristina para impedirle asumir su banca, la tolerancia cero con la protesta
social, el amplio respaldo político a los extravíos autocráticos de Gerardo
Morales y una fuerte presión para archivar definitivamente el caso Maldonado
son apenas los ejemplos más sonados al respecto.
Al impresionante
poder que acumulaba al llegar al gobierno (el del Estado, el del poder
económico, el del partido judicial y las agencias de seguridad esatatales, el
de los medios hegemónicos), Macri le sumó el domingo el del respaldo de buena
parte del electorado a sus políticas, conocidas estas y evaluados sus efectos;
y no tengamos duda que lo usará, sin remilgos ni culpas, porque la derecha
nunca duda de que la victoria efectivamente concede derechos.
De modo que
“gobernabilidad” le sobra y no necesita “dadores voluntarios” que la refuercen,
ni en la políticas ni en el sindicalismo; y la primera minoría de los
argentinos votó por el gobierno y por su programa, lo sepa o no.
Lo que nos coloca a
nosotros con las manos libres para ser desde el domingo más opositores que
antes, y no menos, y dar todas las peleas que haya que dar (como la lucha por
la vigencia plena de los derechos humanos y las garantías constitucionales y
libertades públicas, o por los derechos laborales y el piso de protección
social) más allá del respaldo social que tenga cada cuestión, y de si sirve o no
para acumular a futuro en términos electorales
Sería un grave
error adoptar la escala de valores y la agenda del oficialismo determinando lo
que vale la pena defender y lo que no, que banderas arriar y cuáles seguir
sosteniendo. La discusión en todo caso debe partir desde allí para llegar a lo
instrumental: el marco de alianzas opositoras, el modo de resolución de las
disputas y apetencias personales y sectoriales, los esquemas de liderazgo y
toma de decisiones de una eventual coalición opositora amplia, que las
circunstancias demandan.
Porque de lo que se
trata es de conseguir más y mejor oposición, no oficialismo de repuesto.
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