* Las influencia de los medios en el debate político argentino, y su alineamiento abrumadoramente mayoritario con el gobierno de Macri no son ninguna novedad, y seguirán estando presente de acá a las elecciones, e incluso más allá: hay poderosas razones de intereses económicos y coincidencias ideológicas para que así sea; y esperar que deserten al compromiso de defender a "su" gobierno con todas los armas a su alcance, es ilusorio. De modo que quejarse de eso para no hacer nada, o para concluir en que todo lo que se haga para ganar la elección es inútil, no tiene sentido.
* La gente sabe perfectamente que la está pasando mal sin que nosotros se lo digamos, y no necesita que le vayamos relatando la crisis, o poniéndosela en cifras o cuadros. En todo caso el esfuerzo hay que ponerlo en tratar de explicarle como llegamos hasta acá y -más importante aun- como podemos salir.
* Es tan cierto que "lo importante no es tener razón sino ganar", como que para ganar, necesitamos convencer, y para convencer, hay que argumentar, es decir, dar razones. Dar razones, no sermonear: hacen falta menos "Te lo dije" o "Yo te avisé", y más comprensión del proceso interno de cada uno que lo lleva a replantearse su voto; obviamente en aquellos casos en los que se advierte una predisposición a hacerlo, o desorientación frente a las opciones electorales (leer al respecto y para provecho, esto del Escriba acá). No perdamos tiempo valioso que es necesario para ganar las elecciones, en intentar ganar discusiones estériles.
* Decíamos acá que había que calibrar precisamente la influencia real de las redes sociales, y eso incluye tener en claro que una elección no se gana ni se pierde por un solo factor, y mucho menos por lo que alguno de nosotros pueda decir en Twitter o Facebook: no somos tan importantes. Lo que sí puede servir para ganar es el mano a mano con el vecino, el pariente, el amigo, el compañero de trabajo. Hay que recuperar el hábito de la conversación personal.
* Es obvio que de acá a las elecciones el gobierno va a tratar de imponer su agenda, haciendo que la discusión y el debate giren en torno a los temas donde se siente más cómodo y esquivando los espinosos, como la economía. Eso no implica que en el intento, no lance temas que son una preocupación real de la gente (como la inseguridad), para los que hay que tener un discurso y una respuesta. Para esos, no para las pavadas que duran lo que la luz de un fósforo, como la "extinción de dominio", o cosas por el estilo.
* No se pueden ganar las elecciones solo apelando a la nostalgia de un pasado mejor, y es necesario ofrecer futuro, decir como y por donde saldríamos de la crisis. Pero no se puede renunciar a reivindicar ese pasado, que es el que nos da credibilidad para prometer a futuro. Porque si es prometer solamente, no faltarán quienes lo hagan, el asunto es además generar la idea de que lo podemos cumplir.
* Las listas y las candidaturas no dependen de nuestras preferencias personales y se dirimen en ámbitos que nos exceden, no perdamos el tiempo discutiendo al respecto, o haciendo desesperados llamados a la unidad opositora en el plano dirigencial. Tampoco simplifiquemos el análisis llamando disputa de vanidades o choques de egos personales, a lo que claramente son diferencias ideológicas de fondo; como se pudo ver a propósito de lo que está pasando en Venezuela.
* De allí que más importante que la discusión sobre la unidad en abstracto, es esa misma discusión pero en concreto, y no basta con decir que es para ganarle a Macri: si convenimos en que para ganar hay que dar esperanzas y perspectivas de futuro, tenemos que tener en claro para que ganar; o que vamos a hacer si ganamos. Porque a los que les pidamos el voto, nos lo van a preguntar.
* De allí que más importante que la discusión sobre la unidad en abstracto, es esa misma discusión pero en concreto, y no basta con decir que es para ganarle a Macri: si convenimos en que para ganar hay que dar esperanzas y perspectivas de futuro, tenemos que tener en claro para que ganar; o que vamos a hacer si ganamos. Porque a los que les pidamos el voto, nos lo van a preguntar.
* La bronca contra Cristina tiene que ver -entre otras cosas- con el antiperonismo arraigado en muchos sectores de la sociedad, que nunca se equivocan en detectar al peronismo que se parece genuinamente a sí mismo, y a sus mejores tradiciones históricas. El absurdo es que desde el peronismo se le niegue a Cristina pertenencia peronista, protagonismo, liderazgo y centralidad electoral con argumentos como el "techo bajo", y se pretenda marginarla. Es como si el técnico del Barcelona prescindiera de Messi porque cuando juega en la selección, no alcanza el mismo nivel.
* La recomposición de la unidad política y social plasmada en el 54 % del 2011 no es con los dirigentes, o no solo con ellos: es con los votantes, buena parte de los cuales son sueltos, no encuadrados, ni participan orgánicamente de ninguna estructura política o sindical, y su voto es fluctuante. Abundan los casos de los que votando entonces por Cristina, lo hicieron en el 2015 por Macri. A esos no les dice nada una foto con muchos dirigentes reunidos, tratando de dar una muestra de amplitud y unidad.
* El "peronismo alternativo" atraviesa una fase de rápida descomposición, a poco tiempo de haberse anunciado su lanzamiento (el enésimo del mismo perro, con distinto collar: el "peronismo post kirchnerista"), hecho evidenciado por el rápido descascaramiento del experimento Lavagna. Insistir en conseguir la unidad con quienes allí dentro claramente no quieren construir políticamente junto con nosotros y -sobre todo- en el mismo sentido, es un voluntarismo digno de mejor causa; y arrastraría al polo auténticamente opositor que se está congregando en torno a la figura de Cristina, a esa hoguera de vanidades de liliputienses electorales que son como perros disputando todos la misma achura. A los que hay que intentar persuadir de que somos una mejor opción es a sus posibles votantes.
* Ante la magnitud y profundidad de los estropicios económicos, políticos y sociales que han generado Macri y su gobierno hasta acá, toda respuesta opositora o manifestación de protesta social que no termine en su desplazamiento parecerá siempre tardía, insuficiente o ineficaz. Pero Macri seguirá siendo gobierno hasta el 10 de diciembre porque para eso lo votaron, y la única forma de frenarlo es derrotarlo en las urnas, y si es posible de un modo claro y contundente, mejor.
* ¿Significa esto entonces que no hay que hacer nada hasta las elecciones? No, significa que hay que esperar de cada herramienta política lo que esta puede dar, de acuerdo a su función y su naturaleza específica. La oposición no puede "gobernar desde el Congreso" porque si aprueba leyes contrarias al programa del gobierno afronta la amenaza del veto, y no está en condiciones -hoy por hoy- de reunir la mayoría necesaria para sortearlo.
* Si puede -en cambio- bloquear las iniciativas más perniciosas del gobierno (casi todas) si se une; y (cosa que hasta acá no ha mostrado ser capaz de hacer, ni en un solo caso) por ejemplo, tumbar todos y cada uno de los DNU que Macri ha emitido o piensa emitir, porque entonces no juega la facultad presidencial de vetar. Cuando se diga que lograrlo parece difícil porque no todos los opositores con representación legislativa están de acuerdo en hacerlo, sacar de ese hecho (que es contundentemente cierto) la conclusión correcta: la "unidad de todos" es una linda frase, que no pasa hasta acá de una expresión de deseos.
* Lo dicho para las respuestas políticas e institucionales de la oposición formal, cabe para las expresiones de la protesta social: frente al cuadro social y económico actual, resultado de las políticas de "Cambiemos", toda protesta o resistencia de la sociedad civil o de sus organizaciones parecerá tibia; y por contraste esa sociedad parecerá mansamente entregada a su destino. Sin embargo, la historia indica que la Argentina (o al menos sus núcleos sociales más activos) siempre ha sobresalido en ese renglón por encima de los demás países de la región, de modo que ni tanto, ni tan poco: ni la paz de los cementerios, ni imaginar puebladas, revoluciones o "argentinazos" a la vuelta de la esquina, porque no sucederán.
* Frente a las manifestaciones de descontento social, la respuesta de la política debe ser, en primer lugar, tener el oído atento para escuchar de que se trata; y luego la capacidad e inteligencia para acompañarlas y expresarlas políticamente, dándoles un cauce institucional para concretar sus demandas si resulta posible. Acompañarlas y expresarlas, no aparatearlas y apropiárselas para terminar vaciándolas: una opción política con vocación de mayoría (que es lo que se necesita para derrotar a Macri) no puede caer en los vicios de suponerse una vanguardia esclarecida que ilumina el camino a las masas extraviadas y confundidas. En la Argentina eso se llama izquierda, y con esfuerzo y suerte puede llegar al 5 % de los votos.
* El "peronismo alternativo" atraviesa una fase de rápida descomposición, a poco tiempo de haberse anunciado su lanzamiento (el enésimo del mismo perro, con distinto collar: el "peronismo post kirchnerista"), hecho evidenciado por el rápido descascaramiento del experimento Lavagna. Insistir en conseguir la unidad con quienes allí dentro claramente no quieren construir políticamente junto con nosotros y -sobre todo- en el mismo sentido, es un voluntarismo digno de mejor causa; y arrastraría al polo auténticamente opositor que se está congregando en torno a la figura de Cristina, a esa hoguera de vanidades de liliputienses electorales que son como perros disputando todos la misma achura. A los que hay que intentar persuadir de que somos una mejor opción es a sus posibles votantes.
* Ante la magnitud y profundidad de los estropicios económicos, políticos y sociales que han generado Macri y su gobierno hasta acá, toda respuesta opositora o manifestación de protesta social que no termine en su desplazamiento parecerá siempre tardía, insuficiente o ineficaz. Pero Macri seguirá siendo gobierno hasta el 10 de diciembre porque para eso lo votaron, y la única forma de frenarlo es derrotarlo en las urnas, y si es posible de un modo claro y contundente, mejor.
* ¿Significa esto entonces que no hay que hacer nada hasta las elecciones? No, significa que hay que esperar de cada herramienta política lo que esta puede dar, de acuerdo a su función y su naturaleza específica. La oposición no puede "gobernar desde el Congreso" porque si aprueba leyes contrarias al programa del gobierno afronta la amenaza del veto, y no está en condiciones -hoy por hoy- de reunir la mayoría necesaria para sortearlo.
* Si puede -en cambio- bloquear las iniciativas más perniciosas del gobierno (casi todas) si se une; y (cosa que hasta acá no ha mostrado ser capaz de hacer, ni en un solo caso) por ejemplo, tumbar todos y cada uno de los DNU que Macri ha emitido o piensa emitir, porque entonces no juega la facultad presidencial de vetar. Cuando se diga que lograrlo parece difícil porque no todos los opositores con representación legislativa están de acuerdo en hacerlo, sacar de ese hecho (que es contundentemente cierto) la conclusión correcta: la "unidad de todos" es una linda frase, que no pasa hasta acá de una expresión de deseos.
* Lo dicho para las respuestas políticas e institucionales de la oposición formal, cabe para las expresiones de la protesta social: frente al cuadro social y económico actual, resultado de las políticas de "Cambiemos", toda protesta o resistencia de la sociedad civil o de sus organizaciones parecerá tibia; y por contraste esa sociedad parecerá mansamente entregada a su destino. Sin embargo, la historia indica que la Argentina (o al menos sus núcleos sociales más activos) siempre ha sobresalido en ese renglón por encima de los demás países de la región, de modo que ni tanto, ni tan poco: ni la paz de los cementerios, ni imaginar puebladas, revoluciones o "argentinazos" a la vuelta de la esquina, porque no sucederán.
* Frente a las manifestaciones de descontento social, la respuesta de la política debe ser, en primer lugar, tener el oído atento para escuchar de que se trata; y luego la capacidad e inteligencia para acompañarlas y expresarlas políticamente, dándoles un cauce institucional para concretar sus demandas si resulta posible. Acompañarlas y expresarlas, no aparatearlas y apropiárselas para terminar vaciándolas: una opción política con vocación de mayoría (que es lo que se necesita para derrotar a Macri) no puede caer en los vicios de suponerse una vanguardia esclarecida que ilumina el camino a las masas extraviadas y confundidas. En la Argentina eso se llama izquierda, y con esfuerzo y suerte puede llegar al 5 % de los votos.
2 comentarios:
Capaz que vaya siendo hora de esbozar algunas líneas divisorias, la gente, que no es tan tonta pero sí mala y comenta, dificilmente crea que esas bellas criaturas del "peronismo alternativo" son peronistas y, menos todavía, que son alternativos a esta porquería (de la que son gustosas fotocopias)... hay una grieta y no es políticamente correcto (ni útil) seguir parloteando de unidades imposibles con estos cosos.... recuperar sus votantes es una cosa, los tipos, un lastre, si no algo peor.
Impecable el análisis.
Y sí, pensar es urgente y significa distinguir y dar razones.
Gracias, una vez más
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