Hace unos cuantos años atrás y a propósito de la tragedia de Once, proponíamos en ésta entrada discutir el Estado y sus roles, señalando entre otras cosas: "Es frecuente decir (más aun entre kirchneristas) que el proceso abierto en el 2003 recuperó el rol del Estado y la afirmación es valedera; pero debe matizarse con al menos dos precisiones: con que estructura concreta cuenta ese Estado para poder cumplir eficazmente los diferentes roles que se propone asumir, y cual es la percepción social sobre lo que el Estado representa; esto último vinculado a otro tópico común de nuestro discurso (el retorno de la política), que debe ser también cuidadosamente reexaminado."
"Nadie ignora que las reformas impulsadas por el menemismo en los 90´ dejaron tras de sí un Estado no solo disminuído en sus roles, sino fundamentalmente desvencijado y con escasa capacidad de respuesta a las demandas sociales: planteles de personal disminuidos (en cantidad y calidad) por despidos y retiros voluntarios, desmotivados por la falta de incentivos salariales o profesionales, lento proceso de adecuación a las nuevas tecnologías aplicadas a la gestión y -esto particularmente perceptible en el caso de los servicios públicos-estructuras cooptadas por los propios intereses privados a los que deben controlar.".
"Cuando este Estado concreto debe acometer nuevos desafíos de gestión (sea incursionando en nuevos campos, o recuperando roles que había cedido) cruje ostensiblemente, tanto más complejo sea el desafío. Y aun en ese caso se le plantea el dilema si lo hará transitoriamente mientras llama a una nueva licitación, en la que corre el riesgo de que se presenten otros empresarios tan inescrupulosos como los actuales concesionarios, o que ninguno lo haga porque esperan "señales de precios" (léase: certeza de que se aumentarán las tarifas y por ende la rentabilidad del negocio),...".
"El ejemplo del ferrocarril Sarmiento -perfectamente trasladable a otros casos, como la aun vigente discusión por la reestatización de YPF, o la situación de los demás ramales ferroviarios- sirve para ilustrar sobre la complejidad de estas cuestiones de gestión estatal; que son áridas de tratar y no tienen la mística necesaria para generar una épica cara al relato militante, pero que son de imprescindible abordaje si lo que se quiere es "profundizar el modelo" o encarar la famosa "sintonía fina".".
"El kirchnerismo pudo recomponer la capacidad de acción del Estado en muchos aspectos, y exhibir resultados contundentes que lo llevaron a ganar dos elecciones presidenciales, comenzando por lo principal: dotar a ese Estado de recursos suficientes, renovando y perfeccionando el organismo recaudador (la AFIP) aunque no haya encarado una reforma tributaria; la que por cierto quedaría en meros papeles si no contase con ese instrumento, porque el mejor impuesto es el que se cobra, como dicen. Desde esa plataforma creció exponencialmente la inversión pública en infraestructura (energía y educación fueron los capítulos más relevantes al respecto) y el gasto en seguridad social, con decisiones que además comprometieron la eficacia del aparato estatal para ejecutarse; como la inclusión previsional, la estatización de los fondos de jubilaciones y pensiones que tenían las AFJP, o la asignación universal por hijo.".
"En el Estado kirchnerista conviven desarrollos tecnológicos al nivel del primer mundo (como el avance en tecnología satelital, o el despliegue de la TV digital), con precariedades propias del desguace de los 90´; y en el caso de los servicios privatizados, el kirchnerismo se manejó sin conceptos a priori y con un criterio casuista, asumiendo la prestación en manos estatales cuando no quedaba más remedio o la situación de los concesionarios era insostenible (casos de AYSSA, el Correo o Aerolíneas Argentinas): hay tal vez en esa idea un reconocimiento de los límites concretos del aparato estatal para acometer nuevos roles, más que una convicción filosófica sobre sus límites o su tamaño.".
"Pero resta abordar un punto no menor para el debate, porque hace al contexto en que el mismo ha de darse; y es que -pese al lugar común del que hablaba al principio- no está tan claro que el rol del Estado esté plenamente relegitimado socialmente desde el 2003 para acá. La legitimación social del Estado es imprescindible para que ese aparato estatal pueda encarar cualquier política, sea controlar a un concesionario privado, u operar directamente un servicio; con más razón en el segundo caso, porque es lógico y razonable pensar que los problemas concretos que padecen por ejemplo los usuarios del Sarmiento no desaparecerán por arte de magia si a partir de mañana queda en manos estatales; verdad tan obvia y sencilla como que los formuladores del pensamiento mágico (los medios hegemónicos, las expresiones de la marginalidad electoral) se encargarán de que la olvidemos.".
"Porque hay que recordar que ese mismo Estado al que se le exigen (con justicia) soluciones, intentó cobrar impuestos a uno de los sectores económicos más privilegiados y le cortaron todas las rutas del país cuatro meses, o le cuestionan el funcionamiento de Aerolíneas, los controles sobre el dólar, o las colas de la gente para obtener la AUH (en su momento) o la tarjeta SUBE.".
Se nos ocurre que las reflexiones tienen plena vigencia hoy, a propósito de las últimas decisiones del gobierno que conciernen precisamente al rol del Estado: el dragado y balizamiento de la hidrovía, la reversión de las privatizaciones energéticas del macrismo, las concesiones ferroviarias de los ramales de carga; tiempo atrás la cuestionable prórroga de la concesión de la operación de los aeropuertos a Eurnekián hasta el 2038, con el pretexto de la pandemia. Y también el tema del Estado atraviesa la gestión de la pandemia, en forma directa (los recursos y políticas que el gobierno debe destinar a mitigar sus efectos) o indirecta (las regulaciones al capital que, si antes eran necesarias, hoy se revelaron imprescindibles).
Por supuesto que el primer estadio de la discusión es hacia el interior de la propia coalición oficialista, en la que hay miradas divergentes, en tanto ya las había antes de asumir el gobierno, e influyeron en no poca medida en los desgajamientos del colectivo kirchnerista antes del 2015, recompuestos en parte al integrarase el "Frente de Todos".
Y el segundo -en rigor, contemporáneo al primero- es el contexto social en el que se daría el debate: un contexto en el que, como decíamos en el posteo citado, las demandas hacia el Estado se multiplican con la misma intensidad con que el rol de ése mismo Estado y sus capacidades operativas son cuestionadas, desde los medios y desde la sociedad.
Pero la discusión al respecto es crucial, porque es discutir sobre el modelo político que se propicia, y el modelo de país que se aspira a construir en consecuencia. De hecho, el Estado concreto que tenemos y el que tuvimos en las diferentes etapas históricas que atravesamos como sociedad, es el resultado de los proyectos políticos que se impusieron, y del modelo de país que pusieron en marcha. Y los tiempos actuales no son la excepción a esa regla histórica.
1 comentario:
"el mejor impuesto es el que se cobra"
¿Y el mejor salario es el que se paga?
Si te cortan las rutas, mandales a la AFIP y a la Agencia provincial de recaudación que corresponda.
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