Se pueden decir muchas cosas sobre el comportamiento y las estrategias de las organizaciones sociales que están protagonizando el acampe en la 9 de Julio, sobre sus propósitos o la viabilidad de esas estrategias para conseguir canalizar sus reclamos; incluso se puede decir -sin equivocarse- que han quedado atrapadas en muchos casos en la lógica del gerenciamiento de la pobreza. O que muchos de sus dirigentes -en un ejercicio de cinismo repudiable- hoy están en el gobierno, y reniegan de la metodología desde la comodidad de sus despachos oficiales, conseguidos en no pocos casos usufructuando un presunto "encauzamiento" o administración de la protesta social.
Lo que no se puede desconocer es que, con o sin piquetes y cortes de calle, la situación social del país es delicada, y así lo marcan los indicadores de pobreza e indigencia, y la foto de la distribución social del ingreso; que marca que aun teniendo trabajo y trabajo formal, muchos argentinos tienen dificultades para satisfacer sus necesidades básicas. De hecho, si no hay piquetes de trabajadores formales que no llegan a fin de mes es porque las organizaciones sindicales no los promueven, y en la mayoría de los casos, ni siquiera plantean huelgas o reclamos, y no porque falten motivos.
La tentación de reducir el problema a una tensión entre el derecho a la protesta y el derecho a la libre circulación no es nueva, y existe ya hace como 20 años en el país. Para ser más precisos, desde que la paulatina normalización económica después de la implosión de la convertibilidad mejoró las condiciones de existencia de los sectores medios, y la consigna "piquete y cacerola, la lucha es una sola", quedó en el olvido como si fuera un efímero hit musical del verano.
También desde entonces -y sin excepción- las encuestas y sondeos de opinión arrojan, en general, un alto porcentaje de argentinos que rechazan los cortes de calles y rutas como metodología de protesta, incluyendo entre ellos a muchos de esos mismos laburantes que no llegan a fin de mes con su salario. No hay novedad allí, como tampoco la hay en que el discurso represivo de la protesta social es, para la derecha argenta, un punto de acumulación electoral.
Sin embargo y volviendo al principio, ese mismo discurso -asentido como se dijo por la gran mayoría de la población- no le impidió a esa misma derecha ser derrotada categóricamente en elecciones libres, una y otra vez, cuando las condiciones socio-económicas del país demostraban que con otras políticas se podían generar más empleos, mejores salarios y mejores condiciones de vida y de consumo (como en 2007 y 2011), o a la inversa, cuando las políticas que siempre pregonan se aplicaron, con los resultados sociales conocidos, como en 2019.
Dicho de otro modo: nadie gana o pierde una elección por la actitud que asuma frente a los piquetes o cortes de calle; razonamiento simplista que subyace en el discurso de un gobierno que -como si fuera macrista- recuerda que el 80 % o más de los argentinos están en contra de ellos, según indicarían las encuestas y sondeos de opinión. Un gobierno que, recordemos, viene precisamente de perder una elección, y no por haber tolerado pasivamente los piquetes, sino por no haber atendido en tiempo y forma las causas que los generaban.
La no represión de la protesta social (es decir, el no asumirla exclusivamente como un hecho policial) puede no ser -de hecho no lo es- parte del consenso democrático mayoritario, pero es sin dudas parte del ADN del kirchnerismo como experiencia política: ahora que se pone de moda glosar a Néstor Kirchner a cuento de todo, conviene recordar que también en su gobierno los piquetes eran "impopulares", y sin embargo tanto él como Cristina jamás cedieron a la tentación de la solución fácil de reducirlos a un problema de libre circulación en la vía pública. Prefirieron -con resultados refrendados democráticamente, como se dijo- concentrarse en las causas del fenómeno, más que en sus efectos.
Que no es ni más ni menos que lo que están planteando, desde hace tiempo, las voces críticas al interior del "Frente de Todos", y que acaban de recordar en estas horas y en referencia a la situación bonaerense -que asume proporciones nacionales, por su significación- tanto Máximo Kirchner como Axel Kicillof. La necesidad de atender el grave problema de la pobreza por ingresos recomponiendo a éstos (además de hacer algo concreto para contener la inflación), como se dijo hace poco acá, es para la coalición oficialista un asunto político de primer orden, en términos incluso de gobernabilidad.
En el dilema falso que plantean Larreta -corrido por derecha por esperpentos como Milei- y el macrismo, se metió solito el gobierno nacional por boca del ministro Zabaleta, cuando asume el discurso estigmatizante de los llamados "planes sociales", y admite discutir a quienes y bajo que circunstancias se les deberían sacar. De hecho, hace tiempo que Sergio Massa y otros dirigentes del oficialismo vienen contraponiendo los "planes sociales" (bolsa en la cual terminan colocando hasta a la AUH) al "trabajo genuino", como si no ocurriera lo que ocurre y se ha señalado: que muchos argentinos, aun teniendo trabajo registrado, no llegan a fin de mes.
O admitiendo -en la falsa disyuntiva planteada- implícitamente que la derecha tiene razón, cuando dice que hay gente que prefiere "cobrar un plan antes que trabajar", cuando la canasta básica de pobreza está hoy -inflación mediante- en el equivalente de unas 12 AUH, o más; o cuando se buscan trabajadores en ciertas actividades ofreciéndoles ganar menos que el Salario Mínimo, Vital y Móvil.
Si a la falta de medidas concretas para mejorar la foto de la distribución del ingreso se le suman esas concesiones conceptuales al discurso de la derecha, después no nos sorprendamos por los resultados electorales, porque la política es -siempre- un asunto de representación. Y el pensamiento de derecha en el país está sobre-representado, en términos de oferta electoral. Tuits relacionados:
Y al hacerlo les habilitó instalar el tema. Todo por sobreactuar cuando los piedrazos a Cristina, tema en el cual varios en el gobierno tienen el culo sucio.
— La Corriente K (@lacorrientek) April 5, 2022
Cuál suba de retenciones, la de derivados industriales de la soja?
— La Corriente K (@lacorrientek) April 5, 2022
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