Por Raúl Degrossi
Con inocultable satisfacción (y por que no, algo de alivio), Clarín apunta el dato de que, pese a la oleada de votos obtenidos por Cristina el 14 de agosto, el kirchnerismo no habría logrado quedarse con ningún centro de estudiantes de la UBA.
Y también omite deliberadamente toda mención a las elecciones estudiantiles en otras universidades del país (como por ejemplo las del conurbano bonaerense, donde al decir de Ricardito, se adoctrina en kirchnerismo), para ver si estamos en presencia de un hecho aislado, o de un fenómeno consolidado.
Tampoco aporta datos sobre como les habría ido a los radicales o a la izquierda en las elecciones sindicales, pero aceptemos que la nota habla de la UBA, y de sus centros de estudiantes.
Aun así, no habría estado mal información sobre como le fue al kirchnerismo en las elecciones anteriores, para ver si viene en alza o en baja. Se ve que la preocupación del gran diario argentino era que la UCR o el PO no perdieran algún centro, a lo mejor un hijo de Carlos Bermúdez (sobrino de Altamira) era candidato en Económicas, o algo por el estilo.
La nota nos deja sin saber como les fue en las elecciones a la Coalición Cívica o al PRO, por no decir el peronismo federal, fuerzas en ascenso, nutridas por la importante presencia militante de jóvenes, que seguramente los deben llenar de satisfacciones. El asunto era constatar que el kirchnerismo no ganó ningún centro, y los de La Cámpora estaban preocupados.
Pero así como pone el foco en el kirchnerismo, nos deja ver quien gana en la elección de cada centro de los relevados; y así sabemos por ejemplo que la izquierda (el PO y otras variantes) ganó en Sociales, Psicología y Filosofía; ya saben lo que dicen: hasta ahora se trató de transformar la realidad, de lo que se trata de ahora en más, es de interpretarla.
En Derecho ganó el socialismo (Polino tendrá por fin recambio como defensor de los derechos de los consumidores, parece) y en Económicas, y por amplio margen, Franja Morada, un verdadero oxímoron: los futuros economistas votan masivamente al radicalismo.
Algo así como elegir deliberadamente ser un futuro desempleado: ¿quién contrataría a un economista radical, si hasta los propios radicales cuando fueron gobierno con De La Rúa, fueron a buscar a Cavallo?
Sin embargo el resultado de las elecciones deja ver una verdadera tarea pendiente del kirchnerismo, que no es precisamente ganar los centros de estudiantes de la UBA, sino garantizar una efectiva democratización de los claustros, asegurando que los hijos de los trabajadores puedan acceder a la universidad.
Algo de eso hay en la apertura de nuevas universidades en el interior del país y en el conurbano bonaerense, universidades cuya población estudiantil es de la zona de emplazamiento, y con otra estratificación social.
Los resultados electorales de la UBA (que probablemente se repitan en otras universidades de la pampa húmeda) en un punto ponen el dedo en la llaga en la realidad de nuestra educación superior: aun hoy, después de ocho años de crecimiento económico a tasas chinas, no es accesible para muchos de los sectores populares del país.
El menemismo ha hecho lo suyo allí, y recomponer el tejido social que puebla las universidades es algo bastante complejo, porque tiene que ver con las condiciones generales de movilidad social, y de redistribución de la riqueza.
Este es un hecho que se suele pasar por alto cuando se compara a nuestro sistema universitario con el chileno (a partir del reclamo de los estudiantes contra el gobierno de Piñera): nuestra universidad pública es gratuita, pero sostenida con el producido de los impuestos que aporta el conjunto de la sociedad (de un sistema tributario que no se caracteriza justamente por su progresividad), y usfructuada de un modo muy desigual por los diferentes estamentos de esa sociedad.
Para muchas familias de clase media mandar a los hijos a la universidad pública es un alivio para el bolsillo: hasta unos meses antes, pagaban suculentas cuotas en colegios secundarios privados elitistas. En muchos casos lo hacían sin esfuerzo alguno, lo que revela aun más la inequidad del sistema; que no tiene que ver precisamente con la polémica en torno al arancel.
Por eso muchos estudiantes unversitarios (ellos y sus familias, antikirchneristas furiosos) disfrutan un presente en el que el Estado invierte el 6,47 % del PBI en educación (y dentro de esa mejora, llegan muchos más recursos a la universidad), los docentes han mejorado sustancialmente sus salarios y las obras de infraestructura en las universidades se multiplican por todo el país, empezando por la propia UBA.
Presente que les da la tranquilidad necesaria como para votar por Franja Morada o los candidatos del Partido Obrero en las elecciones de los centros de estudiantes, una especie de travesura adolescente, como cuando éramos chicos y salíamos a jugar al ring raje.
La escasa representatividad (en términos de proyectar los resultados al plano general de la sociedad) de la realidad que plasman las elecciones estudiantiles está dada por las propias cifras que revela Clarín: ¿en qué lugar del país -así fuera un municipio- el radicalismo obtiene el 56 % de los votos, o el Partido Obrero el 29 %?
Ni que decir que no hay muchos ejemplos de situaciones en que la izquierda haya logrado mantener su unidad por más de una elección; si no, miren los chispazos del FIT después del brindis de Altamira con Chiche Gelblung. Menos todavía habiendo ganado; claro que de esto último no hay muchos ejemplos concretos para corroborar la regla, excepción hecha de los centros de estudiantes de la UBA.
De modo que lograr que el kirchnerismo haga pie en la universidad (si es que ya no la he hecho, en alguna medida), es un asunto bastante complejo, que excede con mucho las capacidades de la militancia universitaria del sector, o de los dirigentes de La Cámpora.
A lo mejor habrá que esperar que voten en las elecciones estudiantiles los pibes que hoy cobran la Asignación Universal.
1 comentario:
bravisimo kumpas, la nota expresa mi pensamiento respecto de estos temas
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