Leíamos ayer en El Cronista que el consenso de los economistas que analizan la situación en Brasil recortan a la baja las perspectivas de crecimiento para el año que viene, que ahora -dicen- sería levemente inferior al 1 %, es decir en el límite del error estadístico; como para dudar si logrará finalmente o no salir de la recesión en la que entró ya en 2013, con el gobierno de Dilma.
En parte eso obedece a que la caída del PBI brasileño para éste año será mayor a lo pensado, rozando el 4 %: cualquier parecido con lo que ocurre en la Argentina, no es simple causalidad, sino la simple y lógica consecuencia de las políticas económicas (similares, si no exactamente iguales) que se aplican allá y acá, al menos en sus lineamientos generales.
Cuando el gobierno de Macri tomó la decisión de reconocer al del golpista Temer, dijimos acá que "La derecha se encamina en Brasil a tomar el poder directamente para profundizar el mismo programa que aplicaba Dilma (alza de las tasas de interés, metas de inflación, austeridad fiscal, apertura al ingreso de capitales), pero profundizándolo; lo que no hará sino profundizar la recesión, la caída de la actividad y la suba del desempleo.
Precisamente por eso y más allá de los sueños húmedos de nuestra propia derecha gobernante (que ve muy cercana la posibilidad de contar con un gobierno “del palo” en nuestro vecino), la previsible resolución de la crisis brasileña es para la Argentina una muy mala noticia: una recesión brasileña más aguda cerrará aun más su mercado para nuestras exportaciones, mientras que generará allá excedentes de producción industrial que no pueden colocarse en el mercado interno, y que presionarán sobre nuestras importaciones; en un momento en el que el gobierno de Macri está desmantelando el esquema de administración de nuestro comercio exterior, montado por el gobierno anterior para proteger la producción y el trabajo argentinos.
Las cifras del intercambio comercial bilateral en los meses que van del gobierno de Macri (las peores para nosotros en más de 10 años) explican lo que señalamos, y así como para el poder económico brasileño (que se apresta a volver a coincidir con el político) es una muy buena noticia nuestra flamante apertura comercial (una válvula de escape para su recesión) que compensa nuestra recesión, a la recíproca -para nosotros- solo cabe esperar malas noticias que provengan de Brasil.
Es previsible también que un gobierno de derecha en Brasil tome medidas que conviertan al país en otro paraíso para la radicación de capitales, justo cuando Argentina sale a colocar grandes cantidades de deuda y desea convertirse en destino preferente de las inversiones; a lo que hay que sumar las implicancias estrictamente políticas del caso brasileño, en el plano regional."
Como se puede ver, no estábamos muy errados: el absurdo del progama económico de Temer es tal que está impulsando una enmienda constitucional para llevar a ese rango el compromiso del gobierno con el ajuste fiscal, por 20 años.
Una recesión o un bajo y casi inexistente crecimiento en Brasil son malas noticias para nosotros, por razones que es casi innecesario explicar: seguiría así apagado o funcionando a escasísimas revoluciones uno de los "motores" en los que el gobierno de Macri cifra nuestra propias expectativas de crecimiento.
Sobre el rumbo económico ya errado que traía la gestión del PT (que le costó a Dilma su salida del poder en un marco de aislamiento), Temer no hizo sino empeorarlo, por seguir la misma hoja de ruta que sigue Macri acá, con los mismos resultados.
Lo que comprueba que haberse apresurado a reconocer a su gobierno dándole status legal a lo que fue un golpe parlamentario liso y llano, fue otro de los disparates que debemos a la gestión de Susana Malcorra al frente de la cancillería argentina : otro error de lectura sobre como realmente es "el mundo al que queremos volver", y van.
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