Cuántos sapos y de que tamaño están dispuestos a tragarse los que promueven un frente cuyo único límite sea Macri?— Marcelo Zlotogwiazda (@zlotomarcelo) 20 de noviembre de 2018
Todos tenemos más o menos claro el significado de aquella expresión de Perón sobre que “en política hay que comerse un sapo todos los días”: simplificando, aceptar cosas que no te gustan, en aras de un objetivo superior, o beneficio mayor. Dejar de lado lo que algunos llamaron “los narcisismos de las pequeñas diferencias”, que van desde las diferencias ideológicas hasta los gustos personales, para ampliar los bordes de una fuerza política, y colocarla en mejores condiciones de disputar el poder, o conservarlo.
Es sabido también
que la amplitud de un movimiento político es directamente proporcional a la
posibilidad de que cobije en su seno diversidades, que convivan en él visiones
diferentes, incluso contradictorias, posiblemente antagónicas. En el peronismo,
esto es consustancial a su misma existencia, desde sus orígenes.
El fenómeno, por
supuesto, no existe en las expresiones testimoniales de la política como la
izquierda o ciertos progresismos: allí no se plantea -en serio- no
retóricamente- la cuestión del poder; y puede en consecuencia privilegiarse una
supuesta coherencia ideológica, en desmedro de la amplitud.
No deja de ser
curioso que algunos que antes criticaban la cerrazón y el sectarismo del
kirchnerismo (presuntamente encerrado en un círculo áulico de fieles
convencidos), ahora critican la amplitud, y hablan de ingesta de batracios:
¿acaso para conformar “Cambiemos” los miembros de la actual coalición
oficialista no tuvieron que tragar sapos en pos del objetivo superior de
desplazar al populismo del poder, y eso nos era presentado como una virtud?
¿O en realidad no
fue tan así, y ni Carrió tenía enormes desgarramientos morales interiores por
tener que aliarse con un conspicuo representante de la patria contratista, ni
los radicales tuvieron que hacer piruetas dialécticas para explicar que se
juntaron con el que Alfonsín consideraba un límite infranqueable? Las preguntas son retóricas, por supuesto: todos conocemos las respuestas.
En el caso del polo
opositor en ciernes, se objeta que los aglutina la oposición a Macri (el
catalizador de la agresión externa, en términos de Perón; la unión por el
espanjto, en la imagen de Borges), como si eso fuera en sí mismo objetable: ¿es
acaso difuso el límite Macri, son borrosos sus contornos, pueden caber -a esta
altura de los acontecimientos- dudas sobre lo que es y lo que representa?
Puede que lo sea
para los que -como Zloto y otros coreacentristas- hacen un pingüe negocio de la
presunta equidistancia, y por eso hicieron como creían en esas paparruchadas de
“la nueva derecha moderna y democrática”, pero no para Cristina; que lo caracterizó
claramente, en una Plaza de Mayo repleta de cientos de miles de personas, el
día antes que Macri empezara a gobernar.
De allí para acá,
el kirchnerismo (político y social) obró en el sentido de esa caracterización,
y no le erró; hasta es muy posible que se haya quedado corto. Y sobre esa
caracterización se está construyendo la unidad del peronismo y de la oposición;
por eso es contra Macri, y con eje en Cristina; y no sobre la base del “post
kirchnerismo” que nunca llegó a alumbrar, y como recambio peronista dentro del
mismo molde del régimen gobernante. De Davos a El Calafate, fue el derrotero,
no al revés.
Y no se trata de
establecer quien vino al pie de quien para construir una unidad opositora
amplia, sino para que: Cristina hizo la autocrítica que se le pedía -en
términos de modos de construcción política- en acto, mientras afirmaba la
autoestima; en tanto afirmación identitaria del modelo aplicado en el país
entre el 2003 y el 2015, en sus trazos principales.
Lo cual viene a
cuento de la metáfora -tan peronista- del sapo: ella solo adquiere
significación si se tiene en claro que se ingiere algún batracio en tanto se
tengan en claro el rumbo, el proyecto y en su consecuencia, la conducción. Que
será -como siempre fue en el peronismo, a cargo del que llegue a la
presidencia, como expresión de ese frente de unidad. Una conducción acaso más
amplia y compartida, como reconocimiento precisamente a la amplitud de ese
frente, pero conducción al fin.
Y sobre el
contenido de la unidad, Cristina fijo muchas cosas en Ferro, pero la mayoría
eligió quedarse con la metáfora de los pañuelos. Al respecto y precisamente
cuando el proyecto de interrupción legal del embarazo fue rechazado en el
Senado, dijimos acá: "Queda como saldo del debate el desafío para las fuerzas populares de recomponer hacia adentro aquello que la transversalidad del voto sobre la IVE pudo romper, y para ellas, sus dirigentes y cuadros políticos, y en especial sus militantes y votantes (muchos de ellos comprometidos a fondo con la causa de los pañuelos verdes, y con la de los celestes también) resistir la tentación de "abortizarlo todo" y hacer pasar por ahí las cruciales elecciones del año que viene, en las que se juega mucho más que la despenalización o legalización de la interrupción voluntaria del embarazo: se juega el destino del país.".
Ni más ni menos que aquello tan viejo de las contradicciones principales y las secundarias, ni más ni menos que peronismo en su más pura esencia: frente nacional de los que tienen intereses comunes, agredidos y vulnerados por el modelo del país colonial.
Ni más ni menos que aquello tan viejo de las contradicciones principales y las secundarias, ni más ni menos que peronismo en su más pura esencia: frente nacional de los que tienen intereses comunes, agredidos y vulnerados por el modelo del país colonial.
¿Puede afirmarse
que eso representa un sapo, en términos de cambio sustancial en la
caracterización de Macri; acaso Cristina está proponiendo hacer macrismo
socialmente sensible o amigable, como hasta ayer nomás proponían algunos en el
peronismo, y todavía hoy proponen veladamente algunas patrullas perdidas que se
resisten al fuero de atracción que ella genera para vertebrar la unidad?
Si nos atenemos
estrictamente a la Cristina que es, y no a la que algunos dicen que es, no hay
diferencias entre el discurso de Ferro, lo que fueron los ejes de la campaña de
Unidad Ciudadana para las elecciones legislativas del año pasado, o lo que
vienen siendo sus intervenciones en el Congreso en cada discusión relevante. Tuit relacionado:
Nunca el "sapo" es la pauta que te hace hablar o callar. El sapo está siempre en la política activa y no en la que te financia ser Corea del Centro.— Meritócrata (@Merito_Crata) 21 de noviembre de 2018
Los viejos progres que descubrieron el negocio de la antipolitica. https://t.co/BnaSHfAURF
3 comentarios:
Zloto, viejito de alma sensible.Estereotipo del colonizado mental.
Durante el gobierno de Cristina se escandalizaba "por la falta de diálogo", por actitudes "totalitarias" contra el Grupo Clarin, del que nunca dejó de recibir atenciones en sobres. Progre de billetera.
Demoró dos años en despertarse y darse cuenta del saqueo macrista.
Sin embargo, todavía no se muestra escandalizado por los negocios de Macri con Midlin, Aranguren o Caputo. Es crítico con prudencia.
En realidad, Zloto sigue esperando con ansias que las retroexcavadoras descubran la ruta del dinero K, para volverse a escandalizar lagrimiando frente a las cámaras. Zloto es material descartable.
El Colo.
Parafraseo -mal, seguro- a Cook (John William): "Más que cambiar las estructuras del sistema, hay que cambiar el sistema de estructuras". Si alguna vez, por esas, volvemos al poder, deberemos tener presente esa verdad axiomática del Gordo. Aceptémoslo, compañer@/s: gobernamos doce años ateniéndonos al mismo y recalentado sistema de estructuras. Un Poder Judicial viciado por el corporativismo, el mismo que legitimó todos los golpes de Estado a través de la historia; un Poder Legislativo plagado de transeros, corruptos y pelotudos, y así. Esta fue la única autocrítica que no hemos hecho: que confiamos, como si fuésemos estrictamente boludos, en un sistema de estructuras corrupto, prostituído y venal. Así nos fue. Así nos va. Y seguimos sin recuperar los sentidos. Seguimos haciendo cálculos electoralistas cuando tenemos que plantear un proceso revolucionario. Y llevarlo adelante hasta las últimas consecuencias. Como hacen estos hijos de puta: parece mentira que siempre es la derecha reaccionaria, fascista y oligárquica las que nos enseña cómo se hacen las cosas cuando se logra el poder, no importa por qué vía. En fin, basta la salú... Reciban usted/es mi abrazo, compañer@/s. Es un placer leer tooodos los días este blog, aunque duela. PD: La metáfora de los sapos es, en realidad, de la autoría de Don Pellegrini (Carlos), según el Pepe Rosa.
Durante la Segunda Guerra Mundial, para pararle la chata al Eje, se tragaron sapos monárquicos británicos, griegos y polacos, republicanos yanquis y franceses, comunistas chinos y soviéticos, etc.
Ese frente funcionó.
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