* Más allá de todo
lo que se diga respecto a la polarización como estrategia electoral buscada por
el gobierno, y sobre la conveniencia o no para la oposición de sumarse a ella,
lo real es que la polarización existe, y es social; más con un gobierno con marcado
sesgo de clase como el de Macri, y con una elección presidencial por delante. Se vota al que gobernará el país los próximos cuatro años, a favor de la
continuidad del que lo está haciendo o en contra, y en éste caso viendo quien
es el que lo puede reemplazar, para garantizar un cambio de rumbo.
* De allí que a
diferencia del 2011 (cuando el resultado estaba cantado de
antemano), en una elección con final abierto y posibilidad de ser resuelta en
un balotaje (única instancia a la que los análisis y buena parte de los protagonistas
le prestan atención, hoy por hoy) como en 2015, las PASO operan en cierto modo
como una primera vuelta: sus resultados pueden incidir en que para la primera
vuelta "legal" se acentúe la tendencia a la polarización buscando el voto útil,
llevándose en el tránsito a las “terceras vías”.
* Lo expuesto
explica el persistente angostamiento de la “ancha avenida del medio” que
registran las encuestas y el humor social, tanto como las dificultades del “peronismo
alternativo” para despuntar un candidato competitivo: por más que sus
referentes hayan virado hacia un discurso crecientemente opositor, los tres
años de macrismo también hicieron mella en ellos; en la medida que se percibe
que acompañaron las políticas centrales del gobierno, y en consecuencia son
corresponsables de sus consecuencias.
* Si los sucesivos
candidatos del “peronismo alternativo” (incluyendo a Lavaga, el último globo de
ensayo) no logran despuntar es porque no encuentran de dónde morder votos, en
la cantidad suficiente para que su hipótesis de colarse en el balotaje sea
algo más que ficcional: aun suponiendo que pudieran captar simultáneamente
votos macristas desencantados (lo más posible) y al mismo tiempo kirchneristas
(menos verosímil), deberían producir una disminución significativa del volumen
en cualquiera de los dos extremos de la polarización, para terciar con algo de
suerte en la disputa.
* Como no existe un
solo sondeo que registre que algo parecido esté pasando (de lo contrario no se
sucederían los candidatos del espacio, uno tras otro), cabe suponer que el único rol que
está llamado a cumplir ese “peronismo alternativo” es drenar votos opositores,
para facilitar la reelección de Macri, e impedir el retorno de Cristina. Eso es, ni más ni
menos, lo que está diciendo Pichetto cuando anuncia que si el espacio acuerda
con Unidad Ciudadana para ir a una PASO amplia, él lo abandona; pero tomar nota
del propósito no supone validar la hipótesis de que los votos a ese sector son
de opositores, y no afectan el volumen electoral del oficialismo, con cuyas
políticas son claramente más afines.
* La elección del 2015 estuvo contaminada
por la denuncia y la muerte de Nisman, la exposición mediática de la presunta
corrupción kirchnerista y la situación de Venezuela, que influyeron sobre una
parte del electorado como sesgo confirmatorio de preferencias previas. Hoy,
todos los mismos factores están puestos en juego por el gobierno y el conjunto
de medios que funciona como parte de su dispositivo político, pero al sólo
efecto práctico de contener votos del núcleo duro macrista, desencantados o
lisa y llanamente perjudicados por las políticas del gobierno.
* La diferencia no es menor: en el medio
pasó Macri, no prometiendo (como en 2015) futuros venturosos o desmintiendo
ajustes salvajes, sino gobernando como se esperaba que lo hiciera, con los
resultados previsibles. Si el oficialismo insiste con la misma batería de temas de agenda es un signo de debilidad, y no de fortaleza: ha perdido la capacidad de
interpelar a nuevos sectores, o de proponer nuevos motivos de esperanza a los que
lo acompañaron en aquel momento; e insiste en el pasado porque no puede hablar
del presente, y porque con su gestión, se amputó la posibilidad de prometer
futuro.
* La tesis extendida según la cual volvería
a tener éxito en la estrategia supone que a Macri no lo afectarían cuatro de
gobierno (y no de cualquier gobierno: uno con tres años de recesión y ajuste),
y al kirchnerismo sí lo afectaron 12 años de gestión (la mayoría con
crecimiento económico y mejora de los indicadores sociales), e incluso hoy lo
seguirían afectando, cuando no gobierna. Por absurdo que pueda parecer, esas
son las premisas bajo las cuáles se desarrolla la estrategia oficialista, y muchos análisis opositores.
* El programa
económico del oficialismo es el que es, no va a cambiar, ni van a cambiar sus
efectos, aunque Macri sea reelecto: peor aún, en ese caso conseguiría la
legitimidad política necesaria para profundizarlo. Si al gobierno “le sale
bien” la estrategia de planchar el dólar como ancla contra la inflación,
seguirá deprimiendo la actividad y destruyendo empresas y empleos. Si le sale
mal y viene otra corrida cambiaria con salto inflacionario incluido, estaría en
riesgo no ya su chance electoral, sino la misma continuidad del mandato de
Macri.
* La “campaña del
miedo”, protagonizada en gran parte por la militancia de a pie frente a la
tibieza del diseño de campaña del candidato del FPV, permitió arrimar en el
balotaje, acortando una distancia que las encuestas marcaban en forma
consistente como mucho mayor a la que finalmente terminó siendo. Si funcionó
entonces, ¿por qué no funcionaría hoy, cuando se confirmó en los hechos?. Más
aun, ni falta hace mencionar los datos negativos de la economía, porque
cualquiera los puede palpar en su realidad cotidiana.
* Lo dicho no
supone -como se dijo acá- hacer campaña con el lema “Te lo dije”, sino oponer a
la épica militante del ajuste y la romantización de sus efectos que proponen el oficialismo y sus voceros como
corolario del “No vuelven más”, una simple advertencia: “Ojo que siguen, y
siguen igual, que en la práctica es peor”. No se vota para volver a los 12 años
de kirchnerismo (como quiere instalar el gobierno) porque además no sería
posible, sino para impedir otros cuatro años de macrismo; y hay que tener la
astucia para captar votos sueltos planteando la cuestión en esos términos.
* Que lo que sigue
en caso de ganar Macri es más de lo mismo (o sea, peor) no lo decimos nosotros
solamente: lo están afirmando los medios y economistas afines cuando reclaman
el voto para el gobierno para poder “profundizar los cambios”, y lo dice el
propio Macri cuando pese a los desastrosos resultados ratifica el rumbo,
diciendo que “es por acá” y que “no hay otro camino”.
* En 2015 la
elección se desarrolló bajo la idea instalada (incluso por nosotros, cuando
erróneamente planteábamos que los avances conseguidos eran “irreversibles”) de
que la crisis estaba superada, y las necesidades básicas estaban garantizadas;
y en consecuencia había que ir por las “demandas de segunda generación”
(vivienda propia, ahorro, comprar dólares, viajar, Ganancias). Hoy, lo básico
está en duda: llegar a fin de mes, pagar los servicios, conservar el empleo,
sostener la empresa, por eso es ahí donde hay que apuntar al electorado fluctuante que
-por caso- votó a Cristina en el 2011, y a Macri en el 2015.
* La mayoría de los
análisis sobre las chances electorales de la oposición parecen olvidar un
detalle obvio: las reglas constitucionales para resolver la elección rigen para
todos, y en consecuencia también para el gobierno, para el cual las
dificultades para ganar en primera vuelta son las mismas, si no mayores; tanto
que, como se dijo, hoy su estrategia está concentrada en retener su núcleo duro
de votantes.
* Hay que prestar atención a las disputas al interior de las distintas fracciones del capital, no
porque decidan la elección, sino porque determinarán los discursos y las
propuestas que se pondrán sobre la mesa en el año electoral: no es casual por
ejemplo que mientras el “ancla cambiaria” le da al gobierno una relativa paz
financiera y los salarios detienen su caída medidos en dólares (no la de su poder adquisitivo frente a la inflación), se vuelva a
insistir en la necesidad de una reforma laboral flexibilizadora, que había
pasado a un segundo plano cuando la corrida cambiaria del año pasado produjo el
efecto inverso, pulverizando los sueldos medidos en moneda dura.
1 comentario:
Da la impresión que quienes conocen a Lavagna, saben que aparte de empleado de los Rocca, Techint, es demasiado “conserva” para afrontar los desafíos que vienen, es como El Cid, buen vasallo si tuviera buen señor, como lo demuestra su desempeño con Duhalde donde aniquiló PyMEs a diestra y siniestra, mientras sus patrones y los grandes exportadores cargaban con pala la plata en camiones.
Cabal demostración de lo dicho es su actuación con Néstor de Presidente y supervisor de la economía, que terminó echándolo por querer enfriar la actividad, que demostró ser acertado porque la crisis de las derivadas nos agarró mucho mejor parados por haber aprovechado el momento para expandirnos.
Pero no solo eso demuestra su condición de operable con precaución, que yo sepa él fue el asesor económico de los renovadores de Massa, y no lo escuché objetar ninguna de las desacertadas políticas qué acompañó con su voto ese Frente y que nos trajeron al desastre que estamos viviendo.
Stop Fly pasajeros Bondi Arbus para pasajeros y equipajes de la lowcost
Nunca menos y abrazos
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