En la tradición sarmientina de "civilización o barbarie", el discurso instalado de la Argentina gorila remite al peronismo al territorio de la irracionalidad política: en esa visión, solo se puede ser peronista por motivos emocionales (entendido esto con connotación peyorativa respecto a las capacidades políticas de la persona en cuestión), o puramente crematísticos (el plan social, el choripan para ir a los actos).
No existe la posibilidad de que alguien vote al peronismo o simpatice con él por razones objetivas y racionales, vinculadas a la defensa del propio interés, o al sencillo principio de no afilar el hacha de los verdugos, votando a aquellos que precisamente vulneran o desconocen esos intereses. El desconocimiento de éstas cuestiones básicas los lleva a tropezar, una y otra vez, con la misma piedra; y manifestar -una y otra vez- su perplejidad porque esa "persistencia argentina" (como lo denominó José Pablo Feinmann) se niega a desaparecer de nuestra vida política, pese a sus ingentes esfuerzos para conseguirlo.
Y sin embargo si existe en la Argentina un voto "ideologizado" (en el sentido de fundado en abstracciones desentendidas de los hechos e intereses concretos en juego en las decisiones electorales) y sobre todo emocional, es el voto antiperonista. El gorila argentino, ante todo, votará a cualquiera -aunque sea un extraterrestre- que le parezca que está en condiciones de vencer en las urnas al peronismo; sin otra consideración.
Un caso demostrativo de esto es lo que pasó en Independiente, donde el macrismo encontró en Fabián Doman -un mediocre figuretti de los medios- el instrumento para "sacar a Moyano", y quizás de paso meter la garra en otro club, como en su momento lo hicieron en Boca. En éste caso lo llamativo -o no- es como el tipo (que se rajó de su cargo en seis meses, en medio de un completo fracaso) confiesa abiertamente que ése era todo su propósito: "sacar a Moyano".
Cree que lo eligieron para eso, y no para manejar el club, tomar decisiones y mejorar su realidad. Pasa en el fútbol, pero también en la política: el gorila puede votar a un híbrido como De La Rúa o Binner, o a un hijo de puta perfecto como Macri. El tipo o la tipa en cuestión pueden ser radicales, socialistas, troscos o liberales, poco les importa: el asunto es que no gane el peronismo, y después "vamos viendo".
Algo parecido estamos viendo acá en Santa Fe con el armado del "frente de frentes", y el potus Carolina Losada, que ni siquiera vive en la provincia, y la quieren mudar para convertirla en gobernadora de una provincia en la que nació, pero no conoce. Ni piensan en que al día siguiente de la elección, y si las va bien, la tipa tendría que gobernar, cuatro años: si logró sacar al peronismo del gobierno, ellos ya están hechos.
En fin, como dijo alguna vez alguien, el problema de éste país no son los setenta años de peronismo, sino los setenta -o más- años de antiperonismo; que nos costaron golpes de Estado, masacres, sudor, lágrimas, pobreza y deuda.
Ojo: nosotros no estamos del todo exentos del fenómeno, sobre todo cuando reducimos nuestra propuesta política a "ojo que si no nos votan a nosotros, vuelve la derecha y destroza todo"; y con esa sencilla consigna nos quieren traficar la resignación, el posibilismo, la mediocridad y la claudicación constante frente a los poderes fácticos, como ahora. Tuit relacionado:
Buen consejo para los antiperonistas. https://t.co/mFdlvFP1Jo
— La Corriente K (@lacorrientek) April 12, 2023
1 comentario:
Totalmente, de hecho la Losada asumió su banca de senadora diciendo que iba a hacer todo lo contrario que propusiera Cristina. Oposición por oposición. También es cierto que el FdT nos entrampó con lo mismo, lo votamos para sacar a Macri y funcionó. Ahora, cuando llegó el momento de gobernar... Alberto hizo agua everywhere.
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