Por Raúl Degrossi
Leemos en La Nación de ayer la columna de Pablo Sirvén, en la que intenta analizar la vinculación entre la participación política de los artistas, y su impacto electoral. O en todo caso toma al tema como pretexto.
Refiriendo a una columna de Morales Solá, constata lo obvio: el alineamiento político de muchos actores, actrices, gente del cine, el teatro y las diferentes expresiones de la cultura con el kirchnerismo no le reportó a éste en votos; contraponiendo esa constatación con la cosecha de Miguel Del Sel en las elecciones de Santa Fe.
Claro que a Sirvén no le interesa profundizar en el hallazgo, que llevaría a interrogarse sobre los orientaciones de los consumos culturales populares, y las preferencias artísticas de la gente común. Que es el lugar desde el que se construyen fenómenos políticos como el del Midachi, usufructuados o potencias por ciertas usinas de la ingeniería de la derecha política.
Y no le interesa a Sirvén meterse con eso, porque la popularidad de Del Sel se tradujo en votos opositores al gobierno de Cristina: imaginemos por un momento si el actor hubiese decidido participar en política, pero en el kirchnerismo, cual hubiese sido el juicio de Sirvén al respecto.
El mismo que le ha merecido a lo largo de su trayectoria como periodista de espectáculos el humor de Midachi: descalificado como burdo, chabacano y falto de creatividad.
Porque el compromiso político de los protagonistas de la cultura (en un sentido amplio, Del Sel indudablemente lo es, aunque no nos guste) molesta cuando es de un lado, del otro en cambio es ensalzado como la loable preocupación de gente que tiene sus problemas solucionados, por aportar a resolver los de la sociedad.
El asunto es viejo: lo padeció Discépolo en vida con la indiferencia y la agresión de sus colegas, y otros como Vaccarezza Nelly Omar o Hugo del Carril con la censura. En los 70' hay ejemplos más cercanos que todos conocemos.
Incluso el propio Del Sel -exponiendo en toda su crudeza su vacío neuronal- no vaciló en su momento en embarrar a sus propios colegas, deslizando que adherían al kirchnerismo por interés; confundiendo la perseverancia en un reclamo gremial (actividad que él por supuesto desconoce, aunque está aprendiendo de la mano de Barrionuevo y el "Momo" Venegas), con una relación clientelar. Algo que no sucede con los reclamos de la Mesa de Enlace, al parecer.
Pero así como Sirven en su rol de crítico de espectáculos destrozaría al Midachi, devenido subrepticiamente (últimamente cada vez menos) columnista político, pasa también ese punto por alto (él mismo repitió el absurdo argumento de Del Sel en esta columna), como parte del compromiso anti k sin fisuras, que se le exige en el diario en el que escribe.
Porque así están las cosas en las redacciones de Clarín, Perfil o La Nación: no hay lugar para distracciones secundarias, para distensiones del clima bélico que respiran y transmiten; ni siquiera en la sección de espectáculos o en el suplemento de deportes: todo sirve como arma en la cruzada anti Cristina.
Y si no volvamos a la columna: la desmesura de mencionar el ejemplo de Evita y su trayectoria como actriz -en un contexto donde se la compara con Del Sel- sólo puede entenderse desde el lugar común profundamente gorila de la impostura: Eva no habría sido una militante comprometida con los más humildes hasta dar la vida, sino apenas una actriz interpretando el papel más importante de su carrera.
Recordemos el título de la columna: "Los artistas también aportan votos", que sería desmentido en el primer párrafo cuando alude a la opinión de Morales Solá: eso no sería así, al menos en el caso del kirchnerismo.
Si eso es cierto -y es muy probable que lo sea- ¿qué tanto le preocupan a Sirvén los nuevos contenidos de televisión que comenzarían a tener pantalla en breve, protagonizados por actores y actrices identificados políticamente con el kirchnerismo, y surgidos de las convocatorias lanzadas por el INCAA?
Obsérvese que el mismo Sirvén -que tanto espacio diera en sus columnas y programas a aquel famoso "Somos actores, queremos actuar" de las ceremonias de los Martín Fierro- menciona casi al pasar, como para que no se note, que esas convocatorias del INCAA para producir material audiovisual fueron generadas en el marco de la nueva ley de medios.
En efecto, los artículos 65 y siguientes de la Ley 26522 establecen una serie de obligaciones para los licenciatarios de radio y televisión en cuanto a los contenidos: porcentajes mínimos de producción propia, local, regional y de productoras independientes, cuota de pantalla y derecho de antena para el cine nacional.
En suma: generación de oportunidades de trabajo para actores, actrices, guionistas, directores, sonidistas, iluminadores, escenógrafos y todas las demás profesiones vinculadas a la producción de contenidos audiovisuales. Lo que se pedía con los carteles puestos en la ceremonia de los Martín Fierro, lo que pedía cada premiado o premiada al subir al escenario, ni más ni menos.
Si lo que le preocupa a Sirvén es la carga ideológica de los contenidos y las temáticas abordadas, ¿no propugna acaso la más amplia libertad de expresión?
¿Qué les impediría -en ese marco- a los licenciatarios privados de televisión abierta invertir en la generación de sus propios contenidos, con otros protagonsitas, otroa estética y hasta otra visión política?
Respondo a la pregunta: su propia postura frente a la ley de medios, a la que combaten con todas las herramientas a su alcance y no sólo en la famosa cláusula de la desinversión (el artículo 161): los propietarios de los canales privados de televisión también han llevado a la justicia el artículo 65 y todos los que exigen ciertos contenidos mínimos en la programación; detalle no menor que Sirvén omite estruendosamente en su columna.
Quizás pretenda convertirse en una especie de Miguel Paulino Tato -él u otro alguien que no menciona- que determine lo que los argentinos podemos ver o no por televisión. En ese sentido, las referencias a los contenidos de los nuevos envíos apestan a maccartismo.
Si los votos que aportan los artistas con compromiso político -tal la hipótesis de Morales Solá refrendada por Sirvén- son indicativos del ráting o la popularidad, nada debería temer el cronista de las producciones seleccionadas por el INCAA, que por otra parte tampoco puede juzgar en sus méritos artísticos por una sencillísima razón: todavía no las vio, ni él ni nadie del público.
Menos le puede preocupar el asunto de la publicidad y la presunta homologación con el Fútbol Para Todos: ¿o acaso él no tiene dicho y escrito que esa metodología es a la larga contraproducente para el propio gobierno?
Y es que el amigo Sirvén no está actuando en este caso como cronista de espectáculos, aunque asume ese disfraz, sino como operador político de sus patrones.
Sin comprender esto no se entiende que en su columna -cuando enumera alguna de las producciones televisivas que verían la luz en breve- ocupa un lugar relevante y destacado aquél (dice Sirvén) que "... recreará la versión oficial de Papel Prensa, con Malena Solda, como Lidia Papaleo, y Luis Machín, como Néstor Kirchner...".
Ahí se le ven las patas a la sota del amigo Sirvén: teme quizás que con ese tema urticante para el diario en el que escribe y su socio Clarín, suceda algo parecido al efecto que generó en su momento "Televisión por la identidad", aquélla serie que realizara Telefé años atrás.
Sobre todo cuando lo que él llama "versión oficial" del caso Papel Prensa podría empezar a parecerse peligrosamente a la verdad, como lo cuenta Horacio Verbistky en Página 12 de ayer.
Es decir que el problema no sería el compromiso político de los artistas (nunca lo fue), sino mas bien el de los periodistas de espectáculos.
3 comentarios:
Gran post!
a los artistas que participan en política es importante valorarlos por sus actuaciones...en el ámbito social por supuesto, como a los hnos Galán, a Andrea del Boca, a Facundo Arana, a modo de ejemplo, Digo. Cristina A
MACRI DIJO HOY QUE ATENDIO EL LLAMADO DE LA PRESIDENTA EN CALZONCILLOS, QUE ASCO ME DA ESTE TIPO.
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