Debe haber pocos temas en los que ya esté todo dicho y sabido desde hace tiempo, como en el uso de las retenciones como herramienta para desacoplar los precios internos de los alimentos de los internacionales; en un país como el nuestro que tiene la particularidad de exportar lo que come. Desde el conflicto con las patronales agrogarcas del 2008 nadie puede alegar ignorancia al respecto.
Si los precios internacionales de los alimentos suben, tendremos en el país (como está pasando) inflación importada en los alimentos para el consumo doméstico, además de los otros factores que puedan incidir, como las estructuras de producción y comercialización, y la apropiación de los excedentes en los distintos eslabones de la cadena.
De allí que cada momento que pasa con el gobierno contemplando como suben los precios de los alimentos sin subir las retenciones, no tiene que ver con "análisis" sobre la complejidad del tema, o dudas sobre la eficacia del instrumento, sino simplemente con relaciones de poder puro y duro: no se interviene a favor de los consumidores porque hay poderosos intereses empresarios que hacen lobby para que así ocurra. En la vida hay que elegir, y se puede elegir hacer, o no hacer; lo que nunca es neutral es el resultado, es decir, quien se beneficia y quien se perjudica.
En ese marco -que no debería ser tan difícil de comprender- no se entiende el sentido de las "advertencias" de los funcionarios en público sobre medidas que se "evalúan" o se "analizan", pero no se toman. Porque las reacciones de los intereses afectados por una posible suba de las retenciones se conocen de antemano, tampoco hay misterios en eso.
Es como repetir hasta el cansancio el fracaso político de la fallida expropiación de Vicentín, donde el gobierno dio marcha atrás con su decisión porque protestaron los que era sabido que iban a protestar; dándole así a los que no lo votaron un poder de veto sobre decisiones y políticas que apoyamos los que sí lo votamos. En el caso de las retenciones la cosa es peor aún porque ni siquiera se intentó subirlas, pero se lanza en público la idea, como si se sondeara la posición de los irreductibles: un absurdo político, por donde se lo mire.
Si existe -en éste como en otros temas- la decisión de honrar el mandato electoral de garantizarle a la gente el acceso a la comida a precios razonables compatibles con su poder adquisitivo, las retenciones se deben aumentar, y listo. Que nos enteremos todos (los que estamos de acuerdo y los que no) cuando se publique el decreto en el Boletín Oficial.
Y si la decisión es seguir reculando en chancletas frente a cualquier amenaza o conato de rebelión de algún sector afectado por las medidas que se toman, mejor no decir nada, y listo. Así nos evitamos todos un desencanto por medidas que no llegarán porque falta la voluntad política para implementarlas, y el gobierno evita seguir autoerosionando su propia autoridad.
Tema éste -el del sostenimiento de la autoridad- que es el prerrequisito como para poder estar en condiciones de implementar cualquier política pública, sea suspender las clases presenciales para evitar el aumento de los contagios en la pandemia, o garantizar que se le devuelva a los usuarios de cable o internet lo que les cobraron de más algunas empresas (como las del Grupo Clarín), por encima del congelamiento de tarifas dispuesto por el gobierno, o la banda de aumentos que éste autorizó, cuando se trata de servicios regulados.
De lo contrario se seguirán sosteniendo -de uno y otro lado de la soga- patrones de conducta como los que hasta acá se ven: unos dudando en avanzar, y con dificultades para hacer cumplir lo que han resuelto; y los otros decididos a resistir cualquier medida del gobierno al que adversan, sin medir ni pagar costos. Y en esa tensión ya sabemos quien termina perdiendo a la larga, que no son precisamente los "rebeldes".
1 comentario:
Si no subís las retenciones ahora, con la soja a más de 500 dólares y el maíz en precio record. ¿Cuando las vas a subir?
El Colo.
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