LA FRASE

"HABÍA DOS BOTONES, UNO VERDE Y OTRO ROJO, Y YO PENSÉ "EL ROJO DEBE SER PARA VOTAR A FAVOR DE CUBA"." (DIANA MONDINO)

viernes, 16 de septiembre de 2022

EL AMIGO AMERICANO

 

Un par de días atrás, decíamos en ésta entrada: "Tampoco es materia de debate -no al menos con profundidad, y por parte de actores políticos relevantes- que el modelo productivo de inserción apendicular del país en el mundo como proveedores de alimentos y energía sea el único posible, o el alineamiento internacional con los dictados de la política exterior yanqui: así como Dujovne y Macri nos quisieron convencer que estábamos ante un "nuevo y bueno FMI" (algo en lo que en su momento reincidió Guzmán, con los resultados conocidos), hoy parece que debemos celebrar que estamos ante el Claver Carone bueno, que en 2019 admitió ser parte de la operación ante el FMI para financiar el fallido intento de reelección de Macri que deberemos pagar todos, y hoy aporta financiamiento del BID -después de haberlo negado semanas antes- porque "tenemos una política económica consistente".".

Todos tenemos en claro que ya no estamos en 1945, en los tiempos de "Braden o Perón", más que nada porque no está Perón, y el peronismo se vuelve por momentos irreconocible. Pero Braden (o aspirantes a serlo) sobran, desde Claver Carone hasta el embajador Stanley; que tiene un protagonismo actual en la política interna de la Argentina que ni Terence Todman alcanzó en su momento: en el oficialismo y la oposición todos -quien más, quien menos- tienen su foto con él, Cristina incluida. Claro que en ése eso y por obvias razones de peso político y cargo institucional, el embajador jugó de visitante yendo al Senado.   

Que los dirigentes políticos y funcionarios de un país tengan contactos y reuniones con el embajador de un país con el cual mantienen relaciones diplomáticas es la cosa más normal del mundo es tan cierto, como que, cuando ese embajador es el de los Estados Unidos, esos contactos tiene otra connotación. Ni hablar si ese país es la Argentina, a la vista de los antecedentes históricos citados, y lo que ha sido tradicionalmente la relación entre ambos países.

Lo que en todo caso nos hace poner la lupa en esos contactos y en los que -por ejemplo- sostuvo Sergio Massa en su reciente gira por el país del norte, es el contexto político nacional, regional e internacional, marcado por la pesada herencia que dejó el gobierno de Macri -entre otras cuestiones- por el elevado endeudamiento contraído con el FMI y los mercados de capitales, la tensión internacional creada por el conflicto en Ucrania y sus consecuencias, y los procesos políticos y electorales en curso en la región.

Hablábamos antes de Claver Carone, el ex funcionario de la administración Trump que conduce el BID -primer norteamericano en el cargo, en muchos años- habiéndose impuesto al ex funcionario de Alberto, Gustavo Béliz, en la pelea por el cargo. Como es poco probable suponer que Claver Carone y los Estados Unidos y su gobierno hayan cambiado de opinión, la única conclusión posible es que los que cambiamos fuimos nosotros, y no precisamente para bien.

También anduvo por acá la jefe del Comando Sur del Ejército de los EEUU (que se reunió con Cristina), opinando sobre asuntos de nuestra política interna con la soltura que les da no tanto su fortaleza -que la tienen- como nuestra debilidad. Con la misma soltura con la que el embajador Stanley llamó a nuestra clase política a formar "ya, ahora", sin esperar a las elecciones del año que viene, una coalición. Y no, no le estaba hablando a la oposición, o al menos no solo a ella. Como diría Mirtha: como te ven, te tratan.

Pero ya que estamos citando, recordemos a Jauretche, que decía "Si malo es el gringo que nos compra, peor es el criollo que nos vende". O dicho de otro modo: el problema no es lo que hacen ellos -que al fin y al cabo velan por sus propios intereses-, sino lo que hacemos nosotros, o lo que les dejamos hacer.

Todos estos hechos transcurren -como dijimos- en un contexto internacional en el que suben los precios de la energía y los alimentos, porque la guerra en Ucrania entorpece su abastecimiento, y la Argentina puede proveer ambos. Claro que lo ideal es que lo hiciera bajo sus propias condiciones -y no las impuestas por otros, por razones estratégicas que nos son ajenas-, y para beneficio del conjunto de su sociedad, y no de un pequeño grupo que acumula rentabilidad, mientras nos importa inflación.

Y también en un contexto en el que el país -bajo los auspicios de Rusia y China, potencias en competencia con los Estados Unidos y con creciente peso en la región- peticiona ingresar a los BRIC's; y los propios EEUU le advierten a Bolsonaro que no intente una aventura golpista en caso de perder las elecciones, en un claro gesto dirigido más a Lula -su posible vencedor- que a soltarle la mano al candidato de la derecha brasileña.

Con Boric, con Petro, con el gobierno de Alberto Fernández y con el posible y aun no electo de Lula, la administración Biden pareciera haber dejado de lado por un momento la política del garrote, para ensayar la de la seducción, suponiendo que de ese modo contrarresta la influencia de China y Rusia -en estricto orden de importancia- en la región. Pero otra vez: esa es su estrategia, que puede o no constituir para nosotros una ventana de oportunidad. 

La discusión pendiente es si se la aprovecha, y para qué: no puede ser para terminar el proceso más vulnerables si no menos, con mayores márgenes de autonomía para decidir por nosotros mismos nuestro propio destino, y no para simplemente seguir el que han decidido otros. Ni más ni menos que lo que votamos en 2019, por decir algo. 

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