Este día de la Memoria, la Verdad y la Justicia no es cualquiera, porque corresponde al año en que conmemoramos los 40 años de la recuperación de la democracia, y nos sorprende en un contexto muy particular y crítico; el año en que además los argentinos iremos a las urnas para elegir quien nos gobierne los próximos cuatro años. Y para ser sinceros, con varios pasos atrás, en distintos frentes.
En lo específicamente vinculado con las causas de lesa humanidad por los crímenes cometidos durante la dictadura, los juicios están ralentizados si no directamente empantanados, y las cada vez más frecuentes prisiones domiciliarias y libertades condicionales que los jueces conceden a los genocidas demuestran que las políticas de impunidad ensayadas con el fallo de la Corte que les otorgaba el "2 x 1" solo retrocedieron frente a la movilización popular para volver a tomar impulso, apenas la corporación judicial intuyó que el clima social era propicio para ello.
La muerte de Blaquier estando impune por su responsabilidad en la causa del apagón de Lesdema nos recuerda que no se avanzó nada (o casi nada) en el juzgamiento de los impulsores, partícipes y beneficiarios civiles del golpe; y las necrológicas a su memoria de buena parte del empresariado e incluso de la dirigencia política opositora al gobierno nacional -comenzando por Macri y Larreta- confirma que el bloque político y social que perpetró la dictadura sigue intacto, y consolidado.
Por contraste, este primer 24 de marzo sin Hebe en la plaza nos recuerda -dolorosamente- que nuestras viejas queridas, nuestras madres y abuelas de la dignidad, se nos van yendo sin poder ver coronados sus esfuerzos de una completa justicia (porque verdad hay, y la memoria se construye a diario), y una país mejor como el que soñaron sus hijos.
Los discursos de odio -como los que justificaron hace 47 años la masacre- están a la orden del día, y el intento de asesinato a Cristina demostró hasta que punto la legitimación (explícita o por omisión de condenarla) de la supresión física del adversario volvió a ser parte de nuestras prácticas, sin que toda la política cerrara filas en defensa del pacto democrático. Un pacto democrático con desertores ostensibles, que sin embargo reclaman disputar los lugares que concede el voto ciudadano. Como Macri, que además de despedir a Blaquier volvió a hablar del "curro" de los derechos humanos, o Milei, que propone "cazar zurdos" y juega a los cow boys en compañía del hijo del genocida Bussi.
Como en los tiempos de la dictadura y pese a los esfuerzos del kirchnerismo en contrario, el país está encadenado por la deuda contraída con el FMI y los acreedores externos de un modo que condiciona fuertemente su desarrollo; y las propuestas económicas de las principales fuerzas de la oposición (incluyendo los "libertarios") tienen una escalofriante similitud con las políticas que desplegara Martínez de Hoz en tiempos de Videla, para beneficio de los gestores reales del cuartelazo.
Y mientras el juzgamiento de los crímenes de la dictadura sigue siendo en buena parte tarea pendiente, los discursos negacionistas del horror tienen anclaje social, cobertura mediática y hasta cierta potencialidad electoral; al mismo tiempo que las soluciones propuestas para problemas graves como la inseguridad, la violencia o el narcotráfico pasan por "darle manos libres a la policía" o tolerar mayores niveles de violencia institucional, como si no la hubiéramos padecido, o como si alguna vez proceder de ese modo hubiera solucionado algo.
Pero quizás la mayor herencia negativa de la dictadura que nos acompaña hasta hoy sea -como lo señaló con precisión Cristina el martes pasado- sea el disciplinamiento de la clase política para que se abstenga de emprender caminos de autonomía en busca de la dignidad de las grandes mayorías nacionales, dicho esto no como justificación admisible, sino como contextualización de la resignación imperante.
Al igual que los golpes que se sucedieron en el país hasta 1976, hoy se distorsiona la leal competencia democrática entre las fuerzas políticas que pugnan por el voto popular, con la intervención aviesa de bolsones de autocracia y privilegio, como la corporación judicial; que responden a los mismos intereses a los que respondían los centuriones militares, o los escuadrones de la muerte.
Como decíamos al principio, éste año celebraremos 40 años de vigencia ininterrumpida de la democracia, pero compelidos a discutir qué democracia estamos sosteniendo, en qué plano y con qué nivel de profundidad; porque una democracia que convive con niveles intolerables de pobreza, exclusión y desigualdad en la distribución del ingreso, ya debería empezar a llamarse de otra forma.
Construir, entonces, una verdadera democracia que nos contenga a todos y en especial a los más humildes debe ser el imperativo moral de la política y la militancia, al mismo tiempo que el mejor homenaje a los compañeros que ya no están físicamente con nosotros. Porque habremos derrotado a la dictadura cuando dejemos definitivamente atrás el país que nos dejaron, con un genocidio -además de político- económico y social planificado; con beneficiarios y -sobre todo- perjudicados bien concretos.
2 comentarios:
El Sr. Blaquier, además de famoso pedófilo, participante de la trata de menores bajo la pantalla de la Escuela de Yoga Buenos Aires.
por el encabezado que habla del pastito, por favor que no se olviden ls garcs, del tema de la quema de pastizales si crecen demasiado... cosa que lo puedan cuantificar en el costo del kilo vivo y también del kilo muerto, eso si olvidándose de los y las intoxicads por el humo, total humo hubo siempre
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