A 51 años de aquel retorno de Perón a la patria después de 17 años de exilio, este Día de la Militancia nos encuentra a apenas 48 horas de una elección crucial para los destinos del país, y para el de la democracia que recuperamos hace 40 años.
Y como una muestra de vitalidad de esa democracia -en medio de todas las amenazas que por estos días la acechan-, la militancia está protagonizando esta campaña, más allá de los publicistas y estrategas de la comunicación, las operaciones mediáticas o los análisis presuntamente objetivos de los "analistas", o los cálculos, especulaciones y escenarios imaginados en mesas de arena de la "realpolitik".
Porque cuando hace 40 años recuperábamos la democracia -por el empuje de distintas militancias, como los organismos de DDHH o el movimiento obrero organizado-, recuperábamos también el derecho a militar, a participar y expresarse políticamente. Ése mismo derecho esencial que hoy parece amenazado (y hasta en términos literales) por los nostálgicos de la dictadura.
En subtes, trenes, colectivos, plazas, oficinas, fábricas y lugares de trabajo, militantes comunes de a pie y hasta funcionarios que se asumen como tales, se pusieron al hombro el desafío de convencer, explicar, persuadir a cuantos argentinos haga falta, para cerrarle el paso a la derecha en la peor de sus encarnaciones.
Remando contra la corriente (tal como lo hicieron los que hace 51 años cruzaron el río Matanza para ir a recibir a Perón) del discurso antipolítico que promete "terminar con la casta". Y no con menos trascendencia e importancia histórica que aquella gesta.
Quizás desorganizados o no encuadrados en alguna organización o como parte del despliegue de la misma, ahí van los militantes, los que ahora se decidieron a participar ahora, porque sienten amenazado un derecho propio o de los demás, juntos o al lado de los que lo hicieron siempre, toda la vida, en cualquier frente de lucha.
Pero todos y cada uno dándolo todo, como en el 2015, y sin ponerse a pensar que entonces no alcanzó, porque de eso se trata la militancia: de comprender que la única lucha que se pierde, es la que se abandona.
Y ya que hablamos del 2015, aquella "militancia hormiga" que es el antecedente inmediato de la que estamos viendo hoy, mereció el desprecio y la burla de los "realpolitikeros" que se las saben todas pero nunca pegan una, ni aunque les vayan los sobres que reciben en ello.
Esos mismos que hoy están -en su fuero íntimo- rogando que los "termos intensos" que "no entienden nada" (los de las mateadas en las plazas, los de los patios militantes, los de las volanteadas en las esquinas y los medios de transporte), les salven las papas de sus futuros conchabos.
La militancia del mano a mano, esa que llega allí donde los dispositivos del "modo instalado" de hacer política no llegan, es parte crucial de ésta campaña y será -mal que les pese a muchos, o no les convenga a sus intereses- parte fundamental de la construcción del triunfo del domingo.
Un saludo entonces a todos los militantes -los de ayer, los de hoy, los de siempre- en su día; que -como debe ser- los sorprende militando por lo que creen justo.
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