Por Raúl Degrossi
Leemos en Clarín la crónica de un encuentro de intelectuales convocado por el Centro de Investigaciones Políticas (CIPOL), con el objeto de analizar el "relato" oficial del kirchnerismo y el sentido común, y las tradiciones en disputa en la cultura política contemporánea; movidos por el disparador de una pregunta que parece expresar una inquietud: "A 8 años de la asunción de Néstor Kirchner, ¿existe la hegemonía cultural kirchnerista?".
La sola circunstancia de haberse convocado con ese objeto revelaría que sí, que existe: hace unos meses, todos los concurrentes hubieran coincidido en augurar la extinción del kirchnerismo, aunque difiriesen en la fecha.
Beatriz Sarlo -en línea con sus últimas columnas en La Nación- es la que intenta un esfuerzo de honestidad intelectual por comprender el fenómeno, y encontrarle una explicación un poco más compleja que los rótulos tradicionales. Esfuerzo que hay que reconocerle, aunque en la mirada pretendidamente piadosa que arroja sobre el "espíritu festivo" que advierte en vastos sectores sociales adherentes al kirchnerismo, sobrevuela el argumento de la impostura.
Algo así como un misericordioso "pobres giles, ya se darán cuenta". Pero con todo, le basta para sobresalir del lote.
Una de las muestras más claras del declive del pensamiento político no oficialista (por no rotularlos como de derecha, que podría ser injusto en algún caso) es que la orfandad los obliga a rebajar los standards de calidad, y así a cualquiera puede caberle el rótulo de intelectual.
Tan es así que en tal condición opinan los encuestadores -y que no se enoje Artemio- Fara, Fidanza y Mora y Araujo; que realizan un ejercicio de arqueología de las obviedades: a coro señalan -sin adentrarse en la discusión sobre la existencia o no de la hegemonía cultural kirchnerista, al menos en la síntesis que nos entrega Susana Viau- que "enfrente no hay nadie".
Para tamaña constatación no es necesario un simposio: basta repasar los diarios y los noticieros de cada día. Bueno sería apuntarles que cualquier hegemonía se construye -en cierto punto- desde la escasa estatura del adversario, sin que eso sea imputable al detentador de la hegemonía.
El salame de Abraham -el "filósofo" de cabecera de Binner, que lo esponsorea con el CEMUPRO- se equivoca de colectora, y se mete de lleno con un análisis de las características de la construcción política del kirchnerismo; obviando que ésta podrá tener todas las falencias que él le atribuye, pero si se está indagando si ha logrado o no establecer hegemonía cultural -luego de 8 años de permanencia en el poder, y del desgaste que eso conlleva-, es obvio hasta para Mariano Grondona, que alguna virtud debe haber allí.
La hegemonía cultural acompaña al despliegue del dispositivo político, pero no puede surgir ni consolidarse donde aquél no arroja resultados concretos (al menos no puede hacerlo por mucho tiempo).
Pero su explicación tiene dos parte: una primera, que guarda una innegable similitud con la que ensayara en su momento Gino Germani para intentar comprender al peronismo -subalternizando opciones políticas de vastos sectores sociales, que obraron entonces con pura racionalidad instrumental, en defensa de sus propios intereses objetivos-; explicación que, por cierto, se derrumbó estrepitosamente a partir de 1955 con la caída de Perón, su exilio y la resistencia peronista.
Y justamente allí tiene Abraham un ejemplo ante sus narices, que pasa por alto: durante 18 años el dispositivo político obturó férreamente el sentir mayoritario, y generó como respuesta una contracultura (política y en todos los planos), que le disputaba palmo a palmo al "relato" oficial la hegemonía. Tensión que se reproduce cada vez que ambos funcionan asincrónicamente, básicamente porque las ideas que circulan en la sociedad no encuentran canales de expresión adecuados en el sistema político.
La segunda parte de su explicación le cabría perfectamente a cualquiera de las "líquidas" (por decirlo en sus propias palabras) construcciones políticas opositoras al kirchnerismo, asi por ejemplo cuando dice: "Es una identidad no cultural sino política y volátil, sin instituciones sólidas, un fenómeno “de la intemperie”, sin estructura de sucesión, paranoico por debilidad, (su) vida es líquida”, podría perfectamente estar hablando del PRO, la Coalición Cívica, el peronismo federal o Proyecto Sur.
La hegemonía cultural acompaña al despliegue del dispositivo político, pero no puede surgir ni consolidarse donde aquél no arroja resultados concretos (al menos no puede hacerlo por mucho tiempo).
Pero su explicación tiene dos parte: una primera, que guarda una innegable similitud con la que ensayara en su momento Gino Germani para intentar comprender al peronismo -subalternizando opciones políticas de vastos sectores sociales, que obraron entonces con pura racionalidad instrumental, en defensa de sus propios intereses objetivos-; explicación que, por cierto, se derrumbó estrepitosamente a partir de 1955 con la caída de Perón, su exilio y la resistencia peronista.
Y justamente allí tiene Abraham un ejemplo ante sus narices, que pasa por alto: durante 18 años el dispositivo político obturó férreamente el sentir mayoritario, y generó como respuesta una contracultura (política y en todos los planos), que le disputaba palmo a palmo al "relato" oficial la hegemonía. Tensión que se reproduce cada vez que ambos funcionan asincrónicamente, básicamente porque las ideas que circulan en la sociedad no encuentran canales de expresión adecuados en el sistema político.
La segunda parte de su explicación le cabría perfectamente a cualquiera de las "líquidas" (por decirlo en sus propias palabras) construcciones políticas opositoras al kirchnerismo, asi por ejemplo cuando dice: "Es una identidad no cultural sino política y volátil, sin instituciones sólidas, un fenómeno “de la intemperie”, sin estructura de sucesión, paranoico por debilidad, (su) vida es líquida”, podría perfectamente estar hablando del PRO, la Coalición Cívica, el peronismo federal o Proyecto Sur.
Salvo claro está cuando dice que el kirchnerismo está "obligado a crecer, a expandirse, a cooptar". Nada de eso es un problema cuando se hace política testimonial, o para matar el aburrimiento de las reuniones de directorio.
De la hegemonía cultural, bien gracias; hay una deformación profesional en el fabricante de medias: una obsesión compulsiva por meter la pata.
Eliseo Verón -el semiólogo de cabecera de Duhalde, por ende a punto de cancelar su matrícula- incursiona en los conflictos de los populismo latinoamericanos contemporáneos con los medios de comunicación hegemónicos en la disputa por el sentido, apuntando algo que puede sonar obvio, pero no lo es: construir al enemigo, es una forma de construir identidad; quizás la más eficaz.
Un dardo certero lanzado a Magnetto y sus muchachos: ¿cuánto de la persistencia (si no se quiere hablar de hegemonía) política y despliegue cultural y social del kirchnerismo se debe a las tapas de Clarín? ¿cuánto al desesperado despliegue de argucias legales de toda laya para impedir la extracción de ADN de los hijos de Ernestina?
La cronista del evento Susana Viau (una sobreviviente del experimento Crítica de Lanata, con quien volverían a ser compañeros de trabajo, al parecer Clarín es la cara inversa del kirchnerismo: une a las familias) se siente obligada entonces -ante la interpelación del semiólogo- a sumarse al debate -toda una definición- para preguntarse: "¿Cuánto ha costado a los ciudadanos poner en pie el aparato ideológico, público y privado, que sirvió de plataforma para el triunfo del “relato” kirchnerista? El formidable dispositivo tiene cifras, nombres y apellidos, responsables, creativos y gerentes. Claro está, no es de buena educación hablar de los ausentes."
Sinceridio brutal de la chica, no sólo porque habla de un "triunfo del relato kirchnerista" que nadie hasta allí -al menos a estar por la crónica- ha verbalizado, aunque todos parecen constatar resignados; sino porque desde el "¿qué te pasa Clarín?" de Néstor Kirchner para acá, pasando por todas las veces en que Cristina señaló que había una "disputa por el relato", la estrategia del multimedios fue invisibilizar esa trastienda del poder, que la frase del santacruceño descubrió.
Resulta entonces que -según nos cuenta Viau- se busca imponer un "relato" que sobrevuela los hechos (y que, aunque no lo diga, se autonomiza de estos), y para eso se despliegan enorme medios (guita, bah), pero con posibilidades de éxito: en sus propias palabras, el "dispositivo sirvió de plataforma para el triunfo del relato kirchnerista".
¿Por qué no pudieron lograrlo entonces Magnetto, sus 270 licencias de radio y televisión, sus empresas de cable cuasi monopólicas, y los medios que replican el discurso clarinesco?, ¿es un simple duelo de chequeras para ver cual la tiene más abultada?; ¿qué pensarán los lectores de Clarín o los televidentes de TN de la sugerencia (no velada) de Viau sobre como se construye "hegemonía cultural"?
Por cierto las preguntas tienen respuesta, y el análisis tiene la misma consistencia que el de Abraham: es líquido (o más bien gaseoso), y no explica nada de lo que se propusieron discutir. Pero parece tranquilizar por un rato conciencias inquietas por la -para ellos inexplicable- persistencia de la anomalía kirchnerista, lo que "no debió ser" el resultado de la implosión del 2001.
Y no solo subsiste: disputa sentido y construye hegemonía cultural; lo dicen ellos mismos, aunque omiten (por deshonestidad o por ignorancia) las verdaderas razones.
Razones que hacen por ejemplo que, hoy por hoy, nadie (que no quiera desaparecer políticamente, claro) pueda plantear abiertamente volver a privatizar los fondos de jubilaciones y pensiones, eliminar las retenciones a la soja, dar marcha atrás con los juicios por las violaciones a los derechos humanos, derogar la ley de medios o suspender las paritarias.
Si la lucha por la hegemonía cultural es una batalla, la están perdiendo y se nota, todos los reunidos en CIPOL lo saben. Ninguno parece tener la respuesta para revertirlo.
Con lo cual más que agentes de CIPOL, parecen Maxwell Smart, el Súper Agente 86.
6 comentarios:
Notabilísimo análisis Degrossi, desde la bobera de la conferencias de Abraham en las Cátedras Abiertas de la UNR, sostengo que es un snob ilustrado, un aristócrata castrado para leer historia política desde ninguna clave popular, ni diré peronista. El comentario ha de ser corto, sólo recuerdo que la actitud de observar el populismo fascista como un hecho facilitado por la falta de comprensión a las masas y la escasa aptitud de toda fuerza opositora, fue original en el Sábato que agradeció la Libertadora en el 56, en su tan ingenuo como atroz artículo "El otro rostro del peronismo", para nada aludido en los balances de ayer y hoy.
Nosotros extractamos en el post de ayer sobre su muerte una parte, donde hay un atisbo de comprensión del peronismo; porque creemos que el hombre fue eso; una vida entera desgarrado entre su pensamiento íntimo, sus opciones concretas en cada coyuntura histórica y sus desencantos recurrentes.
Lo que no le quita valor a la honestidad en el esfuerzo, sucede que su figura se agigantó en una planicie cultural muy pronunciada de los últimos veinte o treinta años de historia argentina.
No es casual que en los últimos años haya estado en un plano secundario como pensador de referencia, pero cuando alguien muere, ha de verse en perspectiva toda la vida que dejó detrás, que en el caso de Sábato ha sido además larga.
Degrossi, se delata con la edad con los personajes televisivos seleccionados,Ja Ja, Excelente el posteo. Cristina A
Posteo Brillante. Me pregunto acerca de la necesidad de los sectores más reaccionarios de contar entre sus filas a "intelectuales orgánicos". Creo que esta batalla también la perdieron. No encuentran justificación teórica ni explicación racional para describir el proceso histórico-político actual.
Y eso no es nada, ya está buscando la forma de incluir al Avispón Verde en el próximo artículo.
Lo que tendrían que hacer los miembros de CIPOL, es sociarse y poner una fábrica de medias. Con el gerenciamiento de Abraham, tienen el futuro asegurado,porque como se ve,son gente brillante. Y lo podrían convocar a Macri como asesor en evasión fiscal.
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