LA FRASE

"HABÍA DOS BOTONES, UNO VERDE Y OTRO ROJO, Y YO PENSÉ "EL ROJO DEBE SER PARA VOTAR A FAVOR DE CUBA"." (DIANA MONDINO)

miércoles, 2 de mayo de 2012

EMPEZÓ LA CAMPAÑA


No se puede decir que sorprenda: la recuperación de YPF es una decisión verdaderamente estructural del gobierno de Cristina, de las más importantes de todo el ciclo kirchnerista, y como tal, genera repercusiones, alineamientos y operaciones de todo tipo; tan complejos e intrincados como importantes son los intereses que esa decisión afecta.

Porque además tiene efectos que van mucho más allá del problema energético o de lograr el autoabastecimiento de combustibles: es una señal muy fuerte hacia el poder económico, marcando los límites que el gobierno no está dispuesto a tolerar que sean traspasados en el afán de tener rentabilidad, y las herramientas y mecanismos a los que está dispuesto a acudir si esa búsqueda no sólo diverge del interés general, sino que lo compromete, poniendo en riesgo el equilibrio macroeconómico general.

Es también una señal trascendente al interior del sistema político, rompiendo con su peso el binarismo oficialismo-oposición como única clave posible de lectura de la realidad política, interpela a las demás fuerzas y les ofrece una nueva plataforma para desplegar una estrategia discursiva y de práctica política autónoma, para despegarse del seguidismo de la agenda de las corporaciones editorializada por los grandes medios.

Como es todo eso (y más) lo que se juega en el avance del Estado sobre YPF, es crucial que la decisión tomada por Cristina cuaje en resultados concretos, objetivos y palpables para el ciudadano común: es un gigantesco desafío para la capacidad de gestión del gobierno, en un marco de intensa politización social, no traducido en una correlativa re legitimación del rol del Estado, más allá de la genérica percepción de que es éste quien tiene que regular, dirigir y arbitrar los conflictos en el seno de la sociedad.

Parte de esa complejo entramado de intereses afectados por la expropiación de YPF (menor, pero no menos importante) está dado por el hecho de que la empresa (la de mayor facturación de la Argentina, la más grande en volumen) es una de las principales avisadores en los medios hegemónicos, lo que genera una obvia comunidad de intereses.

Desacreditar la expropiación se convierte entonces para los medios en asunto de primer interés político y económico: están retribuyendo favores del pasado, y construyendo un espacio para resistir a futuro avances más profundos del Estado y de la política sobre sus propios intereses empresariales: los casos de Clarín con la ley de medios, y del mismo diario de Magnetto y La Nación con Papel Prensa son bastante ilustrativos al respecto.

Pero como la recuperación del control estatal de YPF goza de una importantísima adhesión en la población en general (es quizás la privatización más repudiada de todas las concretadas en los 90'), es menester para esos mismos medios refinar la estrategia, que en los primeros días pasó por una burda y frontal defensa de los intereses de una multinacional extranjera depredadora.

Aparecen entonces las apelaciones a cuestiones más asequibles al hombre común de la calle, en la búsqueda de un sujeto social que se pliegue a la ofensiva anti estatizadora en general, tomando como ejemplo el caso YPF: en ese tren, machacar desde el pensamiento mágico con cuestiones cotidianas como la falta de nafta en las estaciones de servicio (algo que seguramente no se resolverá de un día para otro), o especular con una baja del precio de los combustibles, puede resultarles una herramienta útil en tanto no se la sepa contrarrestar de nuestra parte,  explicando que en estos temas (como en toda política pública trascendente), no todo es cuestión de soplar y hacer botellas.
 

Hablábamos antes del desafío que implica expropiar YPF para la capacidad estatal de gestión, y como eso se traduce en apoyatura o malestar social con el gobierno y con la política: sobre esa brecha cabalgó el discurso noventista, hasta hacerse carne en el hombre común de la calle y ponerlo del lado de los desguazadores del patrimonio público. 

Es verdad que probablemente hoy el clima social y político haya cambiado (algún día deberíamos precisar cuanto, y en que medida estuvo y está influido por los indicadores macro y micro económicos que la gente puede percibir en su vida cotidiana), tanto como que la volubilidad es el signo de las sociedades contemporáneas, atravesadas por la lógica y el discurso de los medios de masas: el conflicto con las patronales del campo nos provee un ejemplo cercano y contundente al efecto.

Y en este sentido, leemos en Clarín de hoy  otro probable eje discursivo sobre el que seguramente se montará la estrategia tendiente a esmerilar todo lo que se puede la decisión de retomar el control de YPF, sabedores de su importancia simbólica y material: 


Aquí el eje cambia: cuando no se puede plantear la discusión en términos de "Estado sí-Estado no", el asunto es volver al Estado contra sí mismo, y plantear (sobre ejes falsos) la discusión de las prioridades, de un modo que conecte con los problemas del hombre común.

Partiendo de hechos reales (la tragedia de Once, las deficiencias del servicio ferroviario) el asunto es sembrar la duda en aquél que apoya en teoría la recuperación de YPF, con el argumento de que existen otras prioridades urgentes a las que el Estado no presta la debida atención, y que tienen tanto o más que ver con su vida cotidiana: aquí el destinatario final del mensaje es el laburante común que se trepa todas las mañanas a un tren para ir a trabajar, tratando de que piense que para él, el vagón roto está mucho más cerca de su realidad que un pozo de petróleo en algún paraje perdido de la Patagonia.

Como ven, el argumento es seductor, y difícil de rebatir; por lo que exige de nosotros -como militantes que bancamos al gobierno nacional, y en particular la decisión de recuperar YPF- imaginación para contrarrestarlo.

Y además, como tampoco se trata de descuidar a la clientela tradicional de esos mismos medios (la amplitud del apoyo social a la expropiación de YPF está diciendo que también allí los hay), agitan fantasmas un poco más inasibles para el hombre común, como el "clima de negocios", o la retracción de las inversiones: porque expropiamos YPF (sería el razonamiento) las empresas empezarán a despedir gente:   


El desafío entonces para nosotros (más allá del valor emocional que tiene todo lo que rodea a YPF desde siempre)es estar atentos, informados y formados, y ser inteligentes para sostener la medida con convicción, pero también con inteligencia, porque estos tiros cruzados los vamos a ver venir todos los días, de ahora en más y por mucho tiempo.

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