No podía faltar el comunicado de circunstancias de los radicales, los autotitulados guardianes de la democracia argentina; los que tienen la norma IRAM de lo que es y no es democrático, o cuando está o no en peligro la democracia.
Que califican en ésta nota de Clarín al gobierno como "un grupo faccioso", pero no dijeron una palabra de los llamados abiertos a un golpe de Estado en la asamblea de la Mesa de Enlace de ésta semana, acá, en la Sociedad Rural de Santa Fe.
O que no hace mucho emitieron otro penoso comunicado cuando la revuelta de gendarmes y prefectos, circunscribiendo la cuestión a un estricto reclamo salarial y desconociendo que era la punta de lanza de un movimiento destituyente: entonces, la democracia, para los radicales, no estaba en juego.
Porque la democracia es lo que ellos -los radicales- dicen que es, y llega hasta donde a ellos les parece.
Es comprensible que un partido que nació para combatir el fraude oligárquico y luchar por la libertad y pureza del sufragio sintiera por años que tenía el deber de custodiar la democracia en la Argentina.
Pero lo cierto es que, desde la muerte de Yrigoyen para acá (hace ya 80 años), los radicales acumulan demasiadas claudicaciones en la defensa de las instituciones de la democracia; como para seguir reaccionando como si fueran "la causa contra el régimen".
En el post anterior al cual guía el enlace decíamos algo al respecto, y agreguemos aquí que los radicales se sienten los dueños de la transición a la democracia tras la última dictadura, cosa que históricamente es falsa.
La democracia reconquistada en en el 83' es fruto de la lucha de las Madres, las Abuelas, los organismos de DDHH, las fracciones combativas del sindicalismo (en la etapa final del Proceso) y la derrota militar en Malvinas.
Las fuerzas políticas (incluyendo al radicalismo) poco hicieron al respecto, y en todo caso Raúl Alfonsín fue el que mejor supo interpretar el clima social de los estertores de la dictadura, para concitar la adhesión popular y ganarle por primera vez al peronismo en elecciones libres.
Pero la primavera alfonsinista terminó en decepción, y en el cuartelazo carapintada de Semana Santa (una amenaza real a la democracia argentina, que encontró a casi todas las fuerzas políticas en la defensa irrestricta del orden constitucional) fue el propio Alfonsín el que decidió (por sí y ante sí) que el único modo de defenderla, era claudicar en lo que habían sido hasta allí avances en la lucha contra la impunidad por los crímenes de la dictadura, como el juicio a las Juntas; y así nacieron la obediencia debida y el Punto Final.
Del mismo modo que, cuando Menem buscaba la reelección, Alfonsín (que se creyó en serio que era el padre de la democracia, o más aun: el dueño), también decidió por sí y ante sí, que el único modo de evitarla y "defender las instituciones" era firmar el Pacto de Olivos; y habilitar la reforma constitucional.
Bajo el apotegma weberiano de la "ética de las responsabilidades", los radicales disfrazaban así dos reculadas históricas, de la que obtuvieron (en el caso del pacto de Olivos) beneficios concretos: el tercer senador por cada provincia, la Auditoría General de la Nación (hace poco protagonista de otro papelón radical importante, cuando Barletta pasó de pedirle la cabeza a, Despouy a defenderlo) o el zarandeado Consejo de la Magistratura.
Que es lo que verdaderamente les preocupa de toda la reforma judicial propuesta por Cristina; porque saben que, si hoy se cubrieran sus cargos por el voto popular, quedarían afuera porque no pueden garantizar ser la primera ni la segunda minorías.
Como tampoco podrían garantizar poner radicales disfrazados como representantes de los jueces (como Recondo, ex funcionario de Alfonsín en Justicia) o los abogados (¿o acaso alguien desconoce las trenzas del radicalismo con el PRO en las listas de los colegios de abogados?)
Quieren conservar el Consejo de la Magistratura tal cual está para preservar unos de los "chiches" del pacto de Olivos que más pingües beneficios les produjo, no solo para repartir chapitas, sino para meter amigos en los juzgados, tal como lo están haciendo acá en Santa Fe.
Y para traficar influencias desde allí con determinados intereses, ¿o es necesario recordar las trapisondas de Aguad y el amigo Recondo en la causa de la ley de medios?
De eso se trata todo, pero es mejor disfrazarlo de defensa de la democracia; como si alguien les hubiera otorgado ese rol, que no pueden compartir con nadie.
Y no duden que, si Cristina tuviera a la mano caramelitos para darles similares a los que le otorgó Menem a Alfonsín en el pacto de Olivos, estarían levantando las dos manos para votar la reforma constitucional, y posibilitar otra reelección.
Si en el fondo no les molesta ser eternos opositores (ya que no se puede decir -con los resultados a la vista- eternos segundos), sobre representados en el Congreso muy por encima de su caudal electoral (justamente por las consecuencias del pacto de Olivos), y con la tranquilidad que la responsabilidad de gobernar, la tienen otros.
6 comentarios:
porque no estuvieron los socialistas???
Hace un rato largo que tengo la idea de que a esta runfla hay que definirla con más precisión, no son "radicales", son, serán y así se extinguirán, residuales.
Un saldo, un desecho, un desperdicio de algo que supo ser historia (con matices buenos, malos o regulares, pero historia al fin) y ahora no es más que un rejunte de minusválidos político/intelectuales, a la caza de mendrugos. Basura, claro; la UCR, que descanse en paz.
Lo peor que podés hacerle a un radical es preguntarle: che ¿vos porque sos radical? Hagan la prueba y de cien tipos no vas a encontrar dos que te respondan lo mismo. O sea, no tienen la más puta idea de que cosa defienden o apoyan.
Son la U.C.D.I. (Un Club De Imbéciles)
Doguinerpe, la mayoría lo sabe pero no quieren decirte la verdad.
Son radicales porque son antiperonistas, antipueblo y se creen parte de un sector social mejor que el resto.
Como no queda bien decir eso, se hacen los pelotudos.
El radicalismo murió en manos del peronismo, porque lo redujo a nada, a su némesis, el radicalismo existe como contraposición al peronismo, ya no como partido en sí. El radicalismo nació para defender los intereses del pueblo, y después de Yrigoyen, quien en cierta medida lo hizo, no hicieron mas que cagarse en ese pueblo, todos y cada uno de los presidentes radicales post-Yrigoyen lo confirman: avalaron la proscripción del peronismo, se agacharon con los carapintadas, se agacharon con el menemismo, putearon al menemismo para después profundizar sus políticas y llevar al país a la quiebra, etc, etc.
Que en paz descansen
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